Señor Director:
Nuevamente un curandero con aires de gurú abusó, ahora, sexualmente de media docena de víctimas, aprovechándose de la creencia de éstas o sus familiares en maleficios sobrenaturales y sanaciones espirituales.
Al cubrir la noticia, los medios catalogaron al agresor como “falso curandero”. Tales palabras confunden a las potenciales futuras víctimas, quienes podrían prevenirse de esos “servicios” si no se dejara entrever sistemáticamente que existirían otros curanderos “verdaderos”, distintos al pillado, cuyas habilidades mágicas no estarían en entredicho, siendo que la evidencia en favor todos es igualmente esquiva; independientemente de si acaso les logran demostrar delitos.
Para colmo, sumándose a nuestro deficiente sistema educativo ─que no enfatiza la importancia de no dar credibilidad a las afirmaciones sin evidencias─, las radios, periódicos, matinales y estelares televisivos ─que también son instancias educativas en las que la filosofía es optativa─ colman sus espacios con otros “verdaderos” adivinos, clarividentes, cazafantasmas y agoreros. Con ello siembran la superstición en terreno fértil; facilitando abundantes beneficios económicos y carnales a charlatanes, los cuales son cosechados mediante la victimización del inocente, preso de su ingenuidad, quien aprendió lo que le enseñaron mediante los mecanismos culturales que tuvo a su disposición.
¿Qué presente viviría hoy la menor violada si hubiera sabido oportunamente que son falsos, todos?