Nada viejo bajo el sol  pretende generar una instancia de perturbación, bajo el régimen de la saturación e intensidad de los significantes, a manera de escenificar la ruina y el detrimento de un tiempo en los márgenes del progreso, el paso hacia una nueva era (llamada por algunos “de la información y las comunicaciones”) que sin duda refiere a condiciones de realidad y experiencia absolutamente diferente a las últimas décadas del siglo XX.

En una sala oscurecida se distribuyen ocho estructuras rectangulares e independientes de diferentes alturas, las cuales sostienen ocho televisores  de diferentes marcas y pulgadas, a los cuales se les ha retirado sus carcasas dejando sus componentes descubiertos (tubo, placa, circuitos, cables, etc.). Los televisores, conectados a diferentes reproductores de DVD (agrupados en un cajón), transmiten al unísono ocho videos loopeados, pertenecientes a emisiones de programas nacionales de televisión abierta en las décadas de los setenta, ochenta y noventa: “Música Libre”, “Jappening con Ja”, “Festival de Viña del Mar”, “60 Minutos”, “Buenos Días a Todos”, entre otros, son apropiados a partir de su intervención en la secuencia videográfica manipulada a partir del corte, la aceleración, la ralentización y otras técnicas de edición. Las constantes reproducciones tanto visuales como sonoras en simultáneo, se funden en una experiencia sensorial, tanto por su carácter lumínico como sonoro. Cada estructura de diferentes alturas es iluminada por una ampolleta de filamento, perteneciente a un circuito a través de los diferentes armazones, generando enlaces entre ellos y otorgando corporeidad total al conjunto.