Este domingo, los peruanos votarán para elegir quien será su próximo presidente, si Keiko Fujimori o Pedro Pablo Kuczynski, y reemplazará a Ollante Humala en el sillón de Palacio Pizarro. En las últimas encuestas Keiko Fujimori, la hija del exdictador Alberto Fujimori, tenía un 45,7 por ciento de las intenciones de votos, mientras su rival el economista Kuczynski está 5 puntos más atrás, con 40,8 por ciento.
En la primera vuelta de las elecciones, Keiko Fujimori ganó en la gran mayoría de los departamentos, en tanto Kuczynski solo ganó en un departamento. Fujimori todavía tiene la mayoría en el Congreso, con 73 asientos de 130. La popularidad de cada candidato sigue aumentando a medida que se acerca la fecha de la votación, sin embargo la hija del ex Mandatario siempre ha figurado adelante en los sondeos.
En las últimas semanas, varios otros candidatos han expresado su apoyo a Kuczynski, incluyendo a Verónika Mendoza, la candidata del Frente Amplio de izquierda, quien llegó en tercera posición en la primera vuelta con casi 19 por ciento de los votos.
Más que apoyar a Pedro Pablo Kuczinsky, otros como Alfredo Barnechea rechazan a Keiko Fujimori, pero también se negaron a votar por Kuczynski: “Estoy incapacitado de votar por el fujimorismo”, anunció Barnechea a sus seguidores de Acción Popular.
Pedro Pablo Kuczynski ha enfocado su campaña en su experiencia como ex ministro de Economía, y en un discurso anti fujimorista. Kusczynski es un candidato de la derecha tradicional, neoliberal y elitista, como lo explicó Carlos Meléndez, investigador en ciencias políticas de la Universidad Diego Portales y columnista para el diario peruano El Comercio.
“En el caso del proyecto de PPK estamos ante un proyecto bastante continuista, del piloto automático que gobernó el país. Es un modelo bastante segregado, un modelo basado en la tecnocracia, en los poderes reales. Es un proyecto de arriba hacia abajo, que va a tener todos los problemas que ha tenido el Perú en los últimos treinta años: crecimiento económico y desarrollo institucional, pero sin inclusión política”.
Con su posición política parece difícil que Kuczynski pueda movilizar a los votantes gracias a un sentimiento tan transversal y que se expresa de manera tan diversa como es el antifujimorismo.
“El antifujimorismo es muy diverso. No es solamente una cuestión que el antifujimorismo sea de izquierda o de derecha, el antifujimorismo es también rural. Hay un antifujimorismo en el interior del país, un antifujimorismo anti centralista, un antifujimorismo anti minero, hay un antifujimorismo obviamente más limeño de clase alta, más al estilo de Vargas Llosa,” explicó Meléndez.
“Es difícil para un candidato, ya sea de derecha o de izquierda articular todos esos tipos de sentimientos antifujimoristas. PPK puede articular a algunos tipos de antifujimorismo, más vargallosiano, más urbano, el de las clases altas, incluso el de las oligarcas provinciales. Sin embargo, es más difícil para el antifujimorismo rural, el antifujimorismo campesino, el antifujimorismo indígena, el antifujimorismo que detesta al centralismo de la capital”, continuó el académico.
Keiko Fujimori, por otro lado, lleva la herencia de su padre y la fuerza de un partido bien organizado que ha sido unas de las identidades políticas más importantes y sólidas del Perú en los últimos treinta años.
“El primer fujimorismo es el de Alberto Fujimori, Keiko Fujimori es el segundo piso del fujimorismo. Obviamente hay una influencia grande de la imagen de las percepciones que tienen todos los sectores para bien o para mal”, señaló Meléndez.
Sin embargo, además del miedo autoritario que despierta el fujimorismo, la candidata ha sido criticada por sus vínculos con actores de la economía informal, como las mineras ilegales o el narcotráfico. Fujimori también prometió descriminalizar las mineras improvisadas en la Amazonia peruana, y también rechazar leyes de protección del medioambiente que impiden el uso de dragas y maquinarias en los ríos, entre otros. También ofreció créditos y exención tributarios a los mineros. Eso forma parte de su estrategia electoral para ganar los votos de comunidades específicas con promesas y reformas puntuales.
“Es un proyecto que se trata de no ser elitista, pero como todo proyecto populista tiene los riesgos de poder empoderar a actores antiestablishment que no necesariamente son actores legales. Es decir poderes ilegales que están penetrando la política y la economía del país y escurrirse dentro del proyecto de Fuerza Popular”, explicó Meléndez.
Además, desde la semana pasada, Joaquín Ramírez, entonces secretario general del partido de Fujimori, ha estado bajo investigación por la DEA, la organización antinarcóticos de los Estados Unidos. En un informe de la organización, un informante divulgó un audio donde Ramírez afirmaba que había lavado 15 millones de dólares por Fujimori en 2011. Ramírez rechazó las acusaciones, pero renunció su cargo.
Carlos Meléndez nos explicó que esas acusaciones no iban a desfavorecer a la candidata del partido naranja.
“Si va a hacer una diferencia, pero no en contra de ella, una diferencia a favor de ella. Porque eso es percibido como un ataque por parte del establishment, de los poderes que están en contra de la elección de Keiko Fujimori. Más bien si Keiko Fujimori continua con esta imagen de victimización va a endurecer a su núcleo duro y va a permitir que su ventaja se amplia,” analizó el académico.
Este martes, y a menos de una semana de las elecciones, miles de personas se reunieron en Lima para la marcha “Keiko No Va” en protesta contra la candidata.