Recordando al soldado valiente


Lunes 28 de marzo 2016 10:24 hrs.


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Señor Director:

Así se inicia uno de los himnos inmortales de Quilapayún, “recordando al soldado valiente, cuyo ejemplo lo hiciera inmortal, enfrentemos primero a la muerte, traicionar a la patria jamás”. Una estrofa que refleja la decisión valiente de  un centenar  de soldados que se organizaron para  impedir y para oponerse al golpe de Estado  de 1973.

Uno de esos  soldados, Mario Arenas Fernández, un ex suboficial de la Fuerza Aérea, dejó de existir hace un par de días, fue encontrado muerto en su departamento en Cambridge, Inglaterra, sin que nadie pudiera acompañarle en los últimos momentos de su vida, país al cual llegó exiliado y después de años  de cárcel y torturas.

Un hecho que nos duele, porque enfrentó el final de sus días en soledad, lo que en nada se compara con su obra en vida, de un hombre bueno que en un momento de la historia, prefirió arriesgar la vida antes de traicionar a su pueblo, oponiéndose al odio y la codicia que motivó el golpe  de estado cívico militar.

Quienes le conocimos podemos dar testimonio de su sencillez, sobriedad y de su inteligencia, el fue uno de los primeros en comprometerse con el gobierno de Salvador Allende, organizando al interior de la Fuerza Aérea de Chile un movimiento de militares patriotas con el fin de oponernos a la conspiración interna que todos allí sabíamos iba a terminar en un golpe de Estado.

Un hombre que asumió cada una de sus tareas con un profundo compromiso,  portador de ideas, que hoy suenan viejas, pero que desde la lejanía reclaman su validez y vigencia, porque esas ideas guiaron la decisión consciente de personas que cuando hubo que alzar la voz lo hicieron a costa de sus vidas.

La muerte de Mario señala brutalmente que para él y los miles de héroes anónimos, no hay honores ni reconocimientos, porque su obra señala que las cosas en nuestro país están mal hechas, porque la democracia se construyó otorgando impunidad y en base a componendas con quienes derrocaron o ayudaron a derrocar, a un gobierno democrático, elegido democráticamente por su pueblo.

La política guiada por esos cultores del odio, que hoy se demuestran desfalcando al Fisco, practican una política alejada de la ética y que no acepta la memoria histórica, porque allí esta la verdad de lo sucedido hace casi cincuenta años.

Mientas eso siga así, y los políticos y los hombres y mujeres buenos de este país no se unan para romper con este círculo vicioso, aquellos que entregaron sus vidas para construir una sociedad distinta a la actual, los ex generales, capitanes, sargentos, cabos y soldados, sus familias, seguirán sufriendo una realidad dura, que el tiempo no es necesariamente lineal.

Que la historia nunca les será justa ni reconocida, que para ellos la ley y justicia no son, en muchísimas ocasiones, sinónimos, porque hemos llegado al punto en que muchos, aunque estén de acuerdo, prefieren no mostrarlo abiertamente, prefieren no darse color, les preocupa el qué dirán, el cargo y la posición social.

Mientras esto siga así, los cobardes pilotos de la Fuerza Aérea que  bombardearon la Moneda, el Palacio Presidencial, con aviones y armamento de guerra, con el fin de asesinar al presidente de la República de este país, los hoy generales como el señor Cheyre otrora teniente de inteligencia del Ejército, comprometido con el asesinato de civiles indefensos, por señalar solo un par de casos, continuaran viviendo protegidos por el manto de impunidad conveniente que se perfecciona con el paso del tiempo.

Pero la historia esta allí, fue la actitud de Mario Arenas, la de miles de chilenos y chilenas, que entregaron sus vidas luchando en contra del terrorismo de Estado, los que hicieron posible que hoy vivamos en plena y gozosa libertad. Una historia que alguna vez políticos y gobernantes valientes, reconocerán  públicamente que en Chile hubo militares de distintas ramas de las FF.AA., quienes nos opusimos al golpe cívico militar de 1973, que somos la prueba viviente de que es posible no cumplir órdenes ilegales o anticonstitucionales, órdenes que en adelante, significaron atormentar, perseguir y asesinar a personas por el solo hecho de pensar distinto.

Basta ya de mentiras, de proteger y cuidar a supuestos militares y civiles  “héroes” nacionales de la transición, que para calificarles así, se deslindan de las atrocidades cometidas durante el período dictatorial, cobardes que hoy desprovistos del poder de antaño, niegan que torturaron, desconocen las masacres o desapariciones que cometieron.

Les es más cómodo repetir y repetir que lo sucedido fueron excesos, cometidos por elementos que se extralimitaron en sus funciones, como si el Ejército no funcionara bajo una línea de mando autoritaria, vertical y jerárquica: el mismo argumento que hoy usan los actuales mandos del Ejército, para encubrir la profunda descomposición en que están involucrados, con los robos y fraudes recientemente descubiertos en su interior.

Los pueblos se reconocen en su historia, eso nos hace falta recordar, como lo hicieron los países europeos, para impedir que nunca más el fascismo asomara para amenazar nuevamente la libertad y la democracia. Para que nunca más  se cometieran las atrocidades cometidas por ellos, se educa a los niños, a los jóvenes, mientras que aquí se oculta lo sucedido y se le cambia el nombre a las cosas, para esconder la historia.

Recuerdo que, y justamente fue con Mario Arenas en Rumania, conocimos un monumento en honor de la lucha antifascista llevada a cabo por el Ejército rumano desde el 23 de agosto de 1944. Un Monumento a los héroes antifascistas que está situado enfrente de la Academia Militar de ese país, de cinco o más metros de altura, formado por tres soldados antifascistas, cada uno de un cuerpo de ejército: infantería, marina y aviación y que en su pedestal dice: “Gloria a los soldados rumanos herederos de la tradición heroica de sus antepasados valientes combatientes contra el fascismo por la libertad y la independencia de la patria”. Qué distantes estamos de eso…

Al final y por todo esto, la muerte de nuestro querido compañero es una gran tristeza, mezclada con un agudo dolor. En lo personal, pareciera que muriese un sueño, que quedaran cosas pendientes, inconclusas. Y más aun con la muerte de estos hombres silenciosos y grandes, por su espíritu y ejemplos de vida, pareciera que el lamento de nuestro pueblo y sus esperanzas reposaran truncadas en la gris soledad del abandono.

Pero bueno, querido hermano, seguiremos pensando que este camino no termina aquí, porque todos los días hay que luchar porque ese amor a la vida se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo. Y continuaremos pensando como el Che, temblando de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo y cada vez que en cualquier rincón del mundo se alce una nueva bandera de libertad.

Enrique Villanueva M.

El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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