Gustavo Gutiérrez Merino, conocido como el padre de la Teología de la Liberación, falleció a los 96 años, según informó la Provincia de los Dominicos en el Perú. Gutiérrez, quien dedicó su vida a la reflexión teológica centrada en la justicia social y la opción preferencial por los pobres, deja un legado significativo en el ámbito religioso y social de América Latina.
Así, el continente perdió a una de sus figuras más influyentes en el compromiso evangélico. Nació en Lima el 8 de junio de 1928, en una familia que experimentó de cerca las limitaciones de un sistema económico y social que marginaba a muchos. Su infancia estuvo marcada por la enfermedad debido a que padeció osteomielitis, lo que lo obligó a usar elementos ortopédicos para desplazarse y finalmente silla de ruedas. Esta experiencia lo llevó a una profunda reflexión bíblica sobre el sufrimiento y a desarrollar una sensibilidad única hacia los más vulnerables.
Realizó estudios de medicina y letras en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (Perú) mientras militaba en la Acción Católica, donde desarrolló sus primeros esbozos de reflexión teológica. A su vez, cursó sus estudios respectivos en varias universidades de Europa, como la Facultad teológica de la Lovaina (Bélgica) y en la de Lyon. Fue catedrático en las universidades de Míchigan, Cambridge, Montreal, Harvard, Comillas, Berkeley, Layon, Sao Paulo, Sophia (Tokio), entre otras.
Fue la voz de los sin voz y uno de los teólogos más perseguidos durante el pontificado de Juan Pablo II. Luego de conocerse la noticia, el cardenal de Lima, Carlos Castillo, alabó al dominico como “un defensor incansable de la opción preferencial por los pobres, frase que él acuñó y que se integró al Magisterio de la Iglesia como un camino fundamental para vivir nuestra fe”.
La vida de Gutiérrez estuvo marcada por su cercanía a los pobres, no solo desde el ámbito intelectual, sino también en su labor pastoral. Tras estudiar teología en Europa, regresó a Lima, donde trabajó como párroco en el distrito del Rímac, conviviendo con comunidades vulnerables. Esta experiencia alimentó su reflexión y compromiso social.
Gutiérrez publicó en 1971 el libro “Teología de la liberación. Perspectivas”, que provocó un profundo impacto al proponer una fe de mano de la justicia social centrada en los pobres. En su libro, indica que la pobreza “es un estado escandaloso, atentatorio de la dignidad humana y por consiguiente contrario a la voluntad de Dios”.
“No se trata de elaborar una ideología justificadora de posturas ya tomadas, ni de una afiebrada búsqueda de seguridad ante los radicales cuestionamientos que se plantean a la fe, ni de forjar una teología de la que se deduzca una acción política. Se trata de dejarnos juzgar por la palabra del Señor, de pensar nuestra fe, de hacer más pleno nuestro amor y de dar razón de nuestra esperanza desde el interior de un compromiso que se quiere hacer más radical, total y eficaz. Esto es lo que busca la llamada teología de la liberación”, escribió el sacerdote peruano en las primeras páginas de su libro más célebre.
En la década de 1980 la entonces denominada Congregación para la Doctrina de la Fe, defensora de la ortodoxia católica, a través de dos investigaciones puso en el banquillo los excesos e incomprensiones de la Teología de la Liberación. Aunque Gutiérrez nunca fue condenado por el ex Santo Oficio, en 2001 ingresó a la orden de los dominicos para evitar la persecución del ala conservadora de la iglesia de su país, en ese momento en el poder. Fue justamente la orden dominica del Perú la que anunció en sus redes sociales que Gutiérrez había “partido a la casa del Padre”.
Durante el pontificado de Francisco se ha avalado que el de la Teología de la Liberación “es un camino prometedor, sabiendo que el Evangelio es el primero que contiene esa opción”. De hecho, uno de los primeros gestos de Francisco tras ser elegido Papa fue invitar a Gutiérrez al Vaticano, oficializándose la reconciliación entre la Iglesia oficial y la teología de los pobres.
En 2014, Gutiérrez fue ovacionado en el Vaticano durante la presentación del libro “Pobre para los pobres. La misión de la Iglesia”, escrito por el cardenal Gerhard Müller, entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. El libro tiene dos capítulos escritos por Gutiérrez y un prólogo del papa Francisco.
La llegada al papado de Jorge Bergoglio sirvió para reinvidicar a quienes como él, habían luchado por una Iglesia más comprometida con los vulnerables y descartados de la historia, como Leonardo Boff o Ernesto Cardenal. Así, se canonizó a monseñor Romero, y está abierto el proceso de otro de los obispos de los pobres, el brasileño Hélder Cámara. También, se espera, la de otro de sus grandes amigos de la Liberación, Pedro Casaldáliga.
Una vez conocida la noticia, el obispo de Iquique, Isauro Covelli, señaló que “doy gracias a Dios por sus aportes teológicos tan valiosos y por no dejar de interpelar con lucidez, con su reflexión y testimonio de vida, la vida de la Iglesia y de la sociedad. Nos ayudó a redescubrir que la teología fundada en el Evangelio y centrada en la persona de Jesucristo debe ser crítica y liberadora, y por lo mismo, hecha desde los indefensos y pobres”.