Seamos honestos. Matte, al igual que decenas y acaso centenares de empresarios chilenos, han estrujado a su antojo a este país. Las palabras de buena crianza son sólo eso. Don Eliodoro sabe que nada le pasará, que nada cambiará.
¿Tienen estos casos importancia en el Chile actual? Desde luego que sí, porque son hechos que reflejan algo que, hasta el día de hoy, sucede en Chile: el enorme abismo que existe entre las gentes de este país y su elite política y empresarial.
Ejemplo de la poca importancia que el gobierno le otorga al tema laboral es que el candidato de la Presidenta Bachelet para ser el próximo Fiscal Nacional, Jorge Abbott, aparece mencionado en una queja que la Federación Nacional de Trabajadores del Ministerio Público efectuó ante la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En efecto, en ésta se menciona a Abbott por vulnerar la libertad sindical al interior de la Fiscalía.
Gran parte de la clase política y empresarial del país ha identificado al Ministerio Público como su principal enemigo. Y tienen razón. Después de todo, las investigaciones, citaciones y formalizaciones tienen al establishment chileno de cabeza. La Fiscalía ha destapado la olla dentro de la que había una cazuela rancia e incomible. Ahora se trata de volver a poner la tapa.
La derecha permanente de nuestro país –léase los grandes empresarios y El Mercurio– continúa con su campaña del terror en contra de las reformas y en contra del espíritu de nuestros tiempos.
No hay que ser ni experto ni economista para darse cuenta que el sistema de las AFP no es realmente un modelo de pensiones, sino que es un mecanismo de acumulación y redistribución del capital.
Los grandes empresarios chilenos son especialistas en convertir sus problemas gremiales en temas-país, en equiparar su bienestar con la supervivencia misma de toda la patria.
Muchos se quieren ir del gobierno, mientras los que quedan están en una encarnada lucha por mantener y ampliar sus parcelas del poder. Y para las vacantes que quedan, no existen apenas postulantes. En otras palabras, estamos vivenciando una masiva fuga de cerebros, y casi nadie se percata de ello.
Lo que estamos viviendo hoy es una farsa histórica: La agenda de reformas del gobierno está lejos, de la radicalidad del programa de la Unidad Popular. Mientras la derecha, comandada por El Mercurio, hace creer que lo importante para el país son 13 camiones, es decir aquellas cosas que afectan su billetera.
Michelle Bachelet da palos de ciego. Mientras en Chile promete gradualidad, dejando contentos a los grandes empresarios y a la derecha, en su gira por Centroamérica habla de Salvador Allende y el Estado de bienestar de la República Democrática Alemana.
No es casualidad que en los últimos meses el sector empresarial haya levantado artificialmente la potencial candidatura presidencial del ex mandatario Ricardo Lagos. Después de todo, la presidencia de Lagos fue el Jardín de Edén para ellos: férreamente pro-empresarial y al mismo tiempo capaz de contener a la izquierda y las reivindicaciones sociales.
Una clara señal de la confusión ideológica del gobierno fue la entrevista que Michelle Bachelet concedió al diario La Tercera y que fue publicado el domingo pasado. En pocas palabras, la Presidenta trata de “nunca quedar mal con nadie”.