Esta semana y de la mano de una serie de estrictas medidas sanitarias, el Ballet Nacional Chileno (Banch) retomó sus ensayos presenciales. Las y los bailarines vivieron con entusiasmo el reencuentro, sobre todo, porque durante el confinamiento, la danza no logró el mismo desarrollo virtual que otras disciplinas.
El regreso de la compañía también se dio en un contexto especial, ya que el 18 de mayo la agrupación dirigida por el bailarín Mathieu Guilhaumon celebró 76 años. En ese sentido, hoy el ballet inicia un nuevo periodo en su historia, un ciclo que apenas puede desprenderse de la pandemia y que busca el retorno a los escenarios, pero de una forma muy diferente a lo desarrollado en 2019.
“Si bien estamos presencialmente de nuevo, hay que pensar nuevas propuestas dentro de un marco, pero estamos muy agradecidos de poder volver a las salas, entrenando, con un espacio adecuado y muy práctico”, comenta el director de la compañía.
“Hay mucha frustración, pero creo que la situación es así. No creo que haya mucho más que hacer. Hay que aceptar y adaptarse y ver cómo mantener un mínimo para sobrevivir, porque estamos en un tiempo de sobrevivencia, no estamos viviendo”, añade el bailarín.
¿Cómo se mantiene una compañía cuando no se puede ensayar físicamente?
Nos hemos adaptado, porque esto fue algo impuesto. No es que tomara la decisión de pasar a actividades digitales, como una cosa conceptual. Entonces, lo primero que hicimos fue algo humano: juntarnos de manera frecuente y sistemática a través de Zoom para poder hablar, compartir y desahogarnos un poquito de las frustraciones. Tenemos muchos bailarines que están solos en sus casas, lejos de sus familias. Hay un tema psicológico súper importante, más allá de lo corporal, de lo físico. Luego empezamos a hacer clases online, entrenamientos adaptados, porque cada uno tiene una realidad distinta en su casa. No tiene el espacio para hacer este tipo de actividades, para mantener el cuerpo activo. Bailar entre cuatro paredes no es lo mismo que estar en una sala.
¿Cómo el Banch asumió el desafío de seguir activos de forma virtual?
Ha sido complejo, porque la esencia misma de nuestro oficio no es lo digital. No es la pantalla. Entonces, tuvimos que entender lo que estaba pasando en el mundo y qué podíamos hacer, cómo mantenernos en contacto con nuestro público. Pensando en todo esto, tratamos de encontrar varias propuestas con la difusión de obras en CEAC TV. Luego hicimos una serie de propuestas, invitando al público a crear en su propia casa. Obviamente, hubo muchas charlas, conversatorios. Yo impulsé un nuevo programa que se llama Danza al Aire, que es un espacio de conversación para abordar distintos aspectos de la danza y también analizar algunas de las obras que han sido parte del Ballet Nacional Chileno. Entonces, fue una oportunidad para conocer y hablar con gente, no solamente de Santiago. Esa es una de las únicas ventajas de esta pandemia.
Frente a la pandemia, ¿cómo cambia la relación de los bailarines con el cuerpo?
Lo pensé en noviembre cuando casi estrenamos en Las Condes. Ahí pensé un espectáculo sin contacto, adaptando mi creación a lo que me imponía la pandemia. Ahora, debo admitir que fue una propuesta. No sé si a largo plazo eso es viable. Por lo tanto, lo que hacemos ahora para retomar el contacto es bailar con mascarilla y nos tomamos PCR todas las semanas. Así estamos, porque eso es una locura. El contacto es la esencia misma del oficio. Entonces, sería como cambiar la naturaleza misma del oficio. Ahora tenemos la suerte de tener a todos los bailarines vacunados, así que eso nos da un poco más de tranquilidad.
¿Cómo cambia tu rol como director en este contexto?
Estoy cambiando el formato. De repente me pongo de presentador en un programa online, pero no estamos tan lejos de lo que hacía. Finalmente, esto es una propuesta que podría haber salido en tiempos normales, solamente que esto nos dio la posibilidad, nos forzó a pensar más propuestas y fue bueno. Lo que me ha tocado como director es que hay una responsabilidad sobre un grupo, es decir, que este grupo se mantenga en buen estado físico y mental. Ahí te pones más en la postura de que hay que cuidar todo esto. En tiempos normales también, pero ahora aún más. Mi rol cambió en ese sentido, pero a pesar de eso, los bailarines también han sido muy colaborativos desde el inicio. Desde el inicio propusieron muchas cosas porque esto era lo único que los iba a mantener vivos y no deprimiéndose en la casa.
¿Cómo ves los retos que se instalan en la compañía de cara a los 76 años?
Estamos viendo lo que pasó en Europa que se está reabriendo. Entonces, hay una esperanza de que los teatros vuelvan a abrir. Obviamente, esto es algo que no vamos a olvidar. Ya salieron algunas ideas, algunas propuestas que se plantearon durante el estallido. Durante la crisis social propusimos hacer talleres abiertos para la comunidad, abrir los espacios para entrar en diálogo y bajar un poco las fronteras que pueden existir sobre nuestra compañía institucional en términos de más contacto directo con nosotros, no solamente sentarse en un teatro y ver una función. Esas son cosas que no se van a quedar solamente en este periodo, sino que queremos seguir desarrollando y seguir manteniendo estas actividades.
¿Podríamos hablar en un BANCH con un trabajo mucho más territorial?
Siempre lo hemos pensado, el tema es que a veces le damos prioridad a otras cosas y por varias razones de medios, de recursos, porque desarrollar todo ese tipo de misiones extra significa desarrollarse como equipo, significa más gente para coordinar. Estas no son cosas que se improvisan. Hay que darle forma, hay que revisarlo, darle una logística.