Luego de 14 días en huelga, los trabajadores del preuniversitario Cpech volvieron a sus labores normales el lunes, al llegar a acuerdo con la empresa.
El conflicto acabó con mejoras en el bono de movilización y colación, incrementos salariales para docentes y funcionarios y otros beneficios, aunque el sindicato no obtuvo el bono de término de conflicto que pedía ni tampoco revisar la situación de los profesores, que son despedidos al finalizar cada año, para ser recontratados nuevamente en abril.
Más allá de la huelga en particular, los trabajadores movilizados apuntaron a los positivos resultados económicos de la empresa, parte del Grupo Educacional Cepech (GEC), que también posee los colegios Terraustral, parte de la Universidad de Ciencias de la Informática (UCINF), el Instituto Profesional de Chile y el Centro de Estudios y Diplomados CEAC.
En 2010, las 42 sedes de Cpech reportaron ganancias por más de $3.300 millones, lo cual, según el presidente del sindicato, Leonardo Ormazábal, no se ve reflejado en las remuneraciones de sus funcionarios: “Las utilidades han ido creciendo año a año. Se ha notado por la expansión del negocio, que partió siendo un preuniversitario pequeño y en 2009 ya había creado el IP de Chile, el colegio Terraustral y había comprado el 60% de la UCINF. Y no ha existido voluntad por parte de la empresa de repartir las utilidades con sus trabajadores”, dice.
En las últimas dos décadas, los preuniversitarios crecieron exponencialmente asegurando la entrada a las universidades gracias a buenos resultados, primero en la PAA y luego en PSU, supliendo las habilidades que los alumnos no aprendieron en el colegio.
Los orígenes de Cpech se remontan a 1984, cuando ex estudiantes gremialistas de la Universidad de Chile, como el actual ministro de Economía, Pablo Longueira, crearon la Fundación de Estudiantes de Chile, que dio vida al preuniversitario “Estudiantes de Chile”, según consta en el libro “El negocio de las universidades en Chile”, de María Olivia Monckeberg.
Hoy, GEC, manejado por Fernando Camacho, Eduardo Avayú, Cristián Moreno y Carlos Schaerer, participa en colegios, institutos profesionales y universidades, tal como su principal competencia, la Red Educacional Pedro de Valdivia, que contempla los colegios, preuniversitarios y universidad del mismo nombre, además del Wall Street Institute, que imparte cursos de inglés.
Pedro de Valdivia comenzó en 1976 como un preuniversitario fundado por los entonces estudiantes de Ingeniería de la Universidad de Chile, Ángel Maulén y Enrique Rodríguez. Cuando quisieron crear una universidad en los ’80, se encontraron con la negativa del Gobierno y, teniendo ya las instalaciones, decidieron fundar el colegio. En 2006 adquirieron la casi quebrada Universidad Mariano Egaña, le cambiaron el nombre y aumentaron de 1.700 a casi seis mil el alumnado. A fines del año pasado recién logró su acreditación en una “curiosa” sesión.
Una especie de chanchullo
No solo los trabajadores de Cpech tenían razones para reclamar. Sus colegas del Instituto Profesional de Chile, otra de las ramas de GEC, también aseguran que el positivo rendimiento económico no se condice con su situación laboral.
Grace Guzmán, presidenta del sindicato del IP de Chile, dice que la empresa ha ejercido represalias contra la organización -fundada “en la clandestinidad” en oficinas de una universidad aledaña- y que los beneficios no llegan ni a los funcionarios ni a los alumnos: “Todas esas entidades tienen ciertas ganancias que varían entre $1.500 y $3.000 mil millones por rut. Tú ves que hay utilidades, que esto funciona, que hay para que haya una buena infraestructura, un buen manejo económico para entregar a los trabajadores una buena calidad laboral”, recalca.
“En la negociación colectiva anterior, al igual que Cpech, no pedíamos más que el 1% de sus excedentes, y era bastante poco para ellos y para el trabajador era bastante bueno”, agrega
“Los preuniversitarios son una de las formas en que se lucra sin ningún problema, porque no tienen ningún tipo de regulación”, dice Leonardo Ormazábal, del sindicato de Cpech. Es que, aun cuando la ley prohíbe el lucro en universidades y su compra o venta, tanto Cpech como Pedro de Valdivia se han expandido y tienen ganancias por sus diferentes instituciones.
Y en el ministerio de Educación, los datos sobre preuniversitarios brillan por su ausencia: “No forman parte de los niveles formales de educación, sino que son una especie de complemento, entonces no tenemos información al respecto”, admiten. Sin ni siquiera estadísticas, ni hablar de regulación.
Según el investigador del Observatorio de Políticas Educativas de la Universidad de Chile (OPECH), Mario Sobarzo, los preuniversitarios “son un invento generado por el sistema educativo chileno”. El especialista cuestiona la absoluta desregulación en la que funcionan y enfatiza que por su naturaleza, en realidad, solo se pueden normar como la prestación de un servicio más: “Parece por lo menos sorprendente que dentro de un sistema pueda existir una institución comercial que no está regulada. Pero además, que exista la posibilidad de tener colegios y universidades que sí tienen regulación por parte del ministerio. Las tres pertenecen a un mismo consorcio, pero una sola parte del sistema está regulado y la otra absolutamente libre. Eso ya da cuenta de una especie de chanchullo, de fraude dentro del sistema. Pero el sistema está tan lleno de fraudes, que no sorprende, no llama la atención otro más”, lamenta.
En realidad, las normas sobre preuniversitarios “solo regulan la prestación de un servicio, no es que se regule en términos educativos, sino que como quien presta un servicio de vender radios, relojes, etc. No hay una preocupación específica sobre el tema”.
Aunque recién el 12 y 13 de diciembre se rendirá la PSU 2011, los preuniversitarios ya ofertan matrículas para el próximo año. El negocio, apartado de todas las discusiones sobre educación, sigue funcionando.