La insostenible correlación de lento crecimiento de las economías desarrolladas y el explosivo aumento del valor de las inversiones en sus mercados bursátiles -resultado de las políticas extraordinarias de liquidez de sus bancos centrales en los últimos años- está generando una burbuja financiera cuyo reventón ante cualquier movimiento al alza de las tasas de interés podría producir una nueva reacción depresiva en cadena a nivel global.
Solo hace unos días, el propio presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi ha advertido que “hay burbujas en los mercados financieros” y que una corrección es inminente. El peligro se cierne no sólo sobre Europa, sino también sobre EE.UU., país que ha mostrado una inesperada caída en su PIB del 1% en el primer trimestre 2014, lejos del repunte de 0,1% que esperaba el mercado. Se trata de su mayor baja de los últimos tres años, confirmando el estancamiento de la economía norteamericana, no obstante los buenos datos de sus principales bolsas.
En Europa, en tanto, las cifras aparecen mejoradas gracias a nuevas metodologías contables y el incremento del PIB español en 0,4% en el primer trimestre, por ejemplo, es resultado del fuerte avance del gasto público de 4,4%. Según analistas, sin dicho aumento, el PIB hispano habría retrocedido 0,4%. De allí que la directora del FMI, Christine Lagardé, haya reiterado sus advertencias, denunciando que la banca europea sigue negándose a las reformas requeridas.
Así, mientras los índices bursátiles como el Dow Jones, FTSE, Ibex35 o el Dax alemán muestran un aumento imparable, la economía real sigue con desempeños decepcionantes, sin poder salir de la crisis que ya se extiende por sexto año. En dicho marco, las firmas ligadas a la Internet ven aumentar sus precios a la velocidad de la luz, posibilitando un cuadro en el que, con igual rapidez, podrían propagar desastres, alterando en pocas horas las decisiones de la manada financiera.
El mediocre desempeño económico real, bajas tasas que desestimulan el ahorro, cuantiosos traspasos de papel moneda casi gratis desde los bancos centrales a la banca internacional y la escasa regulación financiera, han reforzado esta cultura de apuesta, propiciando el auge del valor de las acciones como último refugio financiero que pudiera equilibrar los multimillonarios pasivos de la quiebra económica de 2008, con estos activos ultra revalorizados.
La idea de implantar la Tasa Tobin, como impuesto a las transacciones financieras, ha pasado al olvido, mientras la banca y grandes corporaciones mantienen su enorme poder de presión sobre los gobiernos, dada su calidad de “muy grandes para caer”. Y como el crecimiento e inversión en nuevos proyectos es escaso o nulo, los salarios han seguido igual camino, incrementando los ya escandalosos niveles de desigualdad.
En opinión de diversos especialistas, la sobrevaloración de numerosas empresas, gracias al dinero barato a que tienen acceso la banca mundial y las mega-corporaciones, no puede mantenerse indefinidamente, pues alientan desequilibrios, estimulan la especulación y ralentizan la economía real. Sin amenazas visibles de inflación, sino más bien de deflación, y pocas señales de presiones alcistas del petróleo, la preocupación de las autoridades es ahora la enorme liquidez inyectada por los bancos centrales, que no llega a la economía real, ni a los consumidores corrientes, pero que incrementa el valor de los bienes de ultra lujo. El necesario cambio de dirección vendrá cuando la Fed y el BCE comiencen a subir las tasas y los actuales retornos bursátiles se esfumen.
Para Japón, empero, tras destacar los “firmes progresos” en el alza de la inflación en los últimos meses, el FMI ha subrayado que el “agresivo ritmo” de expansión monetaria debe continuar por “un prolongado periodo de tiempo” para consolidar “la subida en el crédito bancario, incluido a las pequeñas y medianas empresas”. Las proyecciones del FMI para la potencia asiática prevén un inflación del 1,1% para fines de año. Siguiendo los pasos de EE.UU., en 2013, el Banco de Japón activó un enorme paquete de estímulo monetario con el objetivo de poner fin a la deflación que afecta al país desde hace 15 años, depreciar su moneda y mejorar sus exportaciones.
Pero aunque su recuperación pareciera apuntalarse, los técnicos del FMI advierten que una “moderación del crecimiento mayor a lo esperada” en China puede afectar los envíos, mientras que los riesgos geopolíticos de Ucrania y Tailandia pueden provocar una inesperada subida de los precios de la energía, alterar las cadenas de suministro y disparar una nueva apreciación del yen.
La Oficina de Análisis Económico de EE.UU., a su turno, mostró que la producción se contrajo a una tasa anualizada del 1% en el primer trimestre. Esta caída de la primera economía del mundo es el resultado de la disminución simultánea en varios sectores: exportaciones, inversión privada (fija, residencial y no residencial, que bajó en 11,7%) y gasto público interno (el gasto público externo aumenta, pero no le aporta al PIB). Sólo el consumo privado, responsable del 70% del PIB, mostró una expansión del 3,3%, pero que fue insuficiente para revertir el descenso del resto de la economía, hecho que hará muy difícil cumplir las metas de crecimiento del 4% para este año, estimándose que EE.UU. crecerá entre el 2,5% y el 3%.
Esta disminución de casi 12% en la inversión privada, así como la persistente contracción de la construcción en la potencia del norte muestra que la ultra-concentración del capital, junto a un entorno de inestabilidad y cambios, puede echar por los suelos la teoría de que “la inversión aumenta cuando las tasas de interés están bajas”. Y si las bajas tasa de interés no están estimulando la inversión y sólo aumentando ficticiamente el volumen de la burbuja bursátil, lo previsible es que un alza de los tipos prematura podría terminar llevando a la economía global a una estanflación, con mayor desempleo y bajos salarios. Como advirtió Mario Draghi, la nueva gran burbuja en los mercados financieros amenaza seriamente con una “corrección fuerte y desordenada”.