Durante las fiestas patrias, una noticia que cautivó nuestra atención fue el posicionamiento de la cueca “A tu lado” como la canción más reproducida de Spotify en Chile. El tema de la banda chilena Entremares marcó un hito al ser la primera vez en la historia que una cueca alcanza dicha posición en la plataforma. Sin duda, un record provocado por los y las entusiastas del folclor nacional, al ritmo de los zapateos y escobillados en las fondas y en los hogares.
A propósito de la cultura festiva de estos días y el ensalzamiento de los símbolos patrios que conlleva, quisiéramos reflexionar también sobre la importancia de considerar, por estas fechas, el valor de la interculturalidad.
Ya que Chile también ha vivido los ecos de una de las oleadas migratorias más fuertes de los últimos tiempos, esto ha generado la reactivación de discursos de odio y discriminaciones que ponen en peligro la convivencia y el respeto por las otras culturas que también habitan el territorio. Muchos de ellos, al delimitar una caprichosa frontera de identidad entre unos y otros, olvidan el origen mestizo de la chilenidad e incluso de sus emblemas.
Te has preguntado alguna vez, por ejemplo, ¿de dónde viene la cueca? ¿Es un producto cultural autóctono de esta tierra? Es algo que hasta el día de hoy no tiene respuesta. No obstante, algunas teorías como la de Benjamín Vicuña Mackenna, la ubican con raíz africana y traída por “esclavos negros” a la ciudad de Quillota. Otros, como el cronista José Zapiola, indican que precede de la “zamacueca peruana” originada en el virreinato.
Lo cierto es que, aunque a veces separadas por distancias geográficas, las distintas culturas del mundo han ido mezclándose, heredándose y acomodándose al encuentro humano a lo largo del tiempo.
El esplendor que hoy vive el folklore nacional, es también una oportunidad para reconocer el aporte que han hecho, hacen y seguirán haciendo otras identidades en la propia. Ya que nuestras costumbres y tradiciones son parte de un patrimonio vivo, es fundamental entenderlas siempre en potencia de cambio, como un espacio de encuentro, desde una identidad nacional que se fortalece con la diversidad y que no la excluye.
Esta columna fue parte del Boletín DiCREA. Inscríbete aquí para recibirla cada viernes