Como estamos neurobiológicamente conformados para “ordenar” los datos del entorno de acuerdo a nuestras convicciones y emociones, la última cifra de desempleo INE, que alcanzó un 6,1% (trimestre septiembre-noviembre de 2014) resultó no ser buena noticia para diversos expertos que advirtieron que se ha mantenido “relativamente baja por el incremento de los empleos por cuenta propia”. De hecho, casi la mitad de los 138 mil puestos de trabajo creados en el trimestre habrían tenido esa calidad, según Libertad y Desarrollo.
Se detectó, asimismo, que si bien el número de desocupados ha caído, las personas que buscan trabajo por primera vez también bajaron, “probablemente influido por la precaria situación económica del país” y no porque los ingresos totales de las familias hayan crecido. Además, la “mala noticia” de que el empleo no ha subido, tuvo el “perverso” efecto de aumentar la contratación femenina (3,3%), debido -también probablemente- al hecho que “los empleos de mujeres suelen ser menos estables y peor pagados” lo que “sugiere que muchas mujeres ingresaron a trabajar porque sus parejas no encontraban trabajo”.
En otras situaciones, empero, un aumento del empleo por cuenta propia habría sido calificado como un positivo aumento del “emprendimiento”, al tiempo que el incremento de la ocupación femenina –respecto de la cual se ha puesto especial énfasis para la reforma laboral- sería otra muestra de una economía inclusiva, que le abre nuevas oportunidades a las mujeres.
A mayor abundamiento, se descubrió que el indicador de salarios reales –que mide cuánto gana, en promedio, un trabajador- también se ha deteriorado respecto de 2013 y mientras en igual trimestre del año pasado creció en promedio casi 4%, hasta noviembre de 2014, la cifra sólo había subido 1,7% en promedio real (sobre la inflación). En otras circunstancias, probablemente se habría dicho que un menor crecimiento de los salarios reales es buena señal para la productividad e inflación futura.
Pero el aumento de los empleos por cuenta propia significa, ahora, “autoempleo por necesidad y no por oportunidad” y dado que se mantiene el número total de la fuerza de trabajo, porque el desempleo no quiere subir, es probable que “la calidad (de esos puestos) haya caído drásticamente”, por su precariedad e inestabilidad.
Por esos mismos días, el World Economic Forum (WEF) informó que Chile es el país con la tasa más alta de innovación en la fase temprana de emprendimientos en el mundo, superando incluso a las economías europeas más competitivas como Alemania, Suiza, Suecia, Finlandia o Noruega. El empleo por cuenta propia, que habitualmente consiste en microempresas, varias de las cuales son ejemplo de innovación, es premiado en el mundo, pero despreciado en Chile.
El informe “Apalancando la ambición y la innovación emprendedora”, comparó 44 economías en términos de actividad emprendedora, ambición e innovación y destacó que el 54,6% del total de emprendimientos en Chile son innovadores, poniendo al país como líder mundial en la materia.
Una buena noticia que no se incluirá en el set de datos de quienes desean –quien sabe con qué propósito- seguir viendo la economía chilena camino al desastre y que, por condición neurobiológica lógico-afectiva, seguirán insistiendo –para mal de todos- que lo que debemos buscar es más empleo asalariado, con contrato y sin las precariedades que tiene la aventura de emprender.
A fin de cuentas, qué mejor que trabajar para alguna de las grandes empresas del país con contrato y buen sueldo, pero que solo pueden ocupar al 15% de la fuerza de trabajo, mientras el 85% restante trabaja para pequeñas y medianas compañías que partieron, en algún momento, gracias al ahora vilipendiado “empleo por cuenta propia”.