Crisis climática, imperialismo y la liberación de Palestina

  • 08-11-2024

Durante la Conferencia sobre Cambio Climático (COP28), celebrada en diciembre de 2023 en Dubái, el presidente colombiano Gustavo Petro declaró: “El genocidio y la barbarie desatada sobre el pueblo palestino es lo que le espera al éxodo de los pueblos del sur desatado por la crisis climática…Lo que vemos en Gaza es el ensayo del futuro”. 

Petro tiene razón. El genocidio en Gaza puede ser un presagio de que nos espera algo mucho peor si no nos organizamos y contraatacamos enérgicamente. El imperio y sus clases dominantes a escala mundial estarían dispuestos a sacrificar a millones de personas de color y a la clase trabajadora blanca para seguir acumulando capital, amasando riqueza y manteniendo su dominio.

Los costos para la naturaleza recaen sobre la población más vulnerable y marginada

El capitalismo siempre ha sido un sistema de costos no remunerados. Los costos se externalizan sistemáticamente y se trasladan a otros: a) a las mujeres y cuidadores, en cuanto a la reproducción social en gran medida no remunerada; b) de las zonas urbanas a las rurales; c) del Norte al Sur donde se crean las zonas de sacrificio, una dinámica facilitada a través de la deshumanización, la alterización y el racismo; y d) externalizando los costos a la naturaleza, tratándola durante siglos como una entidad que puede ser dominada y saqueada, e incluso mercantilizada, pero también considerándola como un sumidero. Todo esto provocó la crisis ecológica y climática.

 Los impactos de la crisis climática mundial que estamos atravesando se diferencian en función de consideraciones raciales, de clase y género, de si se trata de zonas urbanas o rurales, centros imperiales del Norte o periferias del Sur. También pueden distinguirse en términos de colonizador frente a colonizado.

Los palestinos e israelíes habitan el mismo terreno, pero existe una enorme desigualdad en cuanto al impacto y la vulnerabilidad, debido a que el colonialismo de colonos de Israel ha acaparado, saqueado y controlado la mayor parte de los recursos, como la tierra, el agua y la energía, y ha desarrollado, a espaldas de los palestinos y con el apoyo activo de las potencias imperialistas, la tecnología que contribuirá a aliviar algunos de los impactos de la crisis climática. 

Puntos de intersección entre la justicia climática mundial y la liberación de Palestina

Puede parecer infundado o incluso inadecuado hablar sobre cuestiones climáticas y ecológicas en el contexto del genocidio de Gaza, pero existen intersecciones importantes  entre la crisis climática y la lucha palestina por la liberación. De hecho, diría que no habrá justicia climática mundial sin la liberación de Palestina, y que la liberación de Palestina también es una lucha para salvar al planeta y la humanidad. Este no es un mero eslogan. Explicaré mi razonamiento a continuación.

En primer lugar, Palestina en la actualidad es un ejemplo perfecto del horror del sistema vigente y concentra sus contradicciones mortales. También demuestra su tendencia hacia el uso de violencia cruel a gran escala. Gramsci dijo una vez: “La crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer… y en este terreno se verifican los fenómenos morbosos más diversos”.

Holicidio: La destrucción absoluta de una sociedad y sistema ecológico 

En segundo lugar, lo que está ocurriendo en Gaza no es tan solo un genocidio. No estoy seguro de que exista la terminología adecuada para describir toda la destrucción y las muertes desatadas hoy contra los palestinos. Sin perjuicio de esta observación, lo que está ocurriendo es un ecocidio o lo que algunos describen como “holicidio”, que es la aniquilación de todo el tejido social y ecológico.

En tercer lugar, la guerra genocida en Gaza, al igual que otras guerras, también ha destacado el papel de la guerra y del complejo militar industrial en exacerbar las crisis ecológica y climática. Tan solo el ejército de Estados Unidos es el mayor emisor de gases de efecto invernadero del mundo, superando a algunos países de Occidente, como Dinamarca y Portugal. En los dos primeros meses de la guerra en Gaza, las emisiones de Israel superaron las emisiones anuales de al menos 20 países. Alrededor de la mitad de ellas proviene del transporte de armas de Estados Unidos a Israel. Estados Unidos no solo participa activamente en el genocidio, sino que además contribuye en forma considerable al ecocidio que está ocurriendo en Palestina.

En cuarto lugar, y este es mi argumento principal (basado en la obra de Adam Hanieh y Andreas Malm): no podemos disociar la lucha contra el capitalismo de los combustibles fósiles y el imperialismo liderado por Estados Unidos, de la lucha para liberar a Palestina. Israel como colonia de colonos euroestadounidense en Oriente Medio es un puesto de avanzada imperial. Alexander Haig, secretario de Estado durante el Gobierno de Richard Nixon lo dijo sin rodeos: “Israel es el mayor portaaviones estadounidense del mundo que no puede ser hundido, no tiene si quiera un soldado estadounidense y está ubicado en una región de importancia crítica para la seguridad nacional de Estados Unidos”. 

Oriente Medio como punto nodal en el régimen mundial de los combustibles fósiles

La importancia de Oriente Medio en la economía capitalista mundial reviste enorme importancia. La región no solo desempeña un papel fundamental en la mediación de nuevas redes mundiales de comercio, logística, infraestructura y finanzas, sino que además es un punto nodal clave en el régimen mundial de los combustibles fósiles y desempeña un papel integral en mantener intacto el capitalismo de esos combustibles a través de sus suministros de petróleo y gas. De hecho, la región sigue siendo el eje central de los mercados mundiales de hidrocarburos, ya que en 2022 representaba el 35% de la producción de petróleo del mundo. Israel también ha procurado ser un centro de energía en el Mediterráneo Oriental (a través de yacimientos de gas recientemente descubiertos, como Tamar y Leviatán), una aspiración impulsada por los intentos de la Unión Europea de diversificar sus fuentes de energía para abandonar su dependencia de Rusia, en el contexto de la guerra con Ucrania. El genocidio que Israel está perpetrando no fue un obstáculo para que se otorgaran licencias de exploración de gas a varias empresas de combustibles fósiles en las primeras semanas de la guerra genocida. 

Dos pilares principales conforman el edificio de la hegemonía estadounidense en la región hoy en día: Israel y las monarquías del Golfo ricas en petróleo. Israel como el aliado número uno de Estados Unidos en la región desempeña un papel fundamental en mantener el dominio de su imperio allí (y en otras partes) y su control de los vastos recursos de combustibles fósiles, principalmente en el golfo Pérsico e Irak. Es en este contexto que debemos entender los esfuerzos de Estados Unidos y sus aliados de integrar a Israel política y económicamente en la región desde una posición dominante: tecnología, armamento y materiales de vigilancia de última generación, pero también desalinización del agua, producción de alimentos a través del agronegocio, energía, etcétera.

Los acuerdos de Estados Unidos para dominar a la región

Los acuerdos de normalización de las relaciones entre Israel y los países árabes se remontan a los Acuerdos de Camp David de 1978 entre Israel y Egipto y al tratado de paz entre Jordania e Israel firmado en 1994. Una segunda ola de normalización de las relaciones de Israel con los Emiratos Árabes Unidos, Bahrein, Sudán y Marruecos tuvo lugar en 2020, con los Acuerdos de Abraham, impulsados por el Gobierno de Trump. Antes de los ataques del 7 de octubre, estaba previsto que Arabia Saudita e Israel, con el auspicio de Estados Unidos, firmaran un acuerdo similar para cimentar los planes imperiales estadounidenses para la región. Este acuerdo habría terminado para siempre con la causa palestina. Hamas, una parte integral de la resistencia palestina, interrumpió estos planes con los ataques del 7 de octubre.

La lucha por la liberación palestina es, por consiguiente, no solo una cuestión moral y de derechos humanos, sino fundamental y esencialmente una lucha contra el imperialismo y el capitalismo de combustibles fósiles liderados por Estados Unidos. No habrá justicia climática sin desmantelar la colonia sionista y profundamente racista que es Israel y sin derrocar a los regímenes árabes reaccionarios, fundamentalmente las monarquías del golfo Pérsico.

Palestina es un frente mundial contra el colonialismo, el imperialismo, el capitalismo de combustibles fósiles y la supremacía blanca. Nos compete a todos nosotros, de activistas por la justicia climática a organizaciones antirracistas, apoyar activamente a los palestinos en su lucha por la liberación y defender su derecho innegable a resistir por todos los medios necesarios.

Es una tarea muy difícil, pero como Fanon nos exhortó una vez, debemos, desde la relativa oscuridad, descubrir nuestra misión, cumplirla y no traicionarla.

Hamza Hamouchene (@Bentourmert) es un investigador y activista argelino. Actualmente es coordinador de programa del Transnational Institute (@TNI) para la región árabe. Es coeditor y coautor de la publicación “Desmantelar el colonialismo verde: energía y justicia climática en la región árabe”, copublicado en español por el TNI y CLACSO en 2024. 

 Esta es una versión ligeramente editada del discurso pronunciado por Hamza Hamouchene durante un panel del Black Lives Matter Liberation Festival, celebrado el 13 de julio en Londres. 

Traducción: Mercedes Camps       

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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