Hoy pase’ por lo que generalmente, en términos sicológicos, se denomina catarsis. Estuve presente en una convocatoria a expresos políticos que alguna vez entre los años 1974 y 1978 estuvieron como presos de la DINA-CNI en el centro de tortura y exterminio Villa Grimaldi. El evento se realizo’ en la villa misma, lugar que hoy en día, después de ser rescatada de una inminente total demolición decidida con carácter de urgente por sus dueños militares, a los principios de los años 90, para aplanar y borrar toda huella o rastros de violaciones a los derechos humanos y de desapariciones de presos políticos allí ocurridos, solo quedan rasgos de lo que fue tal casona, pero que con el esfuerzo del sinnúmero de personas que lucharon por declararlo sitio de memoria, es un solemne parque por la paz y los derechos humanos.
Reconocí muchas caras y muchas otras no. Muchas personas estuvieron presas en ese lugar antes que yo y otros después durante el resto del año 75, desde octubre en adelante y hasta su final como centro de tortura y exterminio en los años siguientes hasta 1978. Me alegre’ muchísimo de saber que personas de las cuales nunca más supe desde 1976, siguieron sus vidas en países de exilio y continuaron sus luchas pasando por las diferentes etapas de la vida con sus pros y sus contras y ahora viéndose como personas maduras, educadas en otras tierras, cultos y conocedores de otras lenguas y sociedades, con familias de hijos e hijas y nietos, con amigos y amigas, pero esencialmente sencillos y humildes, contemplativos, quizás tristes y melancólicos algunos, y con gran vitalidad, entusiasmo, fuerza y convicción que la lucha por la MEMORIA, por la defensa de los derechos humanos, y, por sobre todo, por la justicia, es una tarea inquebrantable.
Para mí, esa es la razón o él porque me hice presente. Porque hace 39 anos viví en carne propia el terror de la tortura, los vejámenes a mi cuerpo, los interrogatorios y acusaciones sin sentido, las amenazas de violación a mi madre y a mi hermana, los falsos intentos de asfixia para provocar mi muerte y la repentina recuperación del aire y la conciencia en medio de golpes, gritos y mas amenazas de “despacharme” o de echarme “cortado” en la parrilla con cables eléctricos paseándose por mi cuerpo y aplicando más intensidad en los genitales, en los labios, en la boca, en las rodillas…. y no saber que sucede y entre la conciencia y la inconsciencia sentir que estoy por sobre algo liquido que parece agua, orina o sudor que brota de mi cuerpo mientras aplican electricidad y alguien se sienta con un almohadón sobre mi cabeza para reducir el volumen de mis gritos llenos de pánico en medio de la oscuridad de la venda que mis ojos vencen en cada retorcijón y ven figuras rabiosas y monstruosas gritándome donde está el depósito de armas que yo no sé o donde está el escondite de Pascal y de otros compañeros que nunca conocí……o casas de seguridad en Malloco, lugar que no conocía ni nunca visite’, pero para ellos yo mentía y ellos tenían que hacerme decir la verdad que según ellos si sabía pero yo no sabía y me sacan arrastrándome a un auto en la media noche de una noche de tortura en que todos los agentes desenfrenados y con ansias de sangre se meten a sus autos y camionetas haciendo rugir sus motores para seguir en caravana al auto que me lleva hasta que en mi vuelta a la realidad de lo que admití, a sabiendas de ser irreal, le confieso al comandante que por la tortura les di información de la que yo nada sabía. Enfurecido por mi transgresión a la verdad me regresan a la villa con una condena de mas parrillasos comenzados con golpes en el auto mismo y durante el camino para que nunca más mienta. Para que nunca más mienta y les diga toda la verdad que yo nunca supe.
Ahora que hago memoria de esas primeras noches en la villa siento la contradicción o dicotomía que se produce cuando me doy cuenta que se’ exactamente donde está este lugar al que llegue’ con mis ojos cubiertos por cinta adhesiva y lentes oscuros puestos por algún agente para disimular mi calidad de secuestrado o extirpado de la ciudad el día de mi “arresto”. Nadie me mostro’ una orden judicial de arresto por alguna violación a alguna ley, ni nadie me informo’ de alguna transgresión que haya cometido que requiriera mi arresto. El agente del estado que me “arresto’” en la vía pública me grito’ y advirtió (verbatum) ”sácate la mano del bolsillo, conchetumadre, o te pego dos tiros aquí mismo”. Ese 21 de octubre de 1975 se demoraron por lo menos cincuenta minutos en llegar a la villa desde Maule con San Diego, lugar de mi “extirpación”, después de dar innumerables vueltas por aquí y por allá camino a la entrega de su presa recién cazada. Hoy, 3 de enero del 2015, tarde’ unos 20 minutos a la villa desde mi residencia en Macul cerca de Departamental para asistir al evento convocatorio. A pesar de haber visitado la villa una o dos veces, a lo más, me di cuenta que no necesite’ consultar mapa ni solicitar información acerca de cómo llegar.
Cómo se puede catalogar la experiencia de recorrer después de tantos años un lugar con un historial tan horrendo y en la mente saber que es este el lugar donde detrás del portón metálico de la pieza grande una vez atendí, junto a otro compañero, a un preso que lo regresaron a la pieza grande después de ser salvajemente torturado y que, en su debilitada condición física, balbuceo su nombre y su actividad de profesor de la católica para que supiéramos quien era él, y que, posteriormente, una vez un poco recuperado se lo llevaran a la tortura otra vez para luego escuchar a un torturador “se nos fue’ cortado el conchesumadre” mientras salía del cuarto de torturas corriendo hacia la comandancia, quizás a reportar que el profesor de la Universidad Católica, Ignacio Ossa Galdámez, se les había muerto en la tortura?
No quiero hacer este recuento algo largo. No he’ incluido otras experiencias que hacen mi visita a este lugar el despertar de tantos recuerdos que no quisiera tener. Pero si’ quisiera concluir con esta cita de un joven historiador francés de nombre Laurent Binet, “los que han muerto, han muerto, y a ellos les es indiferente que se les rinda un homenaje. Si hay alguien para quien eso tiene algún significado, es para nosotros, para los vivos. La memoria carece de utilidad para aquellos a quienes honra, pero sirve de mucho a quien se sirve de ella. Con ella me construyo y con ella me consuelo”.
Por: Carlos P. Barrera
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