Una calificación que siempre uso en mis clases para caracterizar la Constitución pinochetista de 1980 es que, por sobre todo, fue una creación inteligentemente maligna, llena de cerrojos ocultos por aquí y por allá para encadenar la plena expresión de la soberanía popular a su diseño protector de un modelo único de desarrollo, el modelo neoliberal, y a la dominación permanente de la oligarquía empresarial y política que la generó. Creí hasta hoy, ingenuamente, que nunca más veríamos en democracia un engendro constitucional como aquel, porque en democracia no iba a ser posible. El acuerdo cerrado esta noche entre todos los partidos con representación parlamentaria, incluyendo a aquellos supuestamente de izquierda, para dar curso a un nuevo proceso de elaboración de una nueva Constitución me ha demostrado lo contrario.
Lo que hoy se ha cerrado no sólo es un acuerdo conservador de lo existente y construido sobre las bases de la Constitución pinochetista de 1980, como bien lo señalan los 12 puntos que el Congreso impone en su acuerdo a los futuros constituyentes como marco en el que deberán trabajar el nuevo texto.
Además, es un acuerdo tomado por los actores políticos más desprestigiados en Chile, como son los parlamentarios y los partidos políticos, que carecen de la legitimidad social y política básica para erigirse en constituyentes, mandato que no recibieron al ser elegidos y que el plebiscito de 2020 expresamente rechazó. Aunque tengan la legalidad para tomar acuerdos como este.
Pero, por sobre todo, es una grosera, ni siquiera inteligente, forma de usurpar la capacidad constituyente de la soberanía popular, al crear todo tipo de burdos cerrojos de quórums para esto y lo otro, para que sea, en definitiva el Congreso el que genere la futura Constitución, Exactamente lo que el 80% de los habitantes de este país rechazaron en el plebiscito de octubre de 2020, Todos los desprestigiados partidos firmantes optaron no sólo por olvidar ese mandato soberano sino también violarlo, porque sólo se podía deshacer, en un Estado de Derecho, con un pronunciamiento de similar naturaleza al de octubre de 2020.
La nueva Constitución la elaborará el Congreso. Primero, porque han sido los partidos los que han acordado 12 puntos esenciales de la nueva Constitución dentro de los que el futuro Consejo Constituyente “deberá”, como dice el acuerdo, elaborar el nuevo texto. Segundo, porque serán los partidos políticos con representación parlamentaria los que elegirán a los 20 “expertos”, debidamente ratificados por el Congreso, que participarán protagónicamente en este nuevo proceso constituyente. Tan protagónicamente que serán los primeros que asumirán la tarea, el próximo mes de enero, de elaborar un primer borrador de la nueva Constitución, para luego presentarlo a los miembros del Consejo Constituyente, que se elegirían recién en abril. Tercero, porque son los partidos con representación parlamentaria los únicos que podrán presentar candidaturas al Consejo Constituyente y los que aceptarán llevar o no a “independientes” en sus listas. Cuarto, porque el futuro Consejo Constituyente, aunque sus miembros serán todos elegidos por voto popular (el maquillaje democrático que se le da al proceso), no va a elaborar el nuevo texto constitucional sino solo aprobar o rechazar la propuesta de texto constitucional que le entregará el grupo de expertos designados por los los partidos, y si tiene propuestas diferentes a las de los expertos los quorum establecidos son tan altos que difícilmente lo logren. En el fondo, los parlamentarios se han asegurado que el texto de sus “expertos” sea el definitivo. Para completar este cuadro de sabor pinochetista sólo les faltó que el Senado pusiera a algunos senadores designados en el Consejo Constituyente para darse mayor seguridad respecto a los quorum pactados entre ellos.
Al emitir este juicio sobre el acuerdo de esta noche sin duda alguna que voy a recibir el calificativo de estar “contra los acuerdos”, o cosas seguramente peores. Y todo el coro conservador de lo que existe, todos los que firmaron hoy, sin exclusiones, seguirán ese libreto. O, lo más probable, es que simplemente me ignoren. Así como ignoraron el pronunciamiento soberano del pueblo de Chile de octubre de 2020, al que en un momento de lucidez democrática apeló el propio Presidente de la República, para luego recular, como en tantas otras cosas y ocasiones. ¡Viva la Democacia!. ¡Pero qué agonizante está!
Germán Correa Díaz
Ex ministro de Estado