Una crisis de reputación ante la opinión pública tiene varias etapas. Para la Iglesia católica en Chile, el regreso de los obispos desde Roma parecía ser el punto álgido que daría paso a la reconstrucción. Pero no: apenas llegaron a Santiago siguieron los dolores de cabeza. A los sacerdotes suspendidos de Rancagua, a quienes se les investiga por conductas “impropias”, y a la autodenuncia de un canciller de la Curia por abuso sexual en contra de menores, se sumó el rechazo al nombramiento de Juan Ignacio González, obispo de San Bernardo, a cargo del Consejo de Prevención de Abusos del Episcopado.
En entrevista con Radio y Diario Universidad de Chile, Marcial Sánchez, doctor en Historia y experto en la historia de la Iglesia, analizó estos hechos.
-¿Cómo observa lo que ha ocurrido luego del viaje de los obispos al Vaticano?
Después del regreso de los obispos a Chile nos hemos encontrado con temas muy complejos, como el de Rancagua, donde hay 14 sacerdotes suspendidos por decisión del obispo de la zona. El otro tema es observar cómo están los obispos hoy en día. Me doy cuenta que hay algunos que todavía no se han dado cuentas lo que significaron esas diez carillas que les dio el Papa para poder reflexionar. Es cosa de observar algunas declaraciones de ellos. Se les observa muy ensimismados, con sus propios códigos, rutas. Lo peor de todo, es que hay muchos que no han hablado nada. Entonces la pregunta es: ¿por qué no han hablado? ¿Qué están escondiendo? Ese es un punto que tiene que ver con lo que está pasando con la Iglesia. La gente en general quiere ver qué está pasando en los diferentes obispados. Algunos dicen que estas redes (como la de Rancagua) podría estar en otros lugares. Y cuando las cabezas no aparecen hablando, obviamente siguen siendo especulaciones y esto empieza a crecer. Si no hablan, esto será una avalancha que después no la van a poder tomar.
-¿A qué obispos se refiere cuando describe este comportamiento?
Por ejemplo, el obispo de San Bernardo, Juan Ignacio González, hoy hizo declaraciones con respecto a la homosexualidad, como si fuera todavía una enfermedad. ¿De qué estamos hablando? La Organización Mundial de la Salud dijo hace rato que no es una enfermedad, que es una condición, entonces claramente los sacerdotes pueden ser homosexuales. Todo esto depende de cómo llevas tu vida sacerdotal a la luz de los requisitos que debes cumplir para estar ahí dentro, como no tener relaciones sexuales. O, por ejemplo, hay obispos que han hecho algunas declaraciones que van variando en el tiempo. De repente dicen una cosa y de repente otra. Sí hay obispos, como Alejandro Goic –al margen que él debió haber actuado con mayor diligencia, como lo dijo–, que han sido capaces de admitir que llegaron tarde. Él tomó el sartén por el mango y hoy día hay 14 sacerdotes que están fuera y, además de eso, siguen las investigaciones. Él siempre dice que, en Chile, primero la gente es inocente y hay que probar que son culpables. Ha colocado una vara para el resto de los obispados, y así se hacen las cosas.
¿Qué le pareció el arribo de Juan Ignacio González a la dirección de la Consejo de Prevención de Abusos del Episcopado?
No es la persona más idónea para ese cargo. No solo lo digo por las capacidades académicas, que las puede tener dentro del área del derecho; lo digo en términos de la capacidad que tiene una persona de colocarse en el lugar del otro. Eso se llama empatía. Cuando vas a trabajar con víctimas abusadas, esas personas deben tener la capacidad de poder conversar con un hombre al cual le creen, con un hombre con el cual se sientan tranquilos y cómodos, y el obispo González no es esa persona. Ya lo han dicho algunas de las víctimas, y esto no pasa por un problema ideológico, como lo dijo hoy. Ahí él coloca un punto sobre la mesa, porque habla de esa problemática, está dando cuenta de que en algún momento fue acusado de ser una persona que ayudó a la dictadura, y es complejo eso. Abre heridas en un país que las quiere ir sanando.
-Juan Ignacio González parece inamovible…
Los obispos solo los puede remover el Papa. Juan Ignacio pertenece a la sicología de la elite, como decía Francisco; es un hombre también muy preparado. En su diócesis, cuando hablas con gente que ha trabajado con él, lo encuentran muy duro, tosco, poco carismático, pero que sí cumple los objetivos. Pero hoy en día el Papa no quiere administradores, ya lo dijo: el Papa quiere pastores, y para ser pastor tú tienes que poseer ascendencia. Cuando te vas a hacer cargo de una comisión que verá abuso, y tienes una persona que no tiene ascendencia en las víctimas, es muy difícil que lo puedas llevar adelante.
-¿Se podría proyectar un modus operandi similar al que ha quedado al descubierto?
Yo creo que peor, porque resulta que el modus operandi que había en la Comisión era recibir estos casos, escuchar y ver si había pruebas. Pero aquí la gente no se va a acercar, o va a ser muy difícil que se acerquen. Inmediatamente al ser nombrado Juan Ignacio González, las víctimas de Karadima dijeron que era la peor persona para ese cargo, y yo estoy de acuerdo. Lamentablemente no cumple con las condiciones.
-Cuando estuvo en el Vaticano lo encontré poco empático en su discurso…
Aparte que en un momento dijo que se había juntado con las víctimas de Karadima, y en diez minutos le dijeron que no era así. El problema es que quedó en evidencia, y no es algo bueno para su persona.
-También avaló a Juan Barros…
Claro. Frente a un personaje como este, es muy difícil. Yo no sé si él entenderá que la gente que va a leer el diario, o escuchar la radio, ya tiene juicios formados, que no es imbécil, que ya se acabó eso de que las personas piensen como tú quieres que piensen. El chileno quiere pensar, se está empoderando y se está planteando un cambio. Pero él pertenece a la vieja guardia. Si no entiende, tiene que dar un paso al costado.
-¿Había ocurrido que un sacerdote se autodenunciara por abuso, como sucedió con Óscar Muñoz Toledo?
No tengo antecedentes del tema. Me da la sensación de que no, más aún un canciller, que es un notario eclesial, alguien que tiene muchas potestades cercanas al arzobispo, es un custodio de los papeles, por lo tanto, es demasiado importante dentro de la curia.
-¿Qué podría ocurrir con esto?
Es muy interesante la autodenuncia del canciller, porque resulta que obviamente ya no puedes vivir con la mentira que has tenido durante años, este doble estándar que tuviste, y esta persona no soportó más y contó su verdad. Esta cae en manos de la justicia y vamos a ver en qué termina, porque es bastante complejo el caso. Como están dadas las cosas hoy en día, si alguien te descubre en algo, no cabe la menor duda que te quedan dos cosas: te autodenuncias o lo niegas, o te colocas en la posición que otros comiencen a marcarte con el dedo. Yo creo que fue tanta la presión que tuvo –porque fue un tema familiar–, que se vio obligado a hacerlo, pero así muestra un camino para que otros puedan autodenunciarse si es que han vivido situaciones tan complejas.
-¿El Papa irá a aceptar la renuncia de los obispos?
Eso no lo tengo tan claro. No tengo la información. A mí me da la sensación que a lo mejor el Papa puede ir nombrando obispos y no necesariamente ratificando otros. Si tú tienes la renuncia de toda una Conferencia Episcopal, tú puedes aceptar la de tres, dos o cuatro personas, y colocas un número de personas. Pero no necesariamente estás ratificando a los otros. Podría ponerlos sobre la mesa y empezar a ratificar o cambiar en el tiempo a los otros. Puede ser una estrategia.
-Todos esperan un gesto…
Yo creo que se va a demorar. Nadie sabe, ni siquiera los secretarios. Después de la ida de los sacerdotes que ahora van a Roma, veremos más luces.