A su habitual indignación por la estupidez y su rabia por la tontera humana, suma su indignación por la cochina plata, por el lucro y por todo ese lumpen empresarial que le cambió el rostro al Chile que él conoció antes de 1973. No vota desde hace medio siglo y, sin embargo, su condición de zoon politikon, su bestia política saca ronchas con esa mala lengua que lo ha caracterizado desde niño.