El héroe norteamericano que aparece justo a tiempo para salvar la ciudad, el villano que se demora en explicar su plan otorgando la oportunidad a la víctima de generar una nueva y brillante treta capaz de superar la inminente muerte, un choque que hace desaparecer un personaje cuyo desarrollo complicaba el éxito del protagonista, el personaje que aparece después de años cambiando la historia. Todos estos clichés están presentes en la cultura de recepción del espectador contemporáneo. Son apariciones improbables e ilógicas en medio de una obra, milagros absurdos que modifican toda la secuencia de hechos. Nos hemos acostumbrado. Y tanto que hasta nos gusta que así sea. Esta forma de intervenir una obra se conoce como Deus Ex Machina. Con este latinazgo se conoce en la tradición literaria la intervención en la lógica interna de una obra por un elemento que rompe la construcción del texto para resolver un problema de difícil salida o sencillamente para mejorar el rendimiento de algún interés externo dentro de la obra. El término tiene su origen en las tragedias griegas, donde un dios entraba en escena sobre una máquina para realizar un acto resolutivo y fuera de la trama natural del texto. En la producción de obras literarias, cinematográficas, dramáticas y en toda clase de relatos, el recurso goza de cierta frecuencia. Normalmente se le considera un recurso de baja calidad y que daña la obra. Pero tal parece que nos hemos acostumbrado tanto que hasta nos gusta. Nos parece agradable pensar que en cualquier momento aparezca un dios montado en una grúa e intervenga la escena en dirección de sus intereses. Nos parece gratificante que la lógica de un problema sea vulnerada por un evento absurdo devenido en placentero cliché.
Desagradable muchas veces, este recurso quizás no es muy grave cuando acontece en una narración destinada al placer de un espectador. Sin embargo, convertida en lógica política es un desastre, una falta de respeto, un abuso de los criterios mínimos de operación en medio de las responsabilidades que les caben a quienes tienen en sus manos decisiones importantes. Y resulta que el Deus Ex Machina está presente en Chile por todos lados, pero especialmente en educación. Hace rato que abandonamos la lógica interna de esta trama, del problema de organizar un sistema de enseñanza universal, igualitario y de calidad. Hace rato que son los clichés y sus fatigosas intervenciones sobre la lógica los que predominan.
‘Deus Ex Machina’ o el absurdo como norma analítica del análisis de la educación chilena. Podría haber sido este el título, pero era un poco largo. Pero lo menciono para hacernos cargo del asunto de fondo. Y es que la lógica interna de la historia sobre la educación nos indica que su baja calidad e inequidad se articuló con el modelo de comercialización educacional generado por el gobierno de Pinochet, modelo del que las políticas concertacionistas han sido continuistas en una proporción indecente. Según ese modelo, la educación se constituye en un mercado y, por tanto, se distribuye el ‘producto educativo’ de acuerdo a los criterios propios del mercado, esto es, la segmentación: lo mejor a mayor precio, lo peor a menor precio. Y si es gratis, ni hablar. En este modelo la educación pública no tiene espacio, desarrollo, sustento ni futuro. Aprisionada en su destino, los malos resultados abundan y se requiere entonces de un culpable: los profesores. Mientras en Chile la educación es un problema grave y estructural, las autoridades y los medios culpan a los profesores. Y suponiendo que fueran ellos el talón de nuestro Aquiles, ¿son responsables ellos o el modelo educacional? Siempre, en cualquier caso, los resultados de la educación dependen de las autoridades.
Hoy los profesores, como gremio, están en paro. El Mercurio titula: “tres de cuatro alumnos no tienen nivel de escritura deseable para 4° básico” y luego subtitula “mientras, profesores no ceden y siguen en paro”. Los resultados son de 2008, pero se usa el adverbio de tiempo que señala que ‘durante el tiempo que algo ocurre, otra cosa acontece’. Pues bien, el paro es actual, los resultados de hace un año. Pero vaya, que sirva el ‘mientras’, dice El Mercurio. Y La Tercera. Y peor, la Ministra de Educación y las autoridades en conjunto, que han sido protagonistas de esta misma lógica: culpar a los profesores, poner a la ciudadanía en su contra. Y como un Deus Ex Machina aparecen los colegios particulares subvencionados y particulares a resolver el problema. Aceptan a los muchachos por el fin de semestre, para ayudarlos en la PSU. Y ‘mientras’ los medios invaden con referencias a lo razonable que es pensar en sacar a los niños de los colegios municipales y transitar a los particulares subvencionados, donde no hay paros (cierto) y hay mejores resultados (falso). Como si la extinción de los colegios municipales solucionara todo, como si pasar a colegios particulares a todo Chile fuese la solución.
Las películas de Hollywood nos han destruido la lógica. Y eso nos convierte en ciudadanos ciegos a los abusos que se cometen en nuestro nombre. Nuestros problemas estructurales quedarán todos esperando un Deus Ex Machina que solucione el entuerto. Pero eso no ocurre en la realidad o al menos tiene la misma probabilidad que ganarse el Loto. Pero al menos calma a los ciudadanos. Y es que no debemos perder la esperanza, dicen, de que un Deus Ex Machina aparezca y salve a todos los niños de la ignorancia. Y, por supuesto, siempre con la esperanza de que sea un buen negocio.