La historia de las acciones de las Fuerzas Armadas y de Orden chilenas no tiene nada de Gloriosa. Desde que las tropas mercenarias de Diego Portales, José Joaquín Prieto y Manuel Bulnes (el Ejercito oligárquico) aniquilasen al Ejército de ciudadanos en la Batalla de Lircay, lo que se ha instalado en nuestro país son cuerpos armados diseñados estructuralmente para defender los intereses y el orden de las clases dominantes.
Las Fuerzas Amasas, y en especial el Ejército, han tenido un rol fundamental en la construcción, consolidación y defensa de un Estado autoritario, centralista, oligárquico, favorable a una minoría privilegiada resiente en la capital. Fueron estas Fuerzas Armadas las que sometieron a las provincias a la hegemonía capitalina tras diversas Guerras Civiles, las que sometieron a Chiloé, anexaron las tierras de Magallanes (permitiendo el exterminio de la población originaria), las que invadieron y usurparon territorio mapuche y el Norte perteneciente a Perú y Bolivia (y, antes que ellos, a aymaras, quechuas, collas y likanantay), los que colonizaron Rapa Nui y la Antártica. Invasiones, despojo, matanzas, represión, fueron las herramientas con las cuales el Ejército y la Armada construyeron el territorio chileno.
Al tiempo que el Ejército fue anexando territorios, también fue reprimiendo las culturas e identidades locales para imponer el relato único de la Identidad Nacional que fabricaron los dueños del Estado; que nos habla de una sola Nación, identificada con un solo Estado cuya historia es equivalente a la historia de los dominadores.
Las grandes “glorias” de las Fuerzas Armadas y la Parada Militar no son más que el reconocimiento del rol de instrumento colonizador y defensor de los dominadores que el Ejército, la Armada, Carabineros, la Fuerza Aérea e Investigaciones, han tenido durante toda su historia. Una historia en donde sus mayores “batallas” han sido contra el propio pueblo. El historiador Gabriel Salazar contabiliza más de 20 masacres perpetradas por el Ejército hasta el Golpe Militar de 1973. Por supuesto, en la Parada Militar no se recordarán a los mapuche exterminados en la “Pacificación”, el derrocamiento de Balmaceda, a los más de 2 mil muertos en Santa María de Iquique, las acciones del Regimiento Esmeralda en la salitrera de San Gregorio, los 500 muertos de la Masacre de Marusia, los 2 mil asesinados en La Coruña, los más de 400 acribillados en Ranquil, los ataques de la Aviación en la José María Caro, entre otras “gloriosas” acciones que precedieron al infame genocidio iniciado el 11 de setiembre de 1973. Un pasado que, por supuesto, no recordarán, así como tampoco recordarán este presente de más de 60 asesinados por las Fuerzas Armadas y de Orden desde el gobierno de Aylwin a la fecha; ni a los “pelados” que murieron en Antuco tras ser obligados a marchar durante una ventisca por sus superiores (en rango y clase social).
Sin embargo, dentro de la negra y nefasta historia de este Ejército al servicio de los ricos, tenemos que recordar a los que sí le trataron de dar algo de gloria y compromiso popular a las Fuerzas Armadas. Debemos reconocer el valor de los soldados y marinos que se mantuvieron leales al Presidente Balmaceda; de los marinos sublevados en 1931 en cuyo manifiesto indicaban que “no apuntarían sus armas en contra de sus hermanos de pueblo”; de Marmaduke Grove alzándose con la Fuerza Área y participando en la República Socialista; de los 74 estudiantes de la Escuela de Ingeniería Naval que realizaron una huelga en 1961 por la mala alimentación y los malos tratos; de los cientos de marinos que en 1973 se levantaron para oponerse al Golpe de Estado en preparación siendo torturados por sus propios compañeros de armas; de los cientos de conscriptos, rasos, soldados, cabos, oficiales y generales que se negaron a participar de la masacre al pueblo el 11 de septiembre y permanecieron leales al Presidente Salvador Allende, siendo muchos de ellos detenidos, torturados, encarcelados o asesinados; de los miembros de las Fuerzas Armadas y de Orden que abandonaron sus instituciones para integrarse a la Resistencia contra la Dictadura Militar.
Estos últimos son los verdaderos héroes dentro de unas Fuerzas Armadas y de Orden que a lo largo de su historia se han acostumbrado a asesinar al pueblo. Como cada 19 de septiembre los verdugos de miles de chilenos, los que bombardearon La Moneda, los que su vigilante y amenazante presencia imponen la “Soberanía Nacional” por encima de los pueblos originarios, los que reprimen a nuestros estudiantes, pasearán impunes, mientras la memoria de miles de almas acalladas por luchar por un Chile mejor lucha por abrirse paso entre tanto fusil y uniforme manchado de sangre.
Resistencia Antiimperialista
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