La inaceptable agresión de Noboa contra México

  • 08-04-2024

La gravedad y torpeza de la invasión en la embajada de México en Ecuador es tal, que solo puede hablar lapidariamente de las capacidades políticas del presidente de ese país, Daniel Noboa. Es, para que se entienda, una de las vulneraciones diplomáticas más graves que se pueden llegar a cometer, por lo que por norma general es respetada aun a pesar de dictaduras o de conflictos serios entre países. Es por eso que el repudio mundial ha sido unánime, más aún en un contexto de creciente vulneración de las normas que han dado lugar al orden internacional, que es, a pesar de sus debilidades, lo único que tenemos para evitar que la Humanidad vuelva a autodestruirse como ocurrió en las dos guerras mundiales, teniendo en cuenta que ahora, ochenta años después, existen las tecnologías para la extinción total de la especie.

El argumento de que se hizo lo que se hizo porque se perseguía a un criminal, el exvicepresidente Jorge Glas, es de una debilidad difícil de concebir. Porque independientemente de lo que opinen los gobiernos sobre las personas asiladas, hay normas que rigen el funcionamiento de las delegaciones diplomáticas, que en este caso y como lo han dicho las autoridades mexicanas, es suelo mexicano, por lo que entrar equivale a invadir. Así como la derecha ecuatoriana describe a Glas como un corrupto, el Correísmo señala que su situación es parte de la persecución contra el sector que proviene desde el gobierno de Lenín Moreno y que se trataría de un caso de lafware, es decir, de la utilización del sistema judicial para anular a un adversario político. Noboa se hizo un grave atentado a la propia credibilidad de su posición: es muy difícil, sino imposible, creer que alguien que procede de esta manera promoverá el correcto funcionamiento de las instituciones de su país.

Frente a esta situación, y más allá de las evidentes malas relaciones políticas entre los gobiernos de López Obrador y Noboa, precisamente por el asilo a Glas, las autoridades mexicanas han tenido una impecable posición, sujeta a las normas del derecho internacional, y reivindicando su tradición histórica de ser tierra de asilo cuando se forma convicción al respecto. Hay que recordar que fue ese país quien protegió y acogió en primera instancia a la familia del expresidente Salvador Allende, encabezada por Hortensia Bussi, luego del Golpe, y que agotó sus esfuerzos por rescatar a Pablo Neruda, al punto que había un avión de la Fuerza Aérea Mexicana esperando en una losa de Santiago, por orden del gobierno del presidente Echeverría, misión que no se pudo cumplir por la muerte del poeta. Esto, sin contar los cientos de chilenos que pudieron reconstruir su vida en ese país. Dicho esto, lo que ha ocurrido, hay que subrayarlo todo lo se puede, va más allá de la culpabilidad o inocencia de Glas o de las opiniones políticas sobre los gobiernos involucrados. Son principios básicos que si se violan pueden augurar tiempos muy oscuros para la Humanidad.

Sobre el gobierno de Ecuador, cuyos deméritos y acciones autoritarias han pasado más desapercibidas que las de otros países de la región, pesan crecientes reportes del debilitamiento de la institucionalidad democrática, lo cual tiene un origen de más larga data, pero que se ha agravado debido a que Noboa, amén de su inexperiencia política y de provenir del empresariado, parece querer gobernar Ecuador como una compañía privada y no como un Estado. Y ya sabemos que una cosa está en las antípodas de la otra.

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