La actitud no modifica conductas: metas y propósitos a final de año

  • 30-12-2024

A medida que el año llega a su fin, muchos nos encontramos reflexionando sobre lo que hemos logrado, lo que quedó pendiente y lo que deseamos para el futuro. Es común establecer metas y propósitos, acompañados de rituales y buenas intenciones: comer lentejas, 12 uvas para cada mes, o incluso dar una vuelta a la cuadra pensando en viajes futuros. Sin embargo, la pregunta clave es: ¿cuántas de esas metas se convierten en realidad?

La respuesta, en gran parte, radica en cómo nos planteamos nuestros objetivos. Más allá de decretar o mantener una actitud positiva, la verdadera transformación se encuentra en nuestras acciones concretas. Como he mencionado en varias ocasiones, la actitud no modifica conductas. Podemos tener la mejor disposición, pero sin estrategias claras y hábitos constantes, los resultados no llegarán.

Metas MARTE: un enfoque realizable

Para que nuestros objetivos sean alcanzables, es útil aplicar las siglas MARTE, un concepto que propone que las metas sean:

  1. Medibles: Definir cómo evaluar el progreso.
  2. Alcanzables: Retadoras, pero realistas.
  3. Retadoras: Que nos inspiren a dar lo mejor.
  4. Transitorias: Divididas en etapas alcanzables.
  5. Específicas: Claras y concretas.

David Brailsford, entrenador del equipo británico de ciclismo, introdujo el concepto de las ganancias marginales: pequeños cambios diarios que, sumados, logran grandes resultados. Implementando mejoras del 1% en diversos aspectos, Brailsford transformó a su equipo en uno de los más exitosos del mundo. Este enfoque es aplicable a nuestras vidas: el cambio no necesita ser drástico, sino constante.

Del pedir al agradecer

Otro elemento clave en esta reflexión es pasar de la mentalidad de pedir y decretar, a la de agradecer. A menudo, al finalizar el año, pedimos logros, felicidad y prosperidad, pero olvidamos valorar el camino recorrido. El agradecimiento nos coloca en una posición emocional abierta y consciente de lo que ya tenemos, permitiéndonos avanzar desde la abundancia, no desde la carencia.

Esto también es esencial al educar a nuestros hijos. En lugar de inculcarles un sentido de culpa —como cuando decimos “come tu comida porque otros no tienen”—, podemos enseñarles a valorar desde el agradecimiento: “Demos gracias porque tenemos esta comida y la posibilidad de esforzarnos por conseguirla”. Este cambio en el lenguaje genera una disposición emocional más sana, alejándonos de la angustia y acercándonos a la gratitud.

Propósito más allá del fin de año

Las metas no necesitan limitarse a un balance anual. Pueden comenzar cualquier día, incluso hoy mismo. Cambiar un pequeño hábito diario puede tener un impacto transformador. James Clear, en su libro Hábitos Atómicos, señala que la clave del cambio está en identificar los hábitos que sostienen nuestras metas, no en depender únicamente de nuestra motivación o actitud.

El fin de año es una invitación a reflexionar, pero también a actuar con claridad. La actitud sola no basta. Necesitamos metas claras, estrategias concretas y el compromiso de mejorar, paso a paso, cada día. Que este cierre de ciclo sea una oportunidad para agradecer, aprender y seguir construyendo desde lo que somos y lo que aspiramos a ser.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor y no refleja necesariamente la posición de Diario y Radio Universidad de Chile.

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