La maternidad es, sin duda, una de las experiencias mas desafiantes del ser humano. Llena de belleza y amor, y también de miedo e inseguridad. “Nadie enseña a ser madre”, dicen y por eso cada mujer que materna lo hace con las herramientas que tiene a mano, repitiendo patrones y metodologías o creándose maneras nuevas para transitar el hecho de ser responsable de la vida de otro/a incondicionalmente.
La sociedad patriarcal ha puesto a las mujeres como principales responsables del cuidado y una manera de asegurarse de que este sistema funcione ha sido a través de los relatos. En la cultura judeo cristiana, la imagen de la virgen María es la definición y medida de “la madre buena”, sin deseo, virginal (invisibilizando en este relato el hecho de que según los mismos evangelios tuvo otros hijos, además de Jesús), abnegada y sacrificial. Desde la Biblia hasta la publicidad, la mujer ha sido asociada a la idea de la maternidad como la expresión culmine de su femineidad, pero no basta con parir, incluso quienes llegan a tener hijxs son medidas con altos estándares para ser consideradas buenas madres. Las correctas mujeres deben ejercer su maternidad cumpliendo normas muy específicas para ser y hacer.
El relato cultural instala la idea de una maternidad “sin esfuerzo”, de un ángel del hogar que no sólo tiene a sus hijos impecablemente ataviados y muy bien comportados, sino que también administra la casa, el esposo -porque en este ideal siempre hay un esposo- y a ella misma con gracia y eficiencia. Como sabemos este estándar es imposible de alcanzar, más en un país donde más del 60% de los hogares son monoparentales y liderados por mujeres, mujeres que a su vez trabajan -en su gran mayoría- en situaciones de gran precariedad, además de ser las principales responsables del cuidado y el trabajo doméstico. Y aun frente a esta muy exigente realidad el relato cultural sigue pidiéndole lo imposible a las mujeres madres y lo hace utilizando todos los relatos disponibles, desde la religión hasta el marketing pasando también por las narraciones culturales.
Afortunadamente, en los últimos años estos mandatos se han estado poniendo en cuestión no sólo directamente a través de las diversas expresiones del movimiento feminista, sino también en la creación de mujeres que, desde sus distintas áreas, han aportado a complejizar los relatos alrededor de la maternidad. Acá te dejo cuatro libros de escritoras latinoamericanas que van en esa línea y que recomiendo ampliamente:
“Contra los hijos” de Lina Meruane, Chile
Este ensayo es un estupendo análisis histórico de los dicho y escrito respecto a los mandatos de la maternidad y la crianza. Reflexiona lúcidamente sobre las eternas imposiciones al ser mujer y las distintas estrategias de escape y falta y sus consecuentes castigos. Al mismo tiempo que da cuenta de argumentos prácticos y literarios para no ser madre, hace una bella defensa de las mujeres que -contra todo- deciden por la maternidad. Ofrece contrastes, testimonios y bibliografía en la siempre lúcida pluma de Lina Meruane.
“Distancia de rescate” de Samanta Schweblin, Argentina
Esta corta novela es alucinante. Escrita desde una subjetividad femenina movilizada por el horror ante lo incomprensible, del peligro ante su propia vida y el riesgo de perder a su hija. El relato se mueve en el género fantástico con una narración que se confunde entre el presente del relato y el pasado relatado. El ser buena madre y esposa, ser empática y escuchar se convierte acá en una trampa, en esta historia cumplir el mandato de la docilidad y la bondad es el anzuelo del infierno. La protagonista se ve atrapada en un mundo rural de horror construido desde los excesos de la agroindustria mezclado con la oscuridad del paganismo. Es un libro extraordinario en su construcción e inquietud que tiene una versión cinematográfica disponible en Netflix, dirigida por Claudia Llosa
“La perra” de Pilar Quinta, Colombia
Una novela corta que nos lleva a la costa pacífica colombiana superando el exotismo y la exuberancia, en ella la autora nos habla de los mandatos de género, raza y clase y de los límites internos y externos que éstos imponen a las personas. Damaris, su protagonista, quiere ser madre, cumplir con lo que se espera de ella y no “secarse” cómo ha escuchado que hacen las mujeres sin hijos. Pero su biología no le permite cumplir su deseo y ella trata de llenar ese vacío con una perra que adopta y cría con entusiasmo y cariño pero que en algún momento se rebela demostrando su salvajismo e independencia. Ahí aparecen -tanto metafórica como literalmente- la oscuridad de la maternidad. El dolor, la decepción y las deudas pendientes. “La perra” es un libro sensual y atmosférico, que expone el esfuerzo y la crudeza que no aparecen en la foto turística.
“Linea Nigra” de Jazmina Barrera, México.
En este libro la talentosa escritora mexicana Jazmina Barrera nos invita a acompañarla en sus reflexiones y vivencias del embarazo, parto, lactancia y ese ejercicio misterioso, fantástico y terrible que es la maternidad. Un libro lleno de preguntas, de una sinceridad brutal y bella, plagado de citas y letras de otras mujeres que han maternado. Este es un libro que he recomendado muchísimo porque, no dudo, puede acompañar el tránsito de aquellas que escogen este camino y que, en algún momento, se sienten solas y -al mismo tiempo- ayuda a quienes no hemos vivido esta experiencia a acercarnos a ella, especialmente a los varones.
Una de las maravillas de leer (ver teatro, cine, escuchar atentamente música) es la posibilidad de adentrarse en experiencias ajenas. Y una de las razones de porque necesitamos leer más mujeres es que hay experiencias que sólo las mujeres pueden transitar y compartir. Desde acá aplaudimos los libros que hablan de la maternidad desde un lugar honesto y no idealizado. De la confusión, el miedo, la belleza y el abrume.