Sichel y el valor de la democracia: lecciones de ética desde Nueva Ñuñoa

  • 06-12-2024

El valor de la democracia en acción

El cambio de nombre de la calle República de Israel por Nueva Ñuñoa no solo representa una sanción simbólica y un acto de solidaridad, sino también una victoria para la democracia directa. La iniciativa, nacida de los propios vecinos y respaldada por el Concejo Municipal y el Consejo de Organizaciones de la Sociedad Civil (COSOC), refleja un proceso ciudadano legítimo, transparente y profundamente ético. Sin embargo, la respuesta del alcalde electo, Sebastián Sichel, desde un pedestal autoritario, ha tratado de deslegitimar esta decisión, calificándola como “antidemocrática” y lanzando acusaciones tan graves como infundadas, de “antisemitismo”.

Lo que se oculta detrás de estas acusaciones es una estrategia política que ha sido ampliamente utilizada para desviar la atención de los crímenes que Israel comete contra el pueblo palestino. En el ámbito político contemporáneo, el término “antisemitismo” ha sido distorsionado por el sionismo como un mecanismo de defensa para desvirtuar la crítica legítima a las políticas del Estado israelí. Esta maniobra no es nueva; Hannah Arendt ya advertía sobre cómo los regímenes totalitarios se apropian del lenguaje para legitimar lo ilegítimo. Al acusar de antisemitismo a quienes denuncian el genocidio en Palestina, no solo se banaliza este concepto, sino que se invisibilizan las luchas legítimas contra el racismo y la opresión en su forma más cruda.

Resulta paradójico que mientras Israel perpetra crímenes contra la humanidad, sus defensores locales prefieran escandalizarse por el cambio de un nombre en Ñuñoa. Una calle puede cambiar de nombre -como sucedió con Av. Nueva Providencia o Av. Sebastián Piñera, entre tantas-, pero lo que realmente perturba a estos sectores es que se cuestione la narrativa dominante, que se cuestione la impunidad. Como escribió Walter Benjamin, “no hay documento de cultura que no sea a la vez un documento de barbarie”. Quizás el nombre Nueva Ñuñoa sea precisamente una respuesta ética frente a esa barbarie.

Sebastián Sichel: entre la banalidad y la ignorancia autoritaria

El alcalde Sebastián Sichel parece haber olvidado que gobernará para los mismos vecinos que impulsaron esta medida democrática. Su desdén hacia el Concejo Municipal y las organizaciones ciudadanas no solo muestra un autoritarismo preocupante, sino también una alarmante falta de respeto por los principios de la democracia participativa. Al calificar la medida de “antidemocrática”, Sichel ignora no solo el proceso, sino también el contexto ético: más de un año del genocidio más horroroso del siglo XXI, perpetrado por Israel sobre el pueblo palestino.

En su intento por deslegitimar el cambio de nombre, Sichel llega a afirmar que esta acción “trae un conflicto internacional a la comuna”.

¿De verdad? ¿Desde cuándo un acto simbólico, como cambiar nombre a una calle, volviendo a su nombre original, tiene más peso a nivel internacional que el asesinato de decenas de miles de palestinos?

Es evidente que Sichel está más preocupado por un simple cambio simbólico que por la responsabilidad moral de los líderes locales en un mundo cada vez más interconectado. Quizás el alcalde electo debería dedicar menos tiempo a defender lo indefendible y más a reflexionar sobre las consecuencias de sus posturas políticas, especialmente cuando éstas afectan el valor intrínseco de todas las vidas humanas.

Ética y justicia en tiempos de hipocresía

El sionismo, con sus estrategias de distorsión, manipulación y propaganda, ha demostrado ser el verdadero antijudaísmo, al instrumentalizar el sufrimiento histórico de las comunidades judías para justificar los crímenes de Israel. En Ñuñoa, los vecinos han hablado con claridad: no rendirán homenaje a un Estado que viola sistemáticamente los derechos humanos.

Mientras tanto, los sionistas y sus aliados naturales de la ultraderecha se escandalizan por un cambio de nombre en una calle, a la vez que guardan silencio frente al genocidio en Palestina. La verdadera inmoralidad está en ese silencio cómplice que refleja una moralidad que prefiere proteger la imagen de un Estado criminal antes que denunciar las violaciones a los derechos humanos. Como bien lo dijo Theodor Adorno: “El primer acto de la libertad es el despertar de la conciencia crítica”. El acto de renombrar una calle es una oportunidad para esa liberación de la conciencia colectiva, y frente a ello, no hay más antisemita que el sionismo.

 

Por Tania Melnick, vecina de Ñuñoa, vocera Judíxs Antisionistas contra la Ocupación y el Apartheid y vocera Coordinadora por Palestina

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

Presione Escape para Salir o haga clic en la X