La frase que encabeza esta columna fue usada ya varias veces antes. Rubén Darío, el poeta nicaragüense, la utilizó hace ya un siglo y más cerca el ítalo-escoses y argentino por adopción Luca Prodán, la inmortalizó junto al vértigo del punk de Sumo.
Juventud, divino tesoro.
En aquellos años junto a otros que como yo hoy pintamos canas, nos ganábamos las calles a gritos contra el financiamiento compartido de Aylwin y las olas privatizadoras que se venían como condición para que Chile fuera un país más desarrollado según nos decían. Cantábamos con fuerza a voz en cuello contra Pinochet en la comandancia en jefe del Ejército y apuntábamos con el dedo a los ex agentes de la dictadura que paseaban por las calles impunes.
Después vinieron otras juventudes y otros reclamos. Se terminó por privatizar Chile y la educación, la salud, todo, pasó a ser parte de un negocio que poco a poco fue cocinando a fuego lento un estallido que llegó como un reventón en octubre de 2019.
Y entonces, ¿quiénes pusieron el grito y las ganas en las calles? Una vez más la juventud.
Los saltos de los torniquetes, la energía, la audacia, la canción, la protesta. Y también los muertos y los ojos mutilados.
Entre los bailes, las batucadas y las interminables marchas, la juventud fue motor principal de las manifestaciones y los responsables de colocar los temas que provocaban este estallido social: los salarios, la injusticia de años, la falta de servicios de salud dignos para la gente, el reconocimiento de la diversidad y de la urgencia por cuidar nuestro medio ambiente. A esos se sumaron muchos más, otros históricos como el derecho a la educación y a la vivienda.
Hubo una elite que quiso poner palos en el camino generando una Convención Constituyente con un quórum especial de 2/3 para asegurarse que aunque fuera minoría, ese tercio de diferencia le permitiera torpedear cualquier cambio de fondo a la constitución fraudulenta de 1980.
Pero perdieron. Y la derrota la infringió nuevamente la juventud.
Nadie esperaba que los convencionales fueran mayoritariamente integrantes de movimientos sociales como los preocupados por la recuperación del agua para Chile y sus habitantes y no para un grupo.
Gracias a esa composición, la propuesta constitucional que será plebiscitada el 4 de septiembre contiene parte importante de las que en un momento se levantaron como demandas del movimiento social de octubre de 2019: educación gratuita; salud por necesidad y no por el tamaño del bolsillo de las personas; reconocimiento de la diversidad y de nuestros pueblos originarios; derechos a la naturaleza; restitución de los derechos sindicales y laborales de los trabajadores… Chile como un estado democrático y social de derechos.
Sin embargo, en esta campaña no veo a los jóvenes. Y eso me preocupa como ciudadano que considera en esta la posibilidad histórica de empezar a construir un país para todos y no sólo para algunos.
Quienes han movilizado siempre a Chile han sido sus jóvenes agitando las banderas, levantando la voz, solidarizando en las tragedias.
Hoy es el tiempo de la juventud. Aún queda tiempo…