Colonia Dignidad y verdades a medias

  • 13-07-2016

En la búsqueda de la Verdad y la Justicia en nuestro país hay algunos capítulos que han sido cerrados o silenciados por diferentes motivos pero, sobre todo, por una voluntad del Estado de Chile y otros poderes poco visibilizados que buscan dar un rápido término a la Transición. Sin embargo, siguen apareciendo nuevos episodios con demasiadas historias de hombres y mujeres que fueron víctimas del terrorismo de Estado en sus maneras más brutales y otras sutiles. Esos testimonios han sido recogidos por algunos medios de comunicación, menos de los que se necesitan para una tarea tan urgente y necesaria, han tenido al libro, ese bien cultural que en Chile es castigado con un 19 por ciento de IVA, como principal soporte de pensamiento crítico y de memoria. Decenas de libros que hablan de esa historia que se cuenta a medias porque aun falta demasiado por investigar para llegar a eso que se llama Verdad. Pero no solo están lo libros. También el cine chileno tomó este derrotero ético y durante la dictadura se hicieron películas y documentales que registraron con imágenes un Chile en blanco y negro que hoy parece estar mucho más lejano que esos 40 años que nos separan del Golpe Militar. Una cinematografía a cuyos directores incluso se les reprochó obsesión por seguir contando las historias de la dictadura en clave demasiado personal y con un marcado sello de autor. Trabajos a los que la televisión nacional, que no es TVN, tiene una gran deuda que esperamos la TV cultural pueda saldar… algún día. Lo que sí tenemos, a pesar de todo, son múltiples películas que estamos seguros las generaciones futuras y no traumadas como las actuales, sí valorarán y verán con atención para ir entendiendo lo que aun nosotros no logramos comprender.

Una de esas películas hechas en medio de la dictadura y que escasamente fue conocida se llama La Colonia del director Orlando Lübbert y que ha cobrado especial importancia por otra película, esta vez extranjera y con presupuestos millonarios y actores de primera línea, que también tiene a lo que conocimos como Colonia Dignidad y hoy, Villa Baviera, como protagonista. La película de Lübbert tiene un registro diferente que la reciente del director alemán Florian Gallenberger, pero ambas son igualmente necesarias. Una contiene la memoria histórica de un trabajo realizado en medio de la dictadura sobre Colonia Dignidad, en el año 1985, en cambio la otra, tiene el horror que produce ver lo que sucedía entonces con la perspectiva del tiempo que dan los 30 años que separan a una de la otra. Una tiene la mirada chilena y la otra, la alemana para uno de los capítulos de la historia de Chile que enluta a ambas naciones por la responsabilidad que les cabe.

Colonia Dignidad no es solo un problema chileno. Queda claro cuando el ministro federal de Relaciones Exteriores Frank Walter-Steinmeir, decía hace unas semanas de manera muy emotiva en un discurso pronunciado en Alemania: “El tratamiento del tema de la Colonia Dignidad no es una página de gloria, tampoco en la historia del Ministerio Federal de Relaciones Exteriores. Durante muchos años, desde los años 60 hasta los años 80, los diplomáticos alemanes, en el mejor de los casos, voltearon la vista –y evidentemente hicieron muy poco para proteger a sus compatriotas en esta colonia. También posteriormente, cuando ya se había disuelto la Colonia Dignidad y las personas ya no estaban expuestas a las torturas diarias –al Ministerio le faltó la determinación y transparencia necesaria para identificar su responsabilidad y aprender sus lecciones”. El reconocimiento que está haciendo el gobierno alemán de su complicidad con las violaciones a los Derechos Humanos de niños, mujeres y hombres que se cometieron bajo el imperio del terror de Paul Schäeffer es un gesto que tiene enormes repercusiones éticas y estéticas. Como que además, decidieron abrir los archivos de esta época de manera extraordinaria que tenían un resguardo de 30 años dejándolo solo en 10, para esclarecer al máximo lo que sucedió cuando colonos que pudieron escaparse y que llegaron hasta la embajada alemana a denunciar las vejaciones de que eran objeto fueron devueltos a las garras de Schäeffer, como de otros, cuyos testimonios no fue escuchados como para conducir a investigaciones, al menos de oficio.

No sin razón se encuentra de visita en nuestro país el Presidente Federal de Alemania Joachim Gauck y su agenda contempla como en pocas ocasiones, una serie de actos relacionados con los DDHH.

La presidenta de la Asociación por la Memoria y los DDHH Colonia Dignidad, Margarita Romero, ya se reunió hace una semana con la Presidenta Bachelet para que nuestro país no quede rezagado respecto de esta ofensiva alemana, que nuestra justicia no quede de nuevo en ridículo como cuando con Pinochet hace una década y se pueda saber con claridad qué es lo que efectivamente sucedió en Colonia Dignidad, dónde y cómo torturaban a nuestros compatriotas, dónde dejaron sus cuerpos, qué tipo de experimentos químicos desarrollaron al interior del enclave, de qué manera entrenaron a agentes del Estado chileno en las técnicas de la tortura y, por cierto, comprender qué complicidades civiles, gubernamentales y diplomáticas permitieron que un grupo de facinerosos y pervertidos liderados por un reconocido pederasta sometieran a tantas personas durante tantos años. Son demasiadas preguntas, que hoy quedan flotando a la espera de esa Verdad, y en esa espera vale la pena repetir las palabras del ministro alemán, cuando decía hace unos meses: “El Ministerio Federal de Relaciones Exteriores quiere aprender sus lecciones del caso de la Colonia Dignidad. Vamos a estudiar nuestra documentación – no para aprenderlo solamente, sino para poder utilizarlo para la formación y capacitación de nuestros funcionarios jóvenes. ¿Qué hemos omitido, qué podríamos haber hecho mejor? ¿Cómo se podrían prevenir hoy similares situaciones de conflictos? Para nuestros alumnos diplomáticos de todas los programas de formación, el estudio del caso “Colonia Dignidad” será el núcleo de un nuevo módulo de enseñanza en la Academia en Tegel.”.

Hechos son amores, decimos en Chile y esta es la prueba. Faltan los hechos chilenos, como que la Presidenta dé la orden de reducir el plazo de 50 años de resguardo a los archivos sobre violaciones a los DDHH, y podamos ir cerrando este horrible capítulo de nuestra historia… de otro modo, deberemos conformarnos con el cine de un Orlando Lübbert o un Florian Gallenberger y la literatura para asomarnos solo a una parte de la historia, de nuestra realidad.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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