Dave Davies, 16 años, precoz aficionado a jugar con cables y perillas, residente de Muswell Hill, tocó un acorde en su guitarra y salió volando por los aires. El salón de la casa que habitaba su familia en Denmark Terrace crujió. Los tapones saltaron y se cortó la electricidad. El estallido retumbó en el norte de Londres. Su madre llegó corriendo alarmada y lo vio desplomado, recién electrocutado. Había intervenido tres amplificadores, pero el experimento salió mal.
O no tanto, porque el segundo funcionó. Arregló el cortocircuito, rasgó la rejilla de uno de los altavoces con unas cuchillas de afeitar y encontró un sonido nuevo para su guitarra. Eléctrico, distorsionado y furioso: el paso previo al famoso riff que luego tocó en “You really got me”, la canción que había compuesto su hermano Ray, casi tres años mayor, y que en 1964 se convertiría en el mayor éxito de The Kinks. “Yo escribí la canción, pero no hubiera sido nada sin la aportación decisiva de Dave”, diría Ray más tarde.
Ese tipo de historias se puede encontrar en Atardecer en Waterloo (Sílex), la voluminosa biografía que el periodista Manuel Recio y el matemático Iñaki García publicaron en 2017 en España y que esta semana tendrá su presentación en Santiago, vía Liberalia Ediciones. “Los Kinks no tenían una biografía en castellano que abarcase toda su historia. Era una anomalía editorial para un grupo de su influencia, sobre todo si lo comparas con bandas como los Beatles, los Rolling Stones o los Who, que tienen multitud de referencias. Ni siquiera las biografías oficiales de Ray Davies están traducidas al castellano”, dice Manuel Recio desde Madrid, para explicar el origen de un libro que “llevamos ideando toda la vida”.
En casi 800 páginas, ambos -dos españoles obsesionados con el grupo, asistentes habituales a las “konvenciones” de fans y hasta apuntados como kinkólogos– abarcan toda la trayectoria de la banda, desde que la familia Davies se muda al norte de Londres huyendo de los bombardeos nazis hasta el sorpresivo reencuentro en vivo que ambos hermanos protagonizaron en 2015. Entre medio, multitud de historias: desafíos entre bambalinas con John Lennon, giras desastrosas por el Reino Unido, mánagers de dudosa reputación, exceso de alcohol y pastillas, aventuras sexuales, matrimonios caídos en desgracia, una fluctuante relación con los Estados Unidos y un prodigioso catálogo de canciones. Nostalgia, conciencia de clase, humor y sarcasmo.
“Intentamos hacer un libro donde se analicen no solo su música sino también el contexto en el que se movieron. Esto es fundamental para entender a un grupo como los Kinks, tan británico y a la vez tan universal. Por eso hablamos del Londres de posguerra, de los periplos de Ray por la escuela de arte o los de Dave con las chicas. Es fundamental para entender su rabia adolescente, su frustración dentro del sistema británico. Por cierto, esa rabia está detrás de hits como ‘You really got me’”, asegura Recio, firma de la agencia Europa Press y medios como El País y Jot Down.
Atardecer en Waterloo es también una reivindicación de los Kinks, “un grupo a contracorriente”, dueño de composiciones injustamente ensombrecidas. Nunca han sido tan masivos, lucrativos, reconocidos ni venerados como algunos de sus contemporáneos. Un grupo único en su especie, que este sábado volvió a ocupar titulares debido a la muerte de uno de sus bajistas, Jim Rodford.
También un grupo que no pocas veces se saboteó a sí mismo. Manuel Recio lo explica con el disco que publicaron justo después del exitazo de “Lola”: “Con Muswell Hillbillies inauguraron su etapa en RCA, uno de los sellos más grandes del momento. Todo el mundo esperaba un disco comercial, potente, otro hit como ‘Lola’, pero Ray Davies hizo un homenaje al barrio de su infancia y sus influencias musicales con canciones maravillosas y desconcertantes para los directivos discográficos; un disco sin singles potenciales que promocionar, para escuchar degustando una taza de té o unas pintas. Y claro, no entró ni en las listas”.
¿Por qué los Kinks nunca alcanzaron ni la popularidad ni el reconocimiento que han disfrutado sus contemporáneos?
Es un tema controvertido. Uno de los factores puede ser su veto en los Estados Unidos en 1965, justo en el momento culmen de su carrera. Ray Davies tuvo una pelea con el presidente del Sindicato de Músicos y se les prohibió tocar en el país hasta 1969. Éxitos como “Sunny afternoon”, “Dedicated follower of fashion” o “Waterloo sunset” apenas llegaron a Estados Unidos, que era el mercado musical más importante del mundo. Se perdieron Woodstock, Monterrey, el Verano del Amor. Fue una hecatombe en todos los sentidos.
También hay un factor interno. Los Kinks no eran como los demás (“I’m not like everybody else”) y nunca se subieron a las modas imperantes, hecho que sí supieron aprovechar mucho mejor los Stones o los Who, cuya actuación en Woodstock les granjeó fama mundial. Esto le ha dado un aroma de autenticidad y singularidad a su música, pero en su momento hizo que sus discos fueran fracasos comerciales, que el público no entendiera ciertos virajes estilísticos y que la prensa no supiera catalogarles.
Y no hay que olvidar factores coyunturales como el marketing, no supieron o no quisieron jugar bien sus bazas. Tal vez la maraña de managers que tenían alrededor tampoco ayudara. Un ejemplo representativo: los Kinks fueron los primeros en introducir sonidos hindúes en el pop con “See my friends”, pero todo el mundo se lo atribuye a los Beatles, al sitar de George Harrison o “Norwegian wood”.
¿Cómo definirían la relación de los hermanos Ray y Dave Davies?
Tormentosa, inquietante y en muchos sentidos enfermiza, pero hay una cosa clara: se querían y gracias a esa unión los Kinks fueron lo que fueron. Ray Davies era un genio creativo, un compositor excepcional, una mente brillante, pero Dave tenía esa furia adolescente, ese ímpetu experimental que dotó de forma al sonido de los Kinks. Hay una declaración de Ray sobre la grabación de “Waterloo sunset” que ejemplifica muy bien esto: “Cuando la guitarra de Dave empieza a sonar, algo mágico sucede”.
Eran muy distintos. Ray se casó muy pronto, era un tipo hogareño, poco dado a los eventos sociales, introspectivo, tímido. Dave era todo lo contrario: llevó al extremo la vida del rock y casi le pasa factura, pero a la vez era menos constante y más impulsivo. Dave vivía la vida, Ray escribía sobre ella.
¿Cuáles son las características más importantes de Ray Davies como compositor?
Su extraordinaria sensibilidad hacia lo cotidiano es uno de sus rasgos más representativos. Esa mirada poética hacia lo que ocurre a su alrededor es una de sus señas de identidad. Al mismo tiempo, es un compositor versátil, que siempre ha estado en evolución. Musicalmente se forjó en grupos de blues y jazz y tiene un dominio asombroso de diferentes estilos musicales, lo cual le da un rango amplísimo de posibilidades: desde el rock, al pop, al blues, al country, el music hall, el cabaret o el hard rock. Eso es algo que no todos los compositores de su generación pueden decir.
Los Kinks muchas veces son etiquetados como un grupo de los ‘60, pero el libro aborda los años posteriores con igual profundidad. ¿Buscan reivindicar también esa música?
Uno de los objetivos ha sido reivindicar todo el legado de los Kinks y poner en valor su obra. Es evidente que los ‘60 son su etapa más gloriosa, pero los Kinks estuvieron activos más de tres décadas e hicieron cosas grandes en cada una de sus etapas. Más allá de “Lola” o Muswell Hillbillies, por ejemplo, su etapa de los ‘70 es bastante desconocida y tiene auténticas maravillas, como “Sittin’ in my hotel”, “Underneath the neon sign” o “On the outside”, por poner tres ejemplos rebuscados que nunca verás en un greatest hits. En los ‘80 fueron capaces de reinventarse, conquistar el mercado norteamericano y dejar himnos como “Come dancing”, “Do it again” o “Livin’ on a thin line”. Hasta en los ‘90 tienen joyas que merecen escucharse con atención, como “Hatred (a duet)” o “Scattered”.
¿Cómo influyeron los Kinks en la música británica posterior a ellos?
Sobre todo en las historias, en la mirada británica y en el gusto por las melodías y las canciones perfectas de pop. Damon Albarn de Blur siempre ha dicho que uno de los días más felices de su vida es cuando interpretó “Waterloo sunset” con Ray Davies, pero muchos otros, como Oasis, Supergrass o los Jam admiten su influencia. Nosotros empezamos el libro con una cita de David Bowie: “No hay canción de los Kinks que no me guste”. Revelador.