Señor Director:
En un arrebato de escepticismo, el Papa Francisco establece la carga de la prueba en los acusadores del obispo de Osorno por él designado, Juan Barros, presumiendo su inocencia y exigiendo pruebas; desestimando, por tanto, la validez de testimonios independientes en su contra al considerarlos públicamente como “calumnias”. Sería una imprudente ironía que un Jefe de Estado, ante tal presunto delito, omitiera su denuncia en tribunales ante un juez independiente.
Por otra parte, siendo fieles a su escepticismo, cabe esperar que honre su honestidad intelectual proveyendo pruebas de la existencia de su dios, de sus ángeles y apariciones, de la concepción virginal, de la resurrección de la muerte, de la asunción de la Virgen, de los milagros, de su infalibilidad y de la santidad de la Iglesia. Sobre esto último, como ante afirmaciones extraordinarias se requieren pruebas extraordinarias, sería esperable un estándar probatorio más exigente que el por él exigido ante los habituales casos de pederastia encubierta.
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