En marzo la capital retoma su ritmo habitual con aquellos puntos críticos de congestión alimentados por un parque automotriz que supera el millón 600 mil vehículos. A ocho años de la implementación del Transantiago, persiste la mala frecuencia y lentitud de los buses. En ese contexto, el Metro se transformó en la columna vertebral del servicio. Lo que fue un tren “boutique” de baja funcionalidad, que atendía a un millón 200 mil usuarios diarios, dio paso un sistema “estresado” que dobló el flujo de pasajeros.