Tres continentes para un nombre

  • 28-04-2016

“¿Que hay en un nombre?                                                       

De lo que lla­mamos rosa

 Con cualquier otro nombre el aroma será igual de dulce”.

  1. Shakespeare

 

La palabra América ha cambiado. Hoy no somos “americanos” sino “latino-americanos”; “hispano americanos” o “sud-americanos’: Tantos nombres indica que, en realidad, no tenemos ninguno. Y esto naturalmente es una perturbación para nuestra identidad. El autor propone que los estadounidenses se queden con el nombre de América porque casi todo el mundo los llama así  y que nosotros, los sin nombre o con un nombre confuso, busquemos uno nuevo. Esta proposición que, en un principio, puede parecer descabellada, tiene sus motivaciones y apunta a una inquietud que siempre ha estado presente en nuestro continente: el problema de la identidad. El presente artículo fue publicado por vez primera en 1984, en la revista Mutantia, de Buenos Aires.

Habitualmente estamos tan inmer­sos en nuestro lengua­je común que con dificultad nos percatamos de todo lo que lleva implícito en un nombre. Un nombre es una palabra o conjunto de palabras que denota una distinción factible de hacerse en el mundo real.

Se puede nombrar aque­llo que es distinto de otra cosa, aquello que es diferenciable del resto. El nom­bre también denota una relación. Por ejemplo: a la pregunta ¿como te llamas? respondo: me llamo fulano de tal, me llamo y me llaman así desde que tengo recuerdo. Toda vez  que escu­cho el mismo nombre me siento aludido, reacciono.

Es mi nombre y yo soy de él. Mi historia es la historia de este fulano de tal y no de otro. Es el modo como me distingo y me distin­guen del resto. Mediante mi nombre es posible saber con quienes me relaciono por parentesco y también en el conjun­to social. El nombre de mi profesión dice la actividad que desempeñó ante los demás y que los demás esperan de mi. Incluso mi nacionalidad es un nombre que me distingue como habi­tante legal de un determinado país y no de otro, con lo cual establezco rela­ciones con mis connacionales y otras con los que no son mis connacionales.

El presente trabajo tiene como ob­jetivo revisar algunos aspectos de los efectos que tiene el use que se esta dando en la actualidad al nombre de los continentes americanos. Desde su descubrimiento por Cristóbal Colon hasta hoy, todas las denominaciones que han recibido muestran el carácter de colonia que tuvo el continente por tres siglos y el neo-colonial que tiene en la actualidad.

La tesis presentada aquí es que del modo como se utilizan en la actuali­dad, los nombres Norte, Centro y Sud América son nombres calificados de otra realidad llamada América. Esta confusión, entre otras cosas, nos esta imposibilitando el encontrar nuestra verdadera identidad como latinoame­ricanos.

El descubrimiento de América

  1. a) La palabra “descubrimiento

Un error muy entronizado en nues­tra cultura es la autoatribución que se hicieron los españoles de haber descu­bierto América; ellos hacen su descu­brimiento en 1492. Esta percepción, además de no tomar en cuenta las visi­tas mal publicitadas de los nórdicos unos siglos antes, supone que los habi­tantes indígenas no fueron jamás a su vez descubridores. De modo que ha­blando en términos rigurosos lo que se denomina “el descubrimiento de América” ha sido tan solo visto desde Europa del siglo XV en adelante. Es el descubrimiento por y para los eu­ropeos.

Esta palabra deja ver además hasta que punto el Nuevo Mundo no ha sido un mundo para sí, sino un mundo para otro. Hasta tal punto la palabra descu­brimiento expreso y encubrió una rea­lidad colonial que un historiador italia­no contemporáneo observo que la co­rona española prohibió el termino “conquista” y ordeno reemplazarlo por “descubrimiento”, para mitigar así las polémicas despertadas por la legiti­midad moral y cristiana de la conquis­ta. La legitimación de la “guerra justa” que daba derechos de propiedad y jus­tificaba la matanza de indígenas es par­to de los derechos implícitos al “descu­brimiento”3. En la corte de Carlos V ya habían personas que cuestionaban la legitimi­dad de hacer guerra a sangre y fuego contra los indígenas por el hecho de haber sido “descubiertos”. Francisco de Vitoria, teólogo y jurista, dice que tal descubrimiento: “En nada justifica la posesión de aquellas tierras, ni mas ni menos que si los indios nos hubieran descubierto a nosotros, que por este ti­tulo no podrían adoptarse nuestras cosas”3.

No obstante el juicio de Vitoria, la conquista se realiza durante el siglo XVI y después, en los términos que son conocidos. Las culturas y los pueblos indígenas son destruidos, saqueados y evangelizados. Es lo que los historiado­res actuales llaman el “trauma de la conquista”.

Después, la historia de Latinoamérica se transformo oficialmente en la his­toria de la conquista y la colonia, rela­tada por y para los españoles. Así es como esta “comienza con el descubri­miento” y sigue en su versión imperia­lista y centrada en los colonizadores, olvidando e ignorando lo pre-colombi­no, y lo que podría denominarse lo pa­ra-colombino. ¿Cual  es la historia de los pueblos indígenas contada por ellos desde que fueran descubiertos, hasta hoy?

Es por ello que tal vez nadie sabe muy bien que es la América Latina y menos que nadie nosotros, los latino­americanos de hoy. No sin razón Alfonso Reyes ha podido escribir: ‘Pero ¿quien ha dic e que América ha sido descubierta'”‘.

 1. b) La palabra “América”

Ciertamente el nombre dado por el cartógrafo alemán Waldseemuller fue un error, atribuyéndole a Américo Vespucio un logro de Cristoforo Co­lombo, quien a su vez había denomina­do su hallazgo como “Las Indias”; otro error.

El cómo se llego a aceptar el nombre equivoco dado por Waldseemiiller es un misterio, pero dado el complejo modo como acontecen las cosas entre los humanos  vale la pena hacer algu­nas conjeturas según algunos antece­dentes.

Vespucio era a la sazón cuñado de la “Bella Simonetta”, considerada la mujer mas bella de Europa, quien fue­ra modelo de Botticelli y que a los 16 años se convierte en la amante de Juliano de Medici y que, asesinado éste, va a parar a los brazos de Lorenzo. En vista de la intención imperialista y colonizadora de la Corona española de la época, resulta difícil creer que el bautizo del nuevo mundo de ultramar fuera resultado de un descuido, y no llevara un nombre relacionado a ella4.

En todo caso, lo cierto es que jamás antes un hombre fue honrado de tal forma. Se trata de tres continentes bautizados con el nombre de una per­sona5.

Con el correr del tiempo y ajustán­dose a la dinámica del lenguaje, lo que a su vez refleja cambios en el modo de pensar, el significado de la palabra América ha ido  cambiando. Hasta comienzos del siglo XIX en Europa se llamaba “América” a la América Latina, porque aquí se encon­traba la riqueza. Era la riqueza y el poder de las colonias del imperio que tu­vo España. En esa época, los latino­americanos que luchaban contra el im­perio español también se autodenomi­naban “americanos”.  Es­cribe Alejandro Humboldt: “Los criollos prefieren que se les llame americanos, y desde la Paz de Versalles y, especialmente desde 1789, se les oye decir muchas veces con orgu­llo: Yo no soy español, soy america­no”6.

En la actualidad, y desde comienzos de este siglo, en Europa se llama América a los  EE.UU.  de Norteamérica, po­siblemente por su riqueza y su poderío militar y político. También los estado­unidenses llaman a su país América y, en consecuencia, ellos son america­nos. De esto hay muchos  de ejemplos, por ejemplo  la a American Me­dical Association que reune exclusiva­mente a médicos certificados para ejer­cer su profesión en los EE.UU. Esta situación es extensiva a todo orden de cosas, incluso europeos tan notables como Jacques Maritain, con su libro América y Simone de Beauvoir con su L’Amerique jour a jour, donde hablan exclusivamente de sus experiencias en los EE.UU, están mostrando que si bien en forma no-oficial existe una si­nonimia cuya ecuación es:- EE.UU = América.

Es de todos conocido el hecho que en la actualidad un ciudadano de un país latinoamericano al ser interpelado en los EE.UU. por su nacionalidad, no puede responder con un: “Soy ameri­cano”, ya que si bien lo es, al mis­mo tiempo no lo es. Este es el tipo de confusión en la que estamos sumidos. De alguna manera este use desigual del nombre América no da igual carta de ciudadanía a los latinoamericanos. No­sotros nos vemos obligados  que cualificar el uso que hacemos del nombre, anteponien­do una palabra que nos distingue de quienes no tienen que anteponer una palabra a su nombre. ¿No hay acaso un error de tipo lógico-semántico en este use desigual de un nombre?

En vista de que estos continentes son tan distintos tanto por sus lengua­jes, sus historias, sus culturas y geografías, ¿que sentido puede tener el “Americanismo “?7

¿En que medida nuestro estado político, social, económico y cultural se debe a una identidad equivoca, equiva­lente a una falta de identidad?

Propuesta

Confucio llamaría “la rectificación de los nombres” a aquella creencia que sostiene que la realidad correcta segui­rá al nombre correcto y no a la inversa, como se hace en el Occidente.

De alguna manera, la realidad co­rrecta aún no ha hecho su aparición en nuestra Latinoamérica. Persisten la po­breza, la explotación, la injusticia, el colonialismo, el militarismo fascista, el oscurantismo y sobre todo, la deses­peranza. ¿Que otra cosa podría espe­rarse si la actitud básica de quienes han tenido el poder (sean estos reyes, virre­yes, hacendados, multinacionales, etc.) ha sido la codicia y el domino?

Quizás el primer paso para salir de la desesperanza y abrir una vía ha­cia nuestra realidad correcta, es una búsqueda interior de nuestra identidad correcta. Es evidente que nuestra verdadera identidad esta encubierta ba­jo un nombre falso. No somos todos igualmente americanos. Los que tene­mos que cualificar nuestro modo de ser americanos, somos de otra categoría que aquellos que no tienen que cualificar su nombre.

No pueden tres continentes llevar ­como parte de su nombre, el nombre de un país que es parte únicamente de uno de los continentes. Esto es un error lógico y semántico a la vez y esti­mo que es la razón principal de la ac­tual imposibilidad de encontrar nues­tra verdadera identidad.

Una identidad común, es un paso necesario para una integración. De ahí que es de importancia capi­tal aclarar este punto.

En la actualidad los Estados Unidos de Norteamérica, son América. La primera tarea:-  rectificar este nom­bre y propongo que ya que es suyo en el hecho, lo sea también en derecho. So­lamente entonces estaremos libres para proseguir nuestra historia.

Simultáneamente y en vista que en ocho años se cumplirán los quinientos años del Descubrimiento de América, propongo que se inicie una búsqueda y una discusión abierta de nombres pa­ra nuestros mal llamados Continentes Latinoamericanos. 8

notas:-

  1. Ruggiero Romano: “I conquistadores. Mecanismo di una conquista colonial”: Milano; Mursia, 1974, p. 57.

 

  1. Sobre el mito de la “guerra justa” en el celebre poema `La Araucana”deAlonso de Ercilla, vease “Sociología de la Literatura” de Jorge Gissi B., en “Escritos de Teoría”. Santiago, 1979.

 

  1. Relecciones Teológicas. B. Aires, Edit. Enero, 1946, p. 79.

 

  1. Comunicación personal de mi padre, Agustín Huneeus Salas, historiador “amateur” quien sugiere que Isabel financió la expedi­ción de Colon con intervención de Lorenzo de Medici y que este además de dinero, pu­so entre sus condiciones la de honrar a su cuñado Américo Vespucio.

 

  1. Es interesante constatar que los únicos eventos de estas proporciones que llevan nombres de personas, son los huracanes del Caribe. Estos reciben nombres de mujeres reales, conmemorando tal vez lo efímero y violento de nuestra naturaleza –humana.

 

  1. Ensayo sobre el Reino de la Nueva España. México, 1941, Tomo II p.118.

 

  1. Habría que preguntarse en que medida la doctrina Monroe con su celebre `América para los americanos” podría sustentarse sin esta ambigüedad en el use del nombre América. Creo que nadie tendría problemas en aceptar una frase como `Los Estados Uni­dos de América para los estadounidenses” Sin embargo la hegemonía continental peli­gra por el imperialismo disfrazado de demo­cracia. Al respecto, Noam Chomsky, celebre lingüista contemporáneo estadounidense, re­friéndose en comunicación personal a este proyecto, dice textualmente en carta fechada 16 mayo 1984: “Es una buena idea. Espero que continué con ella antes que . EE. UU invadan El Salvador e inicien bombardeo masivo de Nicaragua, como parece muy probable en el futuro cercano”.

 

  1. Algunas proposiciones que han surgido en comunicaciones privadas: Andinia, Nova, Atlántida, Humania, entre otras.

 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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