“Los Palestinos de Gaza están necesitados de ayuda humanitaria” – señaló Ursula Von Leyden en uno de sus tantos twitters. A su vez, la propia Von Leyden no ha disimulado su apoyo irrestricto a Netanyahu calificando a Hamas de “terroristas”. Es precisamente este marco el que me interesa problematizar. Ni en la concepción “humanitaria” ni en la noción “securitaria” el pueblo palestino aparece reconocido bajo un estatuto político. Solo es sujeto económico: sea de la ayuda humanitaria, sea de la persecución anti-terrorista. La clave de esta dualidad es advertir que el humanitarismo y el securitismo son dos polos de una misma máquina que, si bien, operan con autonomía relativa, el uno resulta ser funcional al otro.
Ante todo, porque el discurso humanitario a favor de los palestinos les reduce a su condición económica marcando con ello su estatuto de población y no de pueblo. El polo humanitario –del que tantos intelectuales “condenatorios” han hecho gala en sus declaraciones- resulta ser parte de la máquina genocida porque converge con el polo securitario en la noción despolitizadora que se tiene del pueblo palestino. No se le reconoce sino como receptor de “ayuda” o como gestor de una operación que no puede ser calificada de “política”. Sin embargo, no se trata de una reciente historia. En la propia Declaración Balfour emitida por el gobierno británico en 1917 en la que sus 67 palabras ofrecen un apoyo explícito por parte del gobierno británico al movimiento sionista para la colonización de Palestina, se insiste en que Gran Bretaña ofrece su apoyo al movimiento sionista para que éste instaure en Palestina un “hogar nacional judío” respetando los derechos civiles de las “comunidades no judías”.
“Comunidades no judías” es un término que niega el carácter político del movimiento nacional palestino que ya existía en el instante en que dicha Declaración era emitida. Pero el ojo colonial británico no ve a los palestinos como interlocutores válidos, no los concibe como “pueblo” sino como simples “comunidades no judías”. Ni “pueblo” ni “palestino”, tan solo “comunidades no judías”: desde el punto de vista británico el pueblo palestino no existe, exactamente como no existirá desde la visión de los colonos sionistas durante 76 años. Podemos advertir cómo la historia de lo que los palestinos llamamos nakba (la “catástrofe”) es tal porque lo que está de fondo, una y otra vez, es la puesta en operación de una máquina de borramiento. Los británicos negaron la existencia del pueblo palestino en su Declaración de 1917 y, desde ahí, como si dicha Declaración fuera un prototipo de la máquina que se asentaría con el sionismo, el movimiento sionista no dejó de reproducir tal borramiento cuando concibió al territorio palestino como un territorio “vacío” y repetía la frase colonizadora por excelencia: una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra. Bajo esta perspectiva, la nakba no designa sino una inmensa operación de borramiento y el colonialismo sionista, que hoy está ad portas de abrir una nueva etapa en su gesta genocida, su forma fundamental.
La negación del estatuto político de los palestinos expone a la luz del día la dualidad con la que opera la máquina sionista: en cuanto máquina colonial ésta debe transportar poblaciones y, por tanto, debe negar cualquier agencia a los palestinxs reduciéndoles a la forma de un sujeto propiamente económico. En este sentido, sea como sujetos de la ayuda humanitaria o de la condena por el terrorismo, en ambos casos, se niega su estatuto de agentes políticos y se oblitera la enorme lucha anti-colonial que ha jugado el pueblo palestino durante décadas. No sólo durante 76 años sino, como bien señala Rashid Khalidi, por 103 años si consideramos la colonización británica asentada desde 1915 como un verdadero prolegómeno de lo que será la colonización sionista desde 1948.
El pueblo palestino no ha hecho mas que resistir. Y para ello, se ha organizado, articulado múltiples formas de defensa y se ha proyectado en una lucha por la liberación nacional con discontinuidades, reveses, triunfos y grandes derrotas. Los palestinxs no solo resisten en sus territorios, sino también en los diversos espacios en los que la máquina sionista se ha impuesto para censurar, promover el lobby, difamar a activistas e intelectuales y garantizar la enorme industria armamentista a nivel global. Los palestinxs resisten a las múltiples formas de borramiento desplegadas en diversos continentes, países, instituciones, medios de comunicación y empresas. Porque la máquina de colonización sionista no opera solo en territorio palestino sino en muchos otros, tal como ha quedado claro en el instante en que Macron ha prohibido la celebración de cualquier protesta por Palestina.
Curioso es que el discurso políticamente correcto apele a salvar a las “víctimas” del genocidio sin problematizar la propia noción de “víctima” y, menos aún, sin poner en cuestión cómo la máquina sionista ha operado biopolíticamente para transformar a los palestinxs en “vidas desnudas” que solo pueden asumir articulación sea vía humanitaria o vía securitaria, es decir, solo en tanto capturados ya por la propia máquina sionista.
Von Leyden y Netanyahu nos quieren ofrecer el triste panorama de que los palestinxs deben ser salvados de las feroces garras de Hamas, de la misma forma en que repetía el propio Netanyahu durante el bombardeo de Gaza en el año 2014 o, de la misma forma en que Bush padre e hijo quisieron salvar a los iraquíes de la temible dictadura de Saddam Hussein. Podríamos remontarnos más atrás: el propio Francisco de Vitoria refería al derecho de los españoles para salvar el alma de los pueblos al remover a un gobernante “indio” que actúe en contra de los principios universales del cristianismo (que era la medida del humanismo).
La doctrina de la intervención imperial no se ha modificado estructuralmente. Sigue intacta bajo la premisa de que los colonizados no son sujetos políticos, no son pueblos sino simples poblaciones que deben ser “salvadas”. ¿salvadas de quién? Paradójicamente: de sí mismas. Lo cual significa: ellos no saben lo que hacen por eso necesitan del colono que les diga qué deben hacer y cómo deben comportarse. Así, la pretensión imperial de “salvar” a los pueblos significa borrar su agencia política y dejarlos entre la espada y la pared: o bien, son poblaciones que necesitan de la ayuda humanitaria o grupos disciplinados que actúan bajo acusación de terrorismo.
Por eso la pregunta fundamental no es acerca de si abren o no los “corredores humanitarios” (esa es una pregunta humanitaria que no puede obliterar la pregunta política) sino qué podemos hacer para detener el colonialismo israelí, como organizar una nueva fase de la descolonización palestina para reconocer así a los palestinxs como pueblo. En otros términos, la pregunta política decisiva no es como transportamos a la población palestina a los “corredores” sino ¿cómo interrumpimos la máquina sionista y la obligamos a abrir conversación con aquellos con los que jamás ha querido conversar simétricamente? ¿Cómo se empuja a Israel a la “paz” precisamente sino es bajo una nueva composición de fuerzas que ya no puede insistir en la inane “solución de dos Estados” muerta por la propia política israelí de asentamientos, sino en una política común en la que se restituya la Palestina histórica bajo un Estado plurinacional? En suma, ¿cómo potenciamos un movimiento de liberación de corte cosmopolita que, a la vez, pueda descolonizar a palestinos y judíos (y al planeta) del propio sionismo?
Para esto, la primera discusión relevante ha de darse en torno a la cuestión de la violencia. No se trata de rechazar toda forma de violencia (como si “violencia” significara una sola cosa y como si la cuestión de la violencia no estuviera de suyo planteado con las condiciones que impone la colonización), sino de atender qué tipo de violencia se ejerce desde los oprimidos que los distingan respecto de los opresores. ¿Por qué el progresismo y las izquierdas han rechazado de suyo plantear siquiera la cuestión de las violencias ofreciendo una precomprensión de ella muy limitada al discurso liberal? Tal como refirió en Fanon respecto de la colonización de Argelia y tal como indicó Said respecto de la cuestión palestina sin pensar la cuestión de las violencias no habrá movimiento de liberación que pueda interrumpir a la máquina sionista.