Señor director:
La señora Bachelet y su lamentable ministro de Hacienda ya han tenido el tiempo de lloriquear delante de la prensa con motivo de la huelga declarada por los trabajadores de La Escondida, una huelga que en sus palabras va a hacer perder tanto dinero al paìs. Desde luego que en el espìritu de estos dos personajes, para quienes los patrones son dioses, los responsables de este conflicto no son otros que los trabajadores y es sobre ellos que quieren hacer presiòn.
Mientras tanto los grandes magnates anglo-australianos de la BHP Hilliton, propietarios de la mina cantan y bailan para celebrar el alza galopante que ha conocido el precio del cobre en el mercado de Londres,a causa del conflicto, lo que va a proporcionarles unos beneficios jugosos a ellos y a sus accionistas.
Pérdidas para el paìs y para los trabajadores pero utilidades millonarias para los de siempre : inversionistas extranjeros y especuladores internacionales que inflan sus fortunas a medida que màs se abre el hoyo que deja la explotaciòn de la mina en nuestro paìs.
Sin embargo nada impedirìa que el Estado chileno nacionalizara este yacimiento y que lo hiciera explotar por Codelco. Nada sino la ausencia una verdadera voluntad polìtica de parte de nuestros gobernantes, algo que parece hoy dìa como una fatalidad.
Hace poco màs de cuarenta años el gobierno de Allende demostrò , con la ley de nacionalizaciòn del cobre , que un Presidente puede conducirse como un chileno velando por los intereses de nuestro paìs. Es cierto que después vino la dictadura que, para enriquecer a sus almirantes y a sus generales, contorneò la ley y ofreciò licencias de explotaciòn a los tiburones del negocio internacional del cobre.
No obstante la situaciòn actual no es una fatalidad y los trabajadores del cobre , como todos los chilenos, debiéramos reivindicar la nacionalizaciòn y el control de nuestra principal riqueza por la cual tantos compatriotas sacrificaron sus vidas, desde los combatientes de la guerra del Pacìfico hasta Salvador Allende.
El contenido vertido en esta Carta al director es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.