Adict@s a la energía: ¿Eres un@ de ell@s? ¿Soy un@ de ell@s?

  • 08-11-2024

Adicción: requerir una dosis creciente de algo para obtener el mismo efecto.

Estamos en crisis climática, la era de la ebullición incluso le han llamado a estos tiempos para llamar la atención sobre la urgencia de detener el calentamiento global. El acuerdo entre los gobiernos es limitarlo a una elevación de 1,5°C porque más allá de eso la cosa se vuelve extremadamente fea e imposible de controlar, al punto que debería darnos miedo. Pero no se habla mucho de ello. Los incendios de verano casi no se vinculan con el calentamiento global en las noticias, aunque es uno de los factores que los causan y que además hará que aumenten en intensidad y frecuencia, cosa que ya experimentamos desde hace unos años hasta este 2024 donde la superficie quemada llegó a las 71.923 ha, un milagroso 83% menos que el 2022-2023 cuando la superficie quemada llegó a las 428.343 hectáreas, cifra que lamentable y probablemente sea superada en el futuro. [1]

Pero al menos a nivel global existe en los foros internacionales multilaterales de gobiernos, un reconocimiento del problema, y un acuerdo de limitar el calentamiento global a 1,5°C. Ello se podría lograr si, según los cálculos del IPCC (Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático), se abandonan los combustibles fósiles para la generación de energía, y se reemplazan por fuentes renovables. [2]

Entonces se habla de transición energética, la transición sería de fuentes fósiles de energía a fuentes renovables, por las emisiones de carbono en forma de gas que se generan cuando se quema el carbón, el petróleo y sus derivados. Las emisiones de dióxido de carbono (CO2) son el mayor contribuyente al calentamiento global. En 2019, las concentraciones atmosféricas de CO2 fueron más altas que en cualquier momento en, al menos, 2 millones de años. [3]

¿Pero se resuelve la triple crisis ambiental con la transición energética? No. probablemente ni si quera solo la crisis climática. Porque todas las crisis están inter relacionadas. La crisis de exceso de contaminación en el planeta, la crisis de pérdida de biodiversidad, y la crisis climática, todas son a su vez causantes de las otras. Más calor, menos biodiversidad (por desaparición de especies que no resisten el cambio climático en los niveles que hoy existe), menos biodiversidad genera más contaminación (muchas especies de plantas retienen suelos y filtran contaminantes), más contaminación genera más pérdida de biodiversidad (por desaparición de especies que no resisten los niveles de contaminación actual), y así.

No se puede abordar una crisis aislada de las otras, y no se puede abordar una crisis aumentando las otras. Y la transición energética sólo está pensada para abordar la crisis climática. El problema es que se siguen aplicando las mismas reglas de mercado: el capitalismo, y cada día más neoliberal, más desregulado. Lo importante no es qué es lo que se vende, importa cada año vender más. Tampoco importan los efectos que genere esa producción.

La exigencia de estándares ambientales no ha sido una política de la industria ni del mercado, ha sido una conquista de las comunidades afectadas por la contaminación que han peleado por sus derechos. Pero estos estándares no están fijados para proteger los derechos de las personas, están fijados en función de la industria. Es el caso de los estándares para las emisiones de la incineración de basura. Estos han sido fijados de acuerdo a lo que un incinerador mínimamente puede generar bajo condiciones ideales de funcionamiento.

Pero como a la industria no le importan los efectos que genere su producción, no le molesta aumentar su producción, porque lo que les importa es, cada año vender más. Entonces quienes venden electricidad generada a partir de combustibles fósiles, hoy están “transicionando” a la producción de electricidad a partir de fuentes renovables, construyendo pantas solares y/o eólicas. Según el banco BBVA [4], las inversiones en energías renovables y su rentabilidad crecen exponencialmente.

Pero como lo que realmente les interesa es vender más cada año, necesitan que el consumo de electricidad siga creciendo.  Para eso nos meten cada año en el mercado, nuevos productos que necesitan electricidad para funcionar, y también por eso aumenta la electrificación en el mundo (como si fuera algo intrínsecamente bueno). ¿Realmente mejora la calidad de vida de las personas o la hace más parecida a lo que nos han impuesto como estándares de desarrollo? ¿Quién creó esos estándares?

Volvamos a los aparatos. ¿te has comprado un aparato eléctrico en el último año? ¿Cuántos aparatos eléctricos usaban nuestros padres y cuántos usamos nosotr@s? ¿cuánta electricidad usaban nuestros padres, nuestr@s abuel@s? ¿Cuánta usamos nosotr@s? ¿Cuántos GEI generaba una persona en la década de los 80, o del 60, o del 40, y cuántos generamos hoy en día? ¿Y cuántas personas habitan el planeta hoy v/s las que lo habitaban hace 30 años?

Pero además, dos personas hoy en día pueden gastar cantidades de energía totalmente distintas y lo mismo con las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI) que generan en su vida cotidiana. Mientras más dinero tiene una persona, más energía usa y más GEI genera en su vida. El 1% más rico de la población mundial genera la misma cantidad de emisiones de carbono que los 5.000 millones de personas que componen los dos tercios más pobres de la humanidad [5].

¿Y qué efectos genera la producción de energías a partir de fuentes renovables? Para eso tenemos que preguntarnos:

  1. ¿Cuál es la fuente material que requieren para su construcción? ¿Qué espacio ocupan y con qué usos de suelo son incompatibles? ¿qué efecto tienen en la biodiversidad? ¿Qué daños ambientales se generan para extraer la materia prima con la que se hacen las astas de los aerogeneradores, o para fabricar los pilares, o los cables para la transmisión de la electricidad que requieren la extracción de minerales como el cobre, para la construcción de las torres de alta tensión (que generan contaminación electromagnética)? ¿Qué sustancias químicas se usan para el refinamiento de los minerales y dónde quedan esos relaves?
  2. ¿A dónde van a ir a parar todos esos aerogeneradores y paneles solares cuando terminen su vida útil? Sobre todo las baterías de litio de los aparatos de electromovilidad que ya están en auge en Europa y Norteamérica. ¿Crees que las baterías son diseñadas por la industria para ser recicladas? Si les preguntamos tal vez digan que si, pero el método más usado para el reciclaje de baterías es quemarlas. Y no las “reciclan” en los países del primer mundo donde fueron fabricadas y/o usadas, sino que las exportan a nuestros países tercermundistas para que las “tratemos”.
  3. ¿Cuál es el impacto de la producción y consumo de todos los nuevos aparatos eléctricos y qué pasa con ellos al transformarse en residuos electrónicos y eléctricos, complementariamente llamados “residuos peligrosos”?.

El hidrógeno verde se promociona (incluso por el IPCC) casi como una salvación, ambiental y económica. Pero para generarlo se requiere alimentar esas plantas con electricidad proveniente de energías renovables (plantas eólicas o solares). También con agua porque el hidrógeno (H) que se produce proviene de moléculas de agua (H2O) que para liberar los átomos de H deben ser destruidas.

Es decir, la producción del combustible H verde requiere la destrucción de moléculas de agua para siempre. Pero la industria sabe (que la gente sabe) que el agua dulce es muy escaza. Por eso construyen plantas desalinizadoras de agua de mar (que también necesitan electricidad para funcionar). ¿Y dónde queda toda esa sal, y qué efecto genera en el lugar donde se deja? Además, la desalinización y posterior destrucción de una molécula de agua de mar, es la destrucción de una molécula de agua al cabo.

Entonces ¿todo lo que hagamos genera daños ambientales? No. El problema es que todo lo que hacemos es aumentar nuestro consumo de energía.

Los daños ambientales se generan cuando nuestras actividades cotidianas se vinculan a mercados que se extienden más allá del territorio que habitamos y podemos observar. Mientras más grande sea la escala del mercado, mayores serán sus impactos.

Si nuestras actividades cotidianas no se vincularan a mercados, es decir, si solo viviéramos de nuestros ecosistemas obteniendo los alimentos, materiales, artefactos y energía por nuestros propios medios comunitarios y por nuestro bien común, probablemente los efectos negativos de nuestras vidas serían fácilmente absorbidos por los ecosistemas. Si eso te produce un rechazo instantáneo, también podemos pensarlo con mercados, es decir, con venta y compra de productos y servicios, pero desarrollados a una escala en la que podamos observar los efectos de esas actividades comerciales, sin desplazarlos a otros lugares donde la gente que los vea y sufra no sea parte de nuestras comunidades, y siempre limitando la oferta a lo que realmente necesitamos para vivir, y a lo que nuestros ecosistemas nos pueden entregar sin dañar su funcionamiento. Es decir, volver a ser parte de los ecosistemas, como lo fuimos por decenas de miles de años.

Los humanos somos animales, recordemos. Según la biología sistemática, pertenecemos a la familia de los homínidos junto con los orangutanes, gorilas y otros simios; a la clase mamalia donde estamos agrupad@s tod@s l@s mamífer@s desde el ornitorrinco hasta el human@; al orden de l@s cordad@s o animales con espina dorsal, donde estamos junto con los anfibios y peces; en el reino animal que lleva cientos de millones de años creando nuevas especies.

L@s human@s somos una de las especies más nuevas del planeta. Tenemos más o menos 200.000 años de existencia, y nuestra aparición fue posible gracias a todas las especies animales, vegetales, de hongos y bacterias que ya existían en ese entonces. Desde el comienzo de nuestra aparición hasta el año 10.000 AC, nuestro gasto energético era de 30×10⁶calorías por persona al día. A fines del siglo XIX el gasto energético aumentó a 123.000×10⁶ calorías por persona al día. Hoy el gasto energético ha aumentado a 1.656.000×10⁶ calorías por persona al día [6].  Es decir, hemos aumentado el gasto energético en un 1.300% desde comienzos de la era industrial, y en más de 5.500% desde la aparición de la especie en el planeta. Pero el gasto actual de energía aún no es suficiente. ¿Y cuándo lo será?

Este aumento del gasto energético no solo ha provocado un daño catastrófico a nuestro planeta, sino que además es totalmente innecesario e injusto. Es innecesario porque no busca satisfacer las necesidades de las personas, sino que busca hacer crecer los mercados y las ganancias de las industrias más poderosas. Es injusto porque genera daños al ambiente que nos terminan afectando a tod@s pero en especial afectan con mayor intensidad a quienes tienen menos acceso a los supuestos beneficios del uso de esa energía.

Finalmente, este aumento permanente del consumo de energía y productos simplemente está hipotecando el futuro de tod@s. Ni las nuevas ni las futuras generaciones tendrán la posibilidad de beber agua sin microplásticos. Hablamos de tus hij@s, tus niet@s, tus bisniet@s, tus tataraniet@s, que vivirán en una realidad cada año más apremiante por las extremas condiciones ambientales de calor, sequías, inundaciones, incendios, enfermedades, crisis humanitarias por migración de personas que ya no podrán seguir viviendo en sus territorios por los efectos de la crisis ambiental.

¿Es ese el único futuro posible? No. Es solo el más probable si todo sigue igual, pero hay otros escenarios que podemos empujar y por los que tenemos que luchar.

Lo primero, es abandonar el negacionismo de la adicción a la energía de las sociedades modernas, tomar conciencia de que no necesitamos consumir toda la energía ni los productos ni los servicios que nos ofrece hoy el mercado, y que al contrario, necesitamos reducir la energía que usamos, a nivel individual primero, pero sobre todo a nivel colectivo.

Instalar esto como sentido común no es fácil, pero es posible si asumimos la tarea de manera colectiva. Mientras más seamos, más rápido lo lograremos. Tenemos que hacerlo antes de que la realidad sea tan dura, que lo aprendamos a la fuerza con el colapso de los mercados globales, de los Estados, de nuestras sociedades, y de todos los ecosistemas.

 

[6] Fernandez, R.; Gonzalez, L. 2021. En la espiral de la energía. Editorial Marat.

 

 

Por Alejandra Parra Muñoz, Master en Planificación de la Universidad de Otago, Nueva Zelanda, Bióloga en Gestión de Recursos Naturales, co-fundadora de la Red de Acción por los Derechos Ambientales RADA, coordinadora de la Alianza Basura Cero Chile

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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