La imagen de la ciudad no es posible, gira alrededor de múltiples operaciones: mediáticas, migrantes, comerciales, políticas y estéticas. Sin embargo, siempre convoca y demanda una figura, un pulso y cierto tiempo que desplaza y reubica a los cuerpos y las memorias. La fotografía, posiblemente cansada de la usura referencial, intenta mostrar un objeto sin regla, una escena sin actor, un momento sin vigilancia. Cuando aquello sucede las imágenes se yuxtaponen, agreden la postal turística y la noticia, mezclan las texturas y colores, disuelven la monotonía óptica del orden. La fotografía que ensaya con los espacios, no tiene vocación de totalidad, más bien elude la dinastía del canon y la “vista agradable”, se separa del gesto antropológico o de la denuncia ambiental.