Yuraszeck y Estévez

  • 30-12-2013

Ante el Tribunal de Honor de la Asociación Central de Fútbol (ANFP) se lleva una dura contienda entre los presidentes de dos equipos universitarios. Una disputa que nada tiene de deportiva y que más bien da cuenta del pugilato verbal de estos dos mandamases después del último clásico entre la “U” y la “UC”, clubes que llevan el nombre de los dos centros de educación más antiguos y prestigiados del país. El reproche que ambos se hacen es de haber faltado a la ética después de que el árbitro del encuentro decidiera suspender el partido, luego que desde las enardecidas barras fuera lanzado un objeto a la cancha. Uno habría intentado revertir la decisión del Juez, mientras que el otro habría inducido al jugador afectado por el proyectil a exagerar su lesión.

Más allá de lo que pasó futbolísticamente y si el juez de la brega fue o no criterioso al suspender el espectáculo, la opinión pública ha podido observar el grosero comportamiento de dos autoridades del fútbol con pasado en la política y que hoy ofician de presidentes de dos clubes “universitarios”. Nos referimos a un irrestricto pinochetista como José Yuraszeck,  favorecido como otros con la Dictadura y que llegara rápidamente a ocupar puestos muy altos en la empresa privada, donde tuvo que afrontar múltiples acusaciones y epítetos por su enriquecimiento ilícito mediante artilugios que incluso traicionaron la confianza de otros colegas ejecutivos o accionistas de las empresas en que operó. Aludimos, asimismo, a un otrora vociferante dirigente de izquierda como Jaime Estévez, una de las figuras más radicales del espectro político al momento del Golpe Militar de 1973 y que partiera exiliado a la propia Unión Soviética, destacándose, entonces, por sus proclamas desde la radio Moscú en su programa “Escucha Chile”; una emisión en onda corta muy emblemática y escuchada clandestinamente en los primeros años del régimen de facto en nuestro país. Un militante del Mapu, primero, y luego del Partido Socialista, que llegara con la Concertación al Banco del Estado de Chile, donde gestó la aprobación de un millonario crédito a un empresario que, con recursos de la entidad financiera de todos los chilenos, pudo adquirir otro banco y a cuyo directorio incorporó posteriormente a Estévez luego de su paso por el “servicio público”.

Sería largo detallar cómo ambos personajes derivaron en el fútbol y quedaron a la cabeza de los directorios de estos dos clubes. Valga decir que en el mundo entero, son las contiendas futbolísticas uno de los más lucrativos negocios y la FIFA, su organismo rector,  un poderoso consorcio multinacional con sus propias directrices y muy poco controlada por las legislaciones de los países donde opera. Desde que fueron adquiridos y reorganizados los grandes clubes como sociedades anónimas, se asume que los presidentes de éstas son los mayores accionistas o sus representantes. Tal como en su momento, otro de los grandes millonarios chilenos,  como Sebastián Piñera, decidiera invertir dinero y convertirse en una pieza clave del Colo Colo. Se dice que con la privatización del fútbol murió el encanto que tenían estas competencias en que el fervor de los hinchas jugaban un papel fundamental, cuando  los equipos y los deportistas traspiraban por el amor a la camiseta más que por las millonarias transacciones que siguen a cada campeonato, las que puede arreglarles la vida definitivamente, aunque la tajada que obtengan nunca sea tan suculenta como la que reciben sus dueños y representantes.

Lo que resuelva la Asociación Nacional de Fútbol ya no será muy relevante en la convicción que los empresarios y la política tienen de estos dos “nuevos ricos” que en el pasado estuvieran en tiendas políticas opuestas y que hoy se comportan iguales y cumplen idénticas funciones y persiguen los mismos propósitos desde sus respectivas empresas futbolísticas. En efecto, las trayectorias de ambos lo que demuestra es que la política brinda siempre una buena oportunidad de acceder a los buenos negocios y lograr las propia complacencia de quienes ejercen en ella. Tal como demuestra, asimismo, que el campo de la empresa es tierra fértil para el enriquecimiento de los más inescrupulosos o amorales sujetos. Yuraszeck y Estévez son, en este sentido, astillas del mismo palo que en sus innegables destrezas han sido capaces de sortear la justicia y el escrutinio público. Sin embargo, el Tribunal de Honor de la ANFP podría darnos la oportunidad de que ambos fueran sancionados por su común falta de idoneidad, despropósitos y mutuas recriminaciones de dolo y transgresiones a la ética.

Una sanción ejemplar, en este sentido, podría inducir a  las universidades de Chile y Católica de Chile a revisar su relación con estos planteles futbolísticos a fin de cortar amarras con estas entidades que claramente persiguen fines de lucro, lo que evidentemente no se aviene con la tan proclamada misión pública de estos centros académicos. O, al menos, estas universidades podrían exigir que estas empresas honren con su recato y transparencia el nombre que todavía se estampa en las camisetas y símbolos corporativos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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