Bailar hasta la muerte. La enfermedad existe, se llama coreomanía o epidemia del baile y tiene casos registrados desde la Edad Media hasta el siglo XVII. Eran grupos en movimiento hasta el sacrificio. Una idea que de alguna manera retomó José Vidal cuando creó su reinterpretación de La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky.

Una joven baila hasta la muerte en sacrificio a los dioses en la clásica obra del compositor ruso. La versión de José Vidal llevó ese rito al colectivo, con más de 50 intérpretes cuyos cuerpos y voces, emociones y sensaciones, invitan a un viaje polirrítmico como un gran rito a través de la musicalidad. El espectador es invitado a presenciar y sentir una escena sensorial de aromas, respiraciones, sonidos, texturas, temperaturas, colores y energías en evolución constante. La percepción se activa en la presencia colectiva, creando un fenómeno de cuerpo multitudinario, donde los elegidos para transformarse a través de la danza son los intérpretes y los espectadores, en una conexión a la sensualidad de una atmósfera que integra a todas y todos.