En 1941 la Policía de Investigaciones de Chile (PDI) ordenó la creación de una división que debía desarticular las redes de espionaje en el país. Esta unidad pasó a llamarse Sección Confidencial Internacional, sin embargo, los funcionarios de la institución comenzaron a nombrar este módulo como el Departamento 50. ¿La razón? El anexo telefónico del nuevo equipo.
En esos años el Partido Nazi se encontraba en plena fase de difusión de su ideología, por lo que levantar este tipo de departamento constituía un freno al posible impacto de la política totalitaria de Hitler en Chile.
Lo sorprendente fue que apenas constituido el Departamento 50, emanaron los primeros rastros de espionaje en el país. En 1942, por ejemplo, el equipo desarticuló la primera célula nazi en Chile: el PYL que operaba desde Quilpué. En dicha ocasión fueron detenidas cerca de 20 personas. Luego, vinieron otras investigaciones, principalmente, en la zona sur de Chile.
Las pesquisas del Departamento 50, sin embargo, no se limitaron a Chile, sino que se extendieron a Brasil y Argentina, países donde la división de la PDI logró desarticular otras células alemanas.
Pero una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, la sección dejó de operar. Con ello, los archivos del Departamento 50 quedaron olvidados en las oficinas de la PDI. Esto, hasta que a mediados de 2017, a raíz de una solicitud de la Cámara de Diputados, los informes pasaron a manos del Archivo Nacional.
El trasfondo de los archivos
La transferencia que realizó la PDI al Archivo Nacional se efectuó ente junio y julio. Entonces, se entregaron 24 volúmenes que contenían oficios, telegramas, fichas policiales, declaraciones, pasaportes y fotografías correspondientes al periodo 1937-1944.
Según César Biernay, bibliotecario de la PDI, esta entrega de documentos no había logrado efectuarse antes dado a que los archivos del Departamento 50, de acuerdo a la normativa de inteligencia nacional, tenían un carácter secreto.
Para Emma de Ramón, directora del Archivo Nacional, estos archivos son relevantes en el sentido que permiten ampliar la mirada respecto de la historia nacional. “En el fondo lo que hace esa digitalización de archivos es cambiar un poco la forma en que se ha visto la participación de Chile en la Segunda Guerra Mundial, de Chile y en Latinoamérica, porque finalmente uno podría pensar que esto era algo que había ocurrido en Europa y en Asia, porque no sabíamos cuál era la situación chilena y latinoamericana, pero ahora se sabe lo que sucedió”, comenta.
Además, la historiadora explica: “Estos documentos nos hablan de una especie de conspiración que se efectuó en Chile, particularmente en el sur, para instalar células nazis con cuadros entrenados militarmente para poder espiar e incluso para poder seguir una suerte como de guerra y auxiliar a las tropas nazis que pudieran estar de alguna manera en el sur de Chile”.
Una restauración compleja
Cada uno de estos documentos, sin embargo, debió enfrentar un arduo proceso de restauración. “Este materia estaba en un 90 por ciento con deterioro. Tenían hongos, por lo que tuvimos que desinfectar. También había muchas fojas sueltas y rasgadas, muchas fotografías. Incluso, los bordes de los documentos estaban dañados. O sea, el nivel de deterioro era muy alto”, explica Lorena Medina, miembro de la Unidad de Conservación y Restauración del Archivo Nacional.
“También el papel era muy sensible, entonces obviamente tuvimos que tomar un mayor resguardo y tratarlo con mucha más delicadeza”, añade.
Los documentos fueron depositados en el Archivo Nacional de la Administración (ARNAD), ya que este espacio se ha encargado de resguardar la historia contemporánea del país.
Pero esto no es todo. Según Emma de Ramón aún quedan otros diez volúmenes que deberían integrarse a la colección.
Los documentos pueden revisarse en el sitio web del Archivo Nacional.