Repetirse el plato

  • 15-12-2009

Culmina nuevamente una elección parlamentaria  bajo la camisa de fuerza del sistema binominal. Más allá de algunas pocas “sorpresas” electorales, los resultados nos indican que los partidos de la Concertación y de la Alianza por Chile vuelven a repartirse las bancadas de la Cámara de Diputados y del Senado. Un alto porcentaje de los elegidos sigue constituido por los mismos que “se repiten el plato” en cada contienda.

Los tres diputados comunistas rompen la exclusión que los afectaba gracias a que el oficialismo les abrió cupos en sus listas. Esto es tan así que ni siquiera los electos resultaron del doblaje de votos por el que apostaron sino gracias a los sufragantes cautivados por el PC en desmedro de los partidos concertacionistas. Las otras listas que compitieron no lograron imponer candidatos electos, salvo el PRI que compitió con algunas figuras archi consagradas en sus distritos y que justamente constituyen las pocas excepciones a la regla que se impone en cada votación. Es decir, que resulte elegido un candidato por cada  gran pacto.

Se termina, entonces, la exclusión comunista, pero se perpetúa para aquellos referentes que obtienen porcentajes que en otros parlamentos del mundo les permitiría elegir legisladores. Pero esta vez hasta los candidatos vinculados a la postulación presidencial de Marco Enríquez Ominami  (que obtuvo más de un 20 por ciento) quedan privados de representación en nuestras cámaras. Pero, claro, la elección de tres candidatos comunistas les permitirá a los defensores del sistema binominal llenarse la boca con este logro y, muy probablemente, ganar una buena excusa para que todo siga exactamente igual.
Esto es, la correlación de fuerzas que sabemos favorece a las dos grandes coaliciones políticas que cogobiernan y medran, ya, durante dos décadas  bajo el alero de la constitución pinochetista y la institucionalidad heredada de su Carta Magna.

Otra de las novedades electorales está dada por  la capacidad económica ostentada por algunos candidatos. La cupularidad  y el reinado de  las familias políticas sólo se quiebran con algunos candidatos capaces de gastar millonarios recursos en propaganda y parafernalia de campaña. De esta manera es que los medios de comunicación y la opinión pública se muestran “sorprendidos” por el triunfo de ciertos postulantes sin más mérito o trayectoria que su estampa física y/o su vinculación familiar con algunos caciques consagrados en el  gobierno, el propio parlamento o las municipalidades. Sería feo dar nombres al respecto, sobre todo si aludiéramos a esos hermosos y juveniles rostros que se han dado el gusto de desplazar a políticos con mucho más mérito y trayectoria en el denominado “servicio” público.

Lo terrible es que en todas partes se habla de estos despropósitos del sistema electoral binominal. Varios candidatos electos incluso hicieron campaña en la promesa de poner término a esta lacra heredada de la Dictadura. Sin embargo, una vez apoltronados en sus testeras y bancadas, será muy poco probable que los integrantes de nuestro solemne Congreso Nacional  tramiten y aprueben ellos mismos las reformas que se esperan por largos 20 años.

Sería como hacerse el haraquiri.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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