Si Allamand hubiese ganado la primaria frente a Longueira quiere decir, a la luz de los últimos acontecimientos, ¿que la UDI no lo habría aceptado sino a regañadientes como abanderado único de la derecha?
Si cuando, ante la resignación del líder gremialista, se hizo ver a Renovación Nacional que el reflotable candidato recibía el veto de sus socios, significa eventualmente ¿Que le incomodaba el carácter vinculante de la primaria del 30 de junio?
Este es el cabo suelto que deja la “automarginación absoluta” de Allamand en la búsqueda de un reemplazante de Longueira. El partido de éste no sólo le hizo ver al jefe de RN que su “candidato natural” no provocaba consenso en la coalición, sino que golpeó el tablero al colocar en él a la ministra Evelyn Matthei, en una jugada que se volvió irreversible para el vetado, más allá de las quejas y berrinches de los dirigentes de su partido.
A esas alturas, los hechos estaban consumados: en 48 horas la UDI proclamó a la candidata y ésta aceptó, renunciando al ministerio del Trabajo por teléfono y correo ante el presidente Piñera, dando una ronda de entrevistas periodísticas e iniciando su campaña en terreno junto a Laurence Golborne, en momentos que Allamand ni siquiera terminaba de hacer su anuncio ante el periodismo.
Un operativo fulminante que al dejar fuera del camino al ex candidato presidencial de RN afianzó la posibilidad de que Matthei se caminara hacia la candidatura única de la derecha.
Para anticipar el final de este “reality” político hay que remontarse a los episodios y aún las temporadas anteriores. Ya en 1993 Pablo Longueira nos decía en una larga y distendida entrevista que si había un dirigente del partido aliado que él nunca podría aceptar ése era Andrés Allamand.
Antes, la diputada Matthei nos había dicho que el único hombre con pantalones en la derecha era Longueira. A raíz del “Piñeragate”, el presidente en aquellos años de Renovación, Allamand, no la defendió y tuvo que irse el partido.
Con el tiempo, Matthei recompuso relaciones con el actual Jefe de Estado, apoyándolo resueltamente en su última campaña electoral. No así con Allamand, con quien no se saludaba en el Senado, ni en el gabinete ministerial. Pese a que éste se convirtió en uno de los samuráis de Lavín en su segunda campaña presidencial y a que objetó la candidatura presidencial de Piñera en 2005, la UDI lo siguió viendo como el hombre que “ocasiona problemas” donde esté, sin olvidar que también rompió con Longueira cuando ambos eran senadores.
La paletada que sepultó la candidatura de Golborne, por los asuntos Cencosud e Islas Vírgenes; su mala reacción ante el triunfo de Longueira en la primaria; su sorpresiva aparición como candidato a senador por Santiago Poniente; sus críticas al supuesto favoritismo de Piñera por su contendor, y aún el acuerdo del presidente de RN con la Democracia Cristiana para modificar el binominal terminaron de enajenarle la voluntad de la tienda gremialista.
Después de la transmisión de anoche, en que se anunció que la comisión política de RN acordó mayoritariamente ver los modos de cómo se integraría a “la candidatura de UDI, el epílogo del “reality” programado para el 3 de agosto importa menos. Insista o no el consejo general del partido con otra carta, las posibilidades de la derecha, a una o dos bandas, quedaron seriamente dañadas ante la ciudadanía. Pese a las primarias, fueron las cúpulas las que terminaron por definir las candidaturas y eso significa un retroceso, más allá de la credibilidad para gobernar con que quedó la derecha.
Frente a Bachelet, esta otra hija de un general de la Fuerza Aérea de signo político opuesto tendría que hacer una campaña que solidifique su trayectoria más antigua, su igual conocimiento por la gente y sus cualidades, tan notorias como sus defectos.
Para la derecha, el “reality” podría terminar en agosto, pero a nivel país el final seguirá abierto y eso le da todavía un margen de interés, aunque el grado de sintonía continúa incierto.