Los economistas Mark Blyth y Eric Lonergan, propusieron que los Bancos Centrales del mundo entreguen directamente dinero a los ciudadanos como fórmula para acabar con la desigualdad global entre ricos y pobres y, de paso, con la larga crisis financiera mundial iniciada en 2008.
Los especialistas hacen su planteamiento en la edición septiembre-octubre de la conservadora y prestigiosa revista norteamericana Foreign Affairs, en un artículo que titulan “Print Less but Transfer More, Why Central Banks Should Give Money Directly to the People (Imprimir menos y transferir más ¿Por qué los bancos centrales deberían dar directamente dinero a la gente?).
Blyth y Lonergan estiman que hasta ahora, las políticas aplicadas por los centrales (reducciones de tasas de interés y aumento de la liquidez) así como las bajas de impuestos han beneficiado a los más ricos, pero han hecho poco o nada por la economía en su conjunto. Distribuir dinero entre los ciudadanos, empero, impulsaría la demanda y reduciría el desempleo; estimularía la inflación y ayudaría a poner fin a la crisis de la deuda global.
El documento ha generado polémica y en su diagnóstico coincide con analistas que han señalado que dichas políticas anti crisis han alentado la creación de burbujas en la medida que la banca recibe dinero a casi cero por ciento de interés y lo coloca a 6%, estancando la economía al reducir la demanda agregada y el consumo y potenciando el alza del desempleo y caídas en la inversión, pues las grandes empresas acumulan caja previendo peor futuro.
Los autores recuerdan que en los años 30, en medio de la Gran Depresión, John Maynard Keynes propuso enterrar botellas llenas de billetes en antiguas minas de carbón para que una vez descubiertas (como el oro) crearan nueva riqueza y estimularan el gasto. Milton Friedman, por su parte, sugirió la tesis de “lanzar el dinero desde un helicóptero”.
En los hechos, las políticas aplicadas hasta ahora no ha estimulado la inversión privada y solo han alimentado un ciclo de auges y caídas en los valores de los activos con el resultado de distorsionar los precios y provocar un empeoramiento en la desigualdad social.
De acuerdo al trabajo, las transferencias de dinero a sectores de menores ingresos, más propensos a consumir, pondrían en marcha la economía, impulsando la demanda agregada. Para los autores del documento, los gobiernos se han equivocado al tratar de impulsar la economía desde las partes superiores. Para hacer bien las cosas, estiman que la autoridad debe impulsar la economía desde abajo. De allí que, en lugar de transferir miles de millones a la banca, los centrales deberían entregarlo directamente a los consumidores, que gastarán el dinero e impulsan el flujo comercial. Para los autores, el objetivo sería el 80% de los hogares de menores ingresos.
Refiriéndose al eventual carácter inflacionario de la medida, los autores dicen que en momentos en que arrecia la deflación en Europa y cuando las presiones inflacionarias van por el lado de los productos energéticos, una inflación moderada del 5% o 7% podría incluso ayudar a mejorar la deuda de los países, haciéndola retroceder. Los economistas destacan que en las últimas tres décadas, el salario del 40% de la fuerza de trabajo en los países desarrollados se ha estancado, mientras que los más ricos han visto crecer aceleradamente sus ingresos. Estiman que el 5% más rico posee el 40% de la riqueza total, en una tendencia que no deja de ampliar la brecha entre ricos y pobres.
¿Cómo se realiza la operación de transferencia al 80% más pobre? Blyth y Lonergan señalan que el Banco de Inglaterra, el Banco Central Europeo y la Reserva Federal ya tienen activos superiores al 20% del PIB de sus respectivos países, por lo que no ven razón para no invertir esos activos en renta variable global, a nombre de sus ciudadanos. Tras 15 años, los fondos distribuirían sus participaciones entre los cuatro primeros quintiles de contribuyentes a través de cuentas individuales de ahorro libres de impuestos y los gobiernos impondrían ciertas restricciones simples sobre cómo utilizar ese capital.
Por ejemplo, dicen, los beneficiarios podrían ser obligados a retener los fondos como ahorro o para financiar su educación, pagar deudas, iniciar un negocio o invertir en una casa. Estas restricciones alentarían a los beneficiarios a pensar en las transferencias como inversiones a futuro y no como premios de lotería. El objetivo sería aumentar la riqueza en el extremo inferior de la distribución del ingreso en el largo plazo.
Concluyen asegurando que el sistema es capaz de autofinanciarse, pues la mayoría de los gobiernos puede emitir deuda a una tasa real cercana a cero. Los activos que actualmente poseen podrían tener una tasa de 5% de rendimiento real, que es una estimación conservadora respecto de rendimientos históricos dados y valoraciones actuales. Gracias al efecto del interés compuesto, las ganancias de estos fondos ascenderían a alrededor de 100% después de sólo 15 años. Así, después de 15 años podría pagar la deuda y transferir el exceso de capital a los hogares.