Probablemente lo más conmovedor de “La última vedette” es esta dualidad entre las luces y las sombras, en donde ya nada es tan brillante ni tan trágico. Porque pareciera que Maggie Lay se ha construido a pura resiliencia, sosteniendo con humor y paciencia las dificultades que se le han presentado en su carrera de más de cuarenta años.