Así como las marchas de los estudiantes desataron una amplia movilización social partir del año 2011, la conmemoración del Golpe de Estado de hace 40 años tuvo su propia virtud: dar un poderoso golpe de memoria respecto de sucesos que se niegan a desaparecer del inconsciente colectivo, arrastrando a gente que no quería recordar ni condolerse de los crímenes cometidos durante la dictadura cívico-militar.
Es más, después que los espacios de la agenda pública y medial comenzaran a coparse en agosto con los recuerdos de septiembre, quedaron varias consecuencias que tienen que ver con las próximas elecciones de noviembre y aun con las de cuatro años más.
La derecha más recalcitrante, que no es sólo la que se nuclea en la UDI, criticó la iniciativa presidencial de hacer un acto de Estado de recordación en La Moneda, algo que le resultó aún más irritante con la declaraciones previas del Primer Mandatario de que hubo “cómplices pasivos” de los atropellos a los Derechos Humanos durante 17 años.
Estos acusaron el golpe de mala manera: trataron de “empatar errores con horrores” y al no poder negar los segundos admitían de hecho –como dijo un analista- que hicieron lo mismo que suponían que los otros le harían a ellos.
Cuando algunos empezaron a pedir perdón por sus omisiones, otros como Evelyn Matthei cayeron en contradicciones. Su conducta errática tuvo un mal remate cuando acudió a La Moneda a la convocatoria de Piñera. Leyó en el patio una declaración anti-violencia con la que trató de igualarse con Bachelet. La abanderada de la Nueva Mayoría acababa de pronunciar un discurso en el Museo de la Memoria, poco antes que el Presidente hiciese el suyo en el palacio de Gobierno.
Las figuras de la jornada fueron sólo ellos. El vis-à-vis entre ambos vino a confirmar los planes del gobernante de una nueva postulación presidencial en cuatro años más –así lo declaró por televisión el parlamentario Alberto Cardemil, un clásico antipiñerista dentro de Renovación Nacional. El acto por el Golpe sería parte de un diseño estratégico, que en lo inmediato tiene el efecto de desdibujar a Matthei.
También el plano de la contingencia política se replicaron, por parte del jefe del PS, los llamados de la derecha a que la Democracia Cristiana reconociese su apoyo al Golpe. “Algo tiene que explicar”, dijo Osvaldo Andrade, provocando una respuesta a la defensiva de su par Ignacio Walker. “Tal vez fuimos ingenuos, pero no golpistas”.
Mariano Ruiz Esquide, uno de los firmantes de la “Declaración de los Trece”, que a las 48 horas de producido el Golpe lo condenó, tildó de “majaderas” tales exigencias, las que también molestaron a Bachelet por torpedear la unidad histórica de dos partidos reconciliados.
Ricardo Lagos también terció en el debate interno, para decir en forma tonante que “son inaceptables las críticas al Presidente Allende” implícitamente contenidas en los pedidos de perdón de ciertos autocríticos, aludiendo sin duda a Camilo Escalona, quien estimó oportuno sumarse en esta hora al arrepentimiento generalizado.
Con el correr de los días la Corte Suprema de Justicia hizo su propio “mea culpa” por “faltar a sus deberes jurisdiccionales”, aunque sin pedir perdón, como en la víspera se lo habían demandado los jóvenes dirigentes de la Asociación de Magistrados. Sí lo hicieron expresamente las iglesias evangélicas, que llamaron en su Te Deum, a todos a pedirlo, no así la Iglesia Católica. Y no tenía por qué –salvo curas como el cardenal Jorge Medina y Raúl Hasbún-, ya que en su conjunto ella defendió resueltamente a las víctimas de la dictadura.
Los medios -también apuntados, “la mayoría de ellos”, por el Presidente de la República como cómplices- lo pidieron de manera alucinante. Día a día transmitieron las “imágenes prohibidas” desde el “Once” y programaron documentales, telefilmes y debates, a los que se sumaron los anuncios en salas de obras de teatro, películas y actos académicos.
Cuando el reloj marcó la hora del bombardeo, hace cuatro décadas, de La Moneda, Televisión Nacional hizo públicas las grabaciones que el periodista Jaime Vargas (muerto después de su exilio) debió entregar a las nuevas autoridades de su canal, para que no se emitiesen.
Fue como un mentís al antiguo proverbio chino, que dice que el pasado se puede mirar, pero no tocar. Las imágenes del cruento ataque aéreo eran tan vívidas, que se podía sentir que llegaban en directo. .En off se superpuso el relato del periodista Ignacio González Camus –de radio Balmaceda, autor de “El día que murió Allende”, como haciendo realidad lo que dice Ernesto Sábato en la novela “El Túnel”: cuando se viven ciertos momentos (cita no textual), se sabe que su recuerdo surgirá cada vez que se les evoque como si se estuviesen viviendo de nuevo.
Algo que se originó estos días fueron las entrevistas que el general (r) Manuel Conteras quiso dar a tres canales de TV. La repulsa que causaron sus dichos siguió con el reclamo de los familiares de los DD.DD. para que se saque de sus privilegiadas internaciones al “Mamo” y demás agentes de la represión y se les degrade, es decir, se les expulse de las instituciones armadas. A esto se sumó el pedido del partido Comunista de que se desclasifiquen los documentos de la Comisión Valech, para establecer las identidades de quienes declararon ante ella y realizar nuevas indagatorias para llegar al paradero de los detenidos desaparecidos.
Las recordaciones siguieron todavía el día 22, con los 40 años de la muerte, a pocos días del Golpe, del Premio Nobel de Literatura Pablo Neruda. TVN –otra vez- mostró cómo los militares lo hostigaron y humillaron, enfermo como estaba, quemaron sus libros y recuerdos e intentaron destruir sus casas La Chascona y La Sebastiana.
Hoy expertos españoles y estadounidenses tienen restos en sus laboratorios para determinar las causas de su muerte. Se sospecha envenenamiento del poeta al que exigían que revelara dónde escondía armas y que había tenido un gran compañerismo con Salvador Allende.
Todo esto es algo de lo que dejó la intensa, amplia conmemoración de los 40 años del Golpe, dentro de la internalización que más que los pedidos y demandas de perdón y reconciliación, lo que importa es la entrega de verdad, justicia y reparación.