Sin duda que esta emergencia sanitaria ha permitido ver de forma nítida la crisis que viene atravesando por años el país, dejando en evidencia el manto de desprotección imperante en todas las materias que le competen al Estado. El rol subsidiario definido por la constitución ha demostrado no ser útil cuando el país enfrenta una realidad dramática que significa para muchos y muchas, dolor, impotencia y hambre.
Las medidas que el gobierno de Sebastián Piñera ha tomado ante esta crisis sanitaria han estado muy lejos de entregar soluciones a las variadas problemáticas que se han visibilizado y acentuado en este contexto particular. La tardía reacción de quienes tienen el deber de garantizar la protección de los y las ciudadanas ha profundizado la crisis socioeconómica y ha llevado al caos, lo que ha aumentado la rabia de una sociedad maltratada históricamente por grandes grupos económicos y sus representantes políticos que lucran con el dolor de la gente.
Ya en octubre el estallido social nos hizo desconfinar la impotencia y colectivizarla. Fue tanto el maltrato que nos hicieron perder el miedo y nos llevaron a organizarnos para tener un país distinto. La pandemia nos obligó a un repliegue temporal, pero sabemos que en realidad nada ha cambiado, ya vimos como hace un par de semanas en la comuna de El Bosque se encendieron las primeras barricadas y salieron las primeras capuchas desafiando el estado de excepción impuesto a propósito de la pandemia.
En las calles se olía el dolor, la rabia y el hambre, pues el gobierno había hecho oídos sordos, y “los de abajo” se indignaron con las erráticas medidas de un desgobierno, que hacía un intento desesperado por no tocar los privilegios que aún sienten como propios.
Los pasillos de un departamento se llenaban de flases y cámaras de televisión para hacer entrega de una caja de alimentos a una familia de la mal llamada clase media, con instrucciones claras de hacer resaltar el rojo de sus chaquetas y el nombre de un “líder” que baja a diario en las encuestas y al cual su propio sector político deja cada vez más solo.
La medida de las cajas impulsada por el gobierno tenía como objetivo cubrir por 15 días las necesidades más básicas de una familia de cuatro integrantes ¿No era acaso más sencillo mejorar el IFE como sugerimos desde el Frente Amplio desde el comienzo? ¿No permitía esto mayor libertad a las familias para que adquieran los artículos según sus necesidades? ¿No era mejor esto para las familias donde quienes trabajaban, dejaron de percibir renta pues sus empleadores se acogieron a la extraña Ley de Protección al Empleo, que de protección tenía sólo el nombre?
En el intento desesperado e improvisado por parte del gobierno de calmar la rabia de los vulnerados ciudadanos y ciudadanas, la campaña “Alimentos para Chile” no viene más que a sumar decenas de errores. Por orden de gobierno central se recorta presupuesto a las regiones y se les obliga a financiar cajas de mercadería por medio de recursos que ya estaban adjudicados en los Gobiernos Regionales para otros fines, como es el caso de Valparaíso.
Como si eso no fuera suficiente la adquisición de las cajas no estuvo exenta de problemas, ya que hubo procesos de compra poco transparentes, contrataciones directas de proveedores con apellidos de reconocidos parlamentarios, que tienen a las intendencias de Valparaíso y Arica en auditorias. Sumado a lo anterior, se detectó la falta de productos en parte importante de las cajas entregadas, lo que nuevamente pone en duda la gestión de la administración del Estado: ¿para quién trabajan realmente?
Estas son las medidas que el gobierno propone para solucionar la crisis de hambre que ha generado esta pandemia, ¿cómo es posible que se dicten medidas de confinamiento cuando el gobierno no está dispuesto a cubrir las necesidades básicas de una familia donde el proveedor es trabajador independiente y su trabajo diario es lo que le permite comer a él y a los suyos?, ¿cómo es posible que parlamentarios expongan públicamente sus más oscuros pensamientos, indicando que no quieren que los ciudadanos dependan del Estado, cuando la gente está pasando hambre?
Nos hacen creer que estas cajas de la indignación son un regalo o beneficio para nosotros, cuando en realidad estas cajas fueron compradas con los recursos de todos los chilenos y las chilenas que día a día se pelan el lomo y viven la promesa incumplida de que su sacrificio les permitirá vivir mejor.
Lo que está pasando en Chile es prueba del colapso de un modelo instalado para beneficio de unos pocos que ha dejado en desprotección a la mayoría, y tristemente vemos que quienes fueron mandatados para representar el bien común, se han dedicado a usurpar nuestros recursos y a llenar sus bolsillos. Hoy tambalea su modelo y se hace carne el que, si los de abajo se cansan y se movilizan, los de arriba caen.