Enrique Lihn, el poeta incombustible

Con íntimos recuerdos, fotografías, documentos y testimonios de primera mano como materia prima, el poeta y columnista Roberto Merino publica "Lihn, ensayos biográficos", un emotivo retrato de uno de los poetas más importantes de la Generación del 50 y un singular protagonista del apagón cultural durante los años de dictadura.

Con íntimos recuerdos, fotografías, documentos y testimonios de primera mano como materia prima, el poeta y columnista Roberto Merino publica "Lihn, ensayos biográficos", un emotivo retrato de uno de los poetas más importantes de la Generación del 50 y un singular protagonista del apagón cultural durante los años de dictadura.

A comienzos de los años 80, el joven aspirante a poeta Roberto Merino conoce a un escritor que ya ocupaba un lugar destacado en las letras nacionales, con una sólida y respetada obra en permanente germinación: Enrique Lihn, quien además de poesía, había escrito novelas y cuentos, había montado performances y obras teatrales, había intentado películas y dibujado cómics, a la vez que expandía un intenso trabajo como crítico literario y de arte. Y es quizá esa variedad de registros, intereses y diálogos, la que le permitió forjar amistad con jóvenes 20 o 30 años menores que él. Por ello Lihn fue, y sigue siendo, una influencia para los escritores jóvenes, aunque muy pocos (quizá únicamente Bolaño y tal vez en menor medida Rodrigo Lira) recogieron ese báculo de honestidad intelectual.

Lihn también llevaba consigo la legendaria etiqueta de ser un destacado miembro de la Generación del 50, y para muchos el mejor poeta de su generación. Sin embargo, la leyenda de glorias pasadas no le acomodaba, sino todo lo contrario. Le interesaba más el presente, sin planes rígidos ni moldes, y principalmente lo que aún estaba por hacer. “El sesudo Lihn amaba la payasada y el exceso. Ostentaba igualmente una leve inadecuación expresiva al entorno, la evidencia de una incomodidad permanente”, escribe Merino.

Ahí está el escolar incorregible para los curas del colegio alemán que luego desecha la educación universitaria; el amante fallido incapaz de materializar una común vida familiar, pero que asume una temprana paternidad de idas a regresos para después proyectar sus propias miserias y aprensiones de “intelectual pituco”, como lo define su hija Andrea; el viajero de París, situación irregular, pero también de La Habana, Buenos Aires y Nueva York. Lihn como el dinámico y ameno conversador que administra un registro amplio de tonos durante el dialogo -“los ripios de los viejos actores”, dirá el poeta. A ratos casi inaudible, una pausa para ordenar las palabras elegidas, y al momento siguiente los brazos en alto y el volumen de la voz en su máximo nivel. “Era la forma que tenía Lihn, al conversar, de sintonizar sus propias ideas”, dice Merino, “se trataba siempre de una palabra que faltaba, un título parcialmente olvidado, de un nombre difuminado en la punta de la lengua”.

Lihn fue el escritor valiente que se desligó de Cuba tras el famoso “caso Padilla” y se atrevió a cuestionar la política cultural de la Unidad Popular, pagando el precio por dicho atrevimiento. Con ese mismo arrojo asumió sin remilgos la incertidumbre permanente, viviendo la precariedad económica, moviéndose de casa en casa, arrastrando libros y papeles. Para Merino, Lihn “valoraba haber vivido en muchas partes, haber perdido muchas bibliotecas, que nunca había echado raíces. Creía que le había dado una libertad intelectual. Tenía que ver con la posibilidad de estar en Buenos Aires y poder escribir como si fuera un poeta argentino. Después ir a Nueva York o París y escribir Poesía de paso. Ese concepto del ‘tipo de paso’ creo que lo incorporó profundamente en su escritura”.

Pero Merino también llama a la prudencia: “Tomé una de las posibilidades de la biografía: mostrar sin juzgar. El propósito, además, es otro: iluminar momentáneamente rasgos de la vida de una persona”, anota, contradiciendo así al escritor inglés Lytton Strachey, quien señaló que “la discreción no es la mejor parte de la biografía”.

lihn

De esta forma, Lihn, ensayos biográficos no es una biografía tradicional ni exhaustiva dispuesta cronológicamente y que pretenda abarcar la totalidad del personaje, sino todo lo contrario: es el testimonio de un amigo, un relato cercano en el que, sin embargo, se traslucen los claroscuros del personaje. Un retrato emotivo como el que nos entregara Hernán Valdés en su libro Fantasmas literarios, una convocación (Edit. Aguilar, 2005). Pero Merino va un poco más allá, articulando la urdimbre de un sujeto incómodo, en permanente circulación, aferrado a sus proyectos para evitar el naufragio. “Había encontrado en la actividad permanente un paliativo al vacío existencial de cada día”, anota Merino. quien en siete capítulos (Caminatas, Familia, Colegio, Peleas, Vida doméstica, Habla, Animales) va tejiendo las hebras de una vida, echando mano a recuerdos propios y ajenos, testimonios de primera mano, inéditas fotografías y documentos que dan cuenta de momentos de una personalidad enigmática, de un humor caustico, fascinante e impredecible. “Cuando una de las hijas de Adriana (Valdés, para entonces pareja del poeta) cayó de una terraza (…), partiéndose gravemente la cabeza, Enrique llegó a verla a la clínica con un regalo cuyo significado le había pasado inadvertido: un rompecabezas”, anota Merino en el capítulo Vida doméstica.

Este nuevo libro de Roberto Merino nos trae de vuelta a ese fantasma persistente y siempre presente que es Enrique Lihn. Su obra se reedita. Su poesía se lee o se vuelve a leer o nunca se dejó de leer. Sus novelas reviven. Y comienzan a expandirse numerosos trabajos dedicados a él. Roberto Merino contribuye con estos ensayos biográficos a iluminar la tremenda obra, la intensa vida y la muerte de Lihn.

Lihn, ensayos biográficos
Roberto Merino.
Ediciones UDP, 134 páginas.





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