El 28 de diciembre pasado, en Guayas, a propósito de la inauguración de un hospital, Rafael Correa hace uso de la palabra. En el discurso, sin temor a que lo tilden de “conservador” u “homofóbico” cuestiona la doctrina del género que difunden los “progres” y defiende la familia como el fundamento de la sociedad.
Se refiere en duros términos a ese fundamentalismo que niega el sexo biológico y sostiene que el género es una construcción cultural electiva. Explica: “insistir que se tiene la libertad de escoger si uno es hombre o mujer no resiste el menor análisis. Eso es una barbaridad que atenta contra las leyes de la naturaleza”.
El verdadero feminismo -expresa el líder ecuatoriano- es “el que busca igualdad de derechos y eso no implica irse al otro extremo como preferir que los hombres parezcan mujeres y las mujeres, hombres. De esto ¡basta!” Añade, “no es correcto que los activistas de esta ideología imponga su enfoque y lo enseñen en los colegios”.
“Somos, gracias a Dios, los diferentes y complementarios hombres y mujeres. No se trata de estereotipos, pero que saludable que la mujer guarde sus rasgos femeninos y el hombre, los masculinos. Cualquiera, puntualiza, es libre de ser un hombre femenino o una mujer varonil, pero prefiero la mujer que parece mujer y el hombre que parece hombre”.
Adelantándose a comentarios negativos de los “progresistas” Correa comenta: “Con seguridad me motejarán de cavernícola o de retardatario y de no estar en la vanguardia. Estimo que esa ideología destruye la base de la sociedad que es la familia. Me van a decir que ya no soy de izquierda…Esto nada tiene que ver con izquierda y derecha”.
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