Hablar de muertos siempre es triste. Se trata de algo sin vuelta atrás. Y los seres humanos, que somos definidos por lo finito, encajamos muy mal la desaparición de alguien querido. Es una constante que nos identifica con nuestros más lejanos ancestros. Aquellos que iniciaron la relación con la trascendencia vinculándose con los antepasados que partían para siempre. Claramente, la muerte ha sido siempre considerada algo más que un “cambio y fuera”. Pero hay veces en que la banalidad se encarama por los escenarios. Y es capaz de colocar su impronta en el lienzo más impoluto. No creo que sea una señal de la época. En la Edad Media, sin importar lo intenso del dolor de la familia del monarca, no faltaba la voz que declaraba: “A Rey muerto, Rey puesto”.
Habrá quien diga que así ha sido y es la política. Me resisto a creer que seamos tan previsibles, tan simples. Aunque, de vez en cuando, las evidencias puedan insinuar tal cosa. Es lo que está pasando con la muerte del ex Presidente Eduardo Frei Montalva. El juez Alejandro Madrid, luego de siete años de investigación, resolvió encausar a seis personas por el asesinato (1982) del ex mandatario. Todas vinculadas al Ejército. Entre ellas, al médico y coronel (r) Patricio Silva, subsecretario de Salud en la administración Frei Montalva. Un amigo muy querido por la familia.
El Mercurio no pudo ocultar su sorpresa y destiló un dejo de malicia en la edición del 8 de diciembre. En el epígrafe del título principal de su portada, señaló: “Fallo irrumpe a seis días de la elección presidencial”. El secretario general de la Unión Demócrata Independiente (UDI), senador Víctor Pérez, quiso ser más explícito: “Lo único que me preocuparía sería que el juez haya tomado esta resolución pensando en algo electoral. Sería penoso para el Poder Judicial. Aunque no hay duda que alguien pueda tener esa legítima sospecha” (la negrita es mía). Cuán conveniente hubiera sido que los Pérez de la época hubieran levantado igual la voz para condenar los atropellos de la dictadura. Para condenar a una Justicia genuflexa ante el poder del tirano. Pero los hoy militantes de la UDI -ayer colaboradores del sátrapa- nada dijeron. Prefirieron disfrutar del poder, como, entre otros, lo hizo el presidente del Senado, Jovino Novoa.
La Justicia chilena tendrá que rendir algún día cuenta de sus desviaciones clasistas, de su apego al poder, de su machismo, de su rechazo a la diversidad. Pero no se le puede imputar en este caso que no esté cumpliendo con su misión, a pesar del momento, como dijo el juez Madrid.
Sin duda, es difícil sustraerse al impacto mediático que el caso trae consigo. Y a ello obedeció la prontitud con que los candidatos presidenciales apoyaron a su colega Eduardo Frei Ruiz Tagle.
La muerte seguirá siendo un hito entre los seres humanos. Un hito que merece respeto. Me imagino que en alguna noche intranquila, Eduardo Frei hijo se cuestionará no haber actuado antes. No haber confiado en la intuición de sus hermanas Carmen e Irene. Ellas nunca dudaron que su padre había sido asesinado. Pero él no creyó. Arrastró una decisión. Como pensando que a su progenitor lo blindaba el haber sido uno de los principales autores intelectuales del golpe militar contra Salvador Allende. Y mantuvo la vacilación hasta el 2004. Fueron nada menos que 22 años, entre los cuales se desgranó su Presidencia. Ahora ya sabe que hubo un crimen. Y que los criminales los tuvo siempre muy cerca. Todos vinculados con el Ejército. Incluido Patricio Silva, el amigo. Y hasta es posible que también esté involucrado otro querido personaje, el ex ministro de Defensa de Patricio Aylwin, Patricio Rojas.
Cavilaciones también habrá en la Democracia Cristiana. Si Alejandro Madrid tiene razón, más de un militante se preguntará donde estaban los principios cristianos de algunos de sus camaradas. Y no faltará el que crea que allí se esconden las razones de la baja en el poderío político del partido. Puede ser una pesadilla que llevaría a los precipicios oníricos a varios prohombres.
La derecha también tendrá que meditar. Su abanderado pugna por dar vuelta la hoja de la historia reciente y para ello usa como excusa el cambio. Como si se pudiera avanzar hacia el futuro careciendo de pasado. Sebastián Piñera acababa de criticar a Frei porque propuso terminar con la ley de amnistía. Dijo que era volver a odios pretéritos. Y ante el remezón mediático creado por la decisión de un juez, se apresuró a dar todo el apoyo a su contrincante. ¿La muerte del ex Presidente no es acaso el pasado? ¿O el pasado que hay que olvidar sólo es para los Juan Pérez?
Hablar de la muerte siempre es triste. Pero las sociedades necesitan llorar a sus muertos. Darles sepultura. Saber donde están. Saber cómo murieron. Es lo que están haciendo los Frei y que muchos otros chilenos ansían. El saber no mitiga el dolor, pero da tranquilidad para volver a creer en quienes nos rodean.