El análisis de las noticias de prensa respecto de los problemas de salud pública en Chile produce espanto en el lector con cierto conocimiento y con sensibilidad para estos problemas, ya que ellas demuestran la indigencia de ideas, la falta de conocimiento científico y médico, y el débito ético y de empatía, que trasuntan los pronunciamientos de los encargados/as de liderar e implementar soluciones a estos severos y fatales problemas. El informe ONU/SIDA ha confirmado lo que ha sido vox populi ya por varios años, y que es que desde el año 2010 las nuevas infecciones con VIH casi se han duplicado en el país, y que ellas han seguido inexorablemente su curso ascendente, a pesar de existir en el mundo, desde hace ya varios años, los métodos educativos, los médicos y las drogas para prevenirlas casi en su totalidad. Como ha sucedido previamente, cuando se hacen públicas cifras que retratan la miseria de la salud publica en Chile, ellas han despertado una explosión de declaraciones del Sr. ministro de Salud de turno, en este caso Don Jaime Mañalich. En ellas se mezclan estérilmente las verdades a medias, la omisión de aspectos básicos de la epidemiologia de estas infecciones y los lóbregos y éticamente impropios designios políticos. Esta explosión de pronunciamientos ha creado en el presente y en el pasado, un espurio cuadro de aparente conocimiento y de actividad sobre el problema, basado en una lectura fantasiosa de él y alejada, en varios aspectos, del conocimiento y de la formalidad científica y, por lo tanto, improductivo para ejecutar acciones para solucionarlo.
Por ejemplo, el Dr. Mañalich adscribe el aumento VIH/SIDA a omisiones y políticas sanitarias del gobierno anterior. Sin intentar minimizar la importante responsabilidad del gobierno anterior en este proceso, una mirada a la curva de nuevas infecciones del programa ONU/SIDA, indica que el aumento exponencial de estas comenzó el año 2010 cuando él era ministro de Salud, y que entre ese año y el 2014, cuando él terminó su mandato, se produjeron aproximadamente 14,000 nuevas infecciones por VIH. Entendemos el deseo del Sr. ministro de eludir su parcial responsabilidad por estas infecciones, y en un entorno social en que la impunidad reina suprema, su prestidigitación con la historia reciente del VIH/SIDA podría pasar desapercibida. Sin embargo, esta adulteración con fines políticos del récord histórico de la enfermedad, zapa la aproximación científica al problema y por eso atenta también contra su solución. El Sr. ministro, aparentemente, también por motivaciones políticas, habla del “fetiche del condón”, olvidando que en la historia del VIH/SIDA el uso del condón y de la educación, incluyendo la sexual, produjeron los primeros avances preventivos de la epidemia mucho antes de la aparición de las drogas antivirales seis años más tarde.
Pudiendo plantearse con cierta certeza que la implementación sistemática de estas medidas el año 2010, en el comienzo del mandato del Dr. Mañalich como ministro de Salud y su continuación por el gobierno posterior a su mandato, podría haber prevenido en parte la catástrofe sanitaria en desarrollo que no solo incluye al HIV/SIDA, sino que también a otras enfermedades de trasmisión sexual como la sífilis y la gonorrea. La educación sexual y el uso adecuado de condón parecen hasta este momento ser los medios más efectivos para prevenir el HIV/SIDA, y la ausencia del uso generalizado de ellos en Chile se debe a la abusiva aquiescencia de los gobiernos de turno con estamentos religiosos y conservadores que paradojalmente al parecer condonan los abusos sexuales y la pedofilia. El Sr. ministro ofrece aumentar el presupuesto dedicado al HIV/SIDA de 400 millones a 800 millones de pesos, sin embargo, esta cifra es una gota en el mar de necesidades presupuestarias para el ataque de un problema que se ha dejado evolucionar prácticamente sin control por tres gobiernos y que necesita de acciones urgentes, que el Sr. ministro describe acertadamente como polifocales.
Sin dudas, la epidemia de HIV/SIDA y de otras enfermedades de trasmisión sexual e infecciosas se insertan dentro del diagnóstico que recientemente ha hecho la Dra. Natalia Henríquez. Presidenta Colegio Médico Santiago, al decir “que el sistema de salud público esta desfinanciado” y que “difícilmente responderá a las necesidades de salud de su población”, y que lo más urgente es “aumentar el presupuesto estatal en salud”. Desgraciadamente, el Sr. ministro y el Ministerio que dirige parecieran ignorar este problema fundamental que se arrastra por varios años y esto, junto a su tenue aprehensión de los aspectos epidemiológicos del HIV/SIDA resultan en prescripciones vagas, antojadizas y demagógicas en la lucha contra este flagelo y otros flagelos de trasmisión sexual. Por lo tanto, no es de extrañar que el ministerio y el ministro actual, como ha sucedido en los últimos nueve años, sean incapaces de formular un plan nacional de prevención y de tratamiento del HIV/SIDA ya que la base material para la ejecución de un programa de este tipo está ausente, dada la clara inexistencia de un presupuesto y de los recursos de todo tipo para ello.
En honor a la verdad, habría que reconocer que la responsabilidad de esta tragedia recae también sobre el poder legislativo, que teóricamente representa los intereses de la población, y del cual lo único que se ha oído últimamente son las declaraciones prejuiciadas, torpes y añejas del diputado don Ricardo Solis (PPD), que el igual que el ex ministro Dr. Santelices culpa a los inmigrantes de la debacle de la salud publica chilena, tan bien ilustrada por esta epidemia. En las postrimerías de la Edad Media, probablemente como resultado de las epidemias de peste bubónica, comenzaron a aparecer en Europa, en los cementerios y en las iglesias, representaciones de la llamada Danza de la Muerte o Danza Macabra. En ella esqueletos representando a la muerte aparecen bailando e invitando de manera burlona a individuos de las diferentes clases sociales, desde emperadores y cardenales hasta campesinos, a abandonar su vida en la tierra y a enfrentar lo inevitable indicando que la muerte afecta por igual a todos, poderosos y humildes, ricos y pobres. Estas representaciones alcanzaron su apogeo en los grabados en madera del pintor renacentista alemán Hans Hölbein y sus influencias se proyectaron hasta la época moderna en la obra de Thomas Mann y de August Strinberg y la música de F. Liszt, entre muchas. Pareciera adecuado postular que las deficiencias presupuestarias y científico técnicas en salud pública del estado chileno, responsables sin duda de la epidemia de HIV/SIDA, representan a los esqueletos de una actual y criolla Danza Macabra, y que desafortunadamente en la versión chilena de ella se ha perdido el efecto igualitario de la muerte medieval, ya que esta epidemia afecta primordialmente a una población vulnerable dado su estigmatización y su nivel socio económico.