Acercándose al precipicio


Viernes 10 de junio 2016 11:34 hrs.


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Señor Director:

Si no hubiera sido por la expansión de la economía norteamericana de los años 90 con la Presidencia Clinton y, luego, por el crecimiento vertiginoso de la China en el decenio siguiente, seguramente la economía chilena no habría conocido las tasas de desarrollo que han sido las suyas hasta aquí.

Por lo tanto, todos los estímulos para el crecimiento vinieron del exterior y en lo que respecta al “genio chileno” él se ha limitado a ciertas  iniciativas bastante prosaicas. En efecto, los círculos de negocios autóctonos y sus representantes políticos se las ingeniaron simplemente para  incentivar el consumo de unas nuevas capas medias favorecidas con el despegue, otorgándoles líneas de crédito para acceder a la vivienda, al automóvil y al esparcimiento personal y familiar, al mismo tiempo que las transformaban en dóciles clientes de las Isapres y de las AFP.

Por lo que es de las clases populares semipauperizadas, las del salario mínimo y un poco más, ellas fueron incitadas también a gastar sus escasos pesos en el consumo, contando con que el Estado podía ofrecerles unos servicios de pésima calidad, pero gratuitos, en la salud y la educación, y la perspectiva de unas jubilaciones jibarizadas para los huérfanos de toda protección social.

Sin embargo, este “modelo ” tan elogiado por sus panegiristas, pero incapaz de asegurarnos un verdadero desarrollo, comienza ya a conocer sus primeras trizaduras, que dejan al desnudo los rasgos de una decadencia nacional inédita en nuestra historia.

Así, después de los años de “bonanza” nos encontramos con un país cuya educación pública atraviesa una crisis de unas proporciones que difícilmente otra nación podría haber soportado sin daños irreparables, nuestros círculos de negocios y nuestros representantes políticos han caído en unos abismos de corrupción y de abuso de los cuales no se ve como podrán salir, los problemas que conciernen a nuestra principal etnia original no reciben otra respuesta que la violencia cavernaria en la que se ilustró el dictador, el poder judicial así como los organismos de control del Estado están sumergidos en la ceguera más absoluta cuando no sirven abiertamente a los intereses de los privilegiados o callan los exabruptos de oficiales deshonestos protegidos por sus tribunales caseros, por fin nuestro entorno físico se deteriora o se desploma allí donde la acción de los depredadores se despliega en la más completa impunidad.

Por otra parte, el mal ejemplo de los de arriba ha penetrado profundamente, por la vía de los medios entre otros, hasta las capas más modestas de la población las que parecen hundidas en la incultura, el incivismo y la degradación de la práctica de nuestra lengua, cuando no se trata abiertamente a veces para muchos de ellos de prácticas delictuales.

Estamos muy cerca pues del abismo, aunque el tiempo que falta para que caigamos en él puede alargarse.

La verdad sin embargo es que este alargamiento no debiera dejarnos cultivar ninguna ilusión de que haya un restablecimiento nacional por gracia divina sino que debiera impulsarnos a organizarnos y a reaccionar para alejarnos del despeñadero y dejar  a las nuevas generaciones siquiera una chance de porvenir. Las luchas de los trabajadores, las movilizaciones en las regiones y la resistencia de los mapuches constituyen la sola luz de esperanza.

 

 

El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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