El domingo pasado un grupo de hombres y mujeres emprendió una marcha desde el Cementerio General hacia el centro de la ciudad, terminando el recorrido en la Plaza de la Constitución ante el monumento al Presidente Allende. Entre los convocantes: ex presos políticos del MIR, la Coordinadora de ex Presos Políticos, la Agrupación de Marinos Antigolpistas, el Colectivo Acción Directa, Colectivo 119: Familiares y Compañeros, Colectivo de Mujeres Sobrevivientes siempre Resistentes.
Uno de los textos que ha acompañado la información en redes sociales es el siguiente. “Un grupo de compañeros, cansados de marchar desde la derrota hacia la otra derrota, decidieron marchar desde la Memoria hacia la Victoria; para ello se reunieron en el Patio 29 del Cementerio General de Santiago, alrededor de las 10 de la mañana, frente a la tumba de Miguel Enríquez, y comenzaron a marchar desde las 11 de la mañana hacia la Alameda, para finalizar frente al monumento a Salvador Allende…”.
Esta información se suma a otras que han circulado en estos días, en especial la iniciativa que ha emprendido el artista Francisco “Papas Fritas” –y que se dará a conocer a fin de mes– en colaboración con un grupo de ex presos políticos del MIR en torno a la cuestión de la desclasificación de archivos y a una serie de temáticas que dicen relación con el conocimiento, con la verdad, con la justicia, y con el daño que siguen haciendo en nuestro país quienes se han arrogado el monopolio ilegítimo de la palabra, de lo que se puede o no decir públicamente sobre nuestro pasado y nuestro presente, ya que ambos van juntos. Por otra parte, el miércoles 9 de septiembre, tendrá lugar une nueva mesa de trabajo entre ex presos políticos y el gobierno. Se trata de la última reunión presidida por el Obispo Goic en torno a reivindicaciones de ex presos políticos que han dado lugar a situaciones dramáticas, en las que una vez más viejos luchadores contra la dictadura se han jugado la vida, desgarradoras también porque sin duda no es fácil encontrar una sola modalidad de lucha que pueda satisfacer a todos.
Frente a ésta y otras situaciones, uno quisiera tener algún tipo de megáfono particularmente potente para decir que se está agradecido. Agradecido sí a estos viejujos empedernidos. Hombres y mujeres que no han perdido eso que los distinguió como generación hace más de cuarenta años: esa capacidad que tuvieron de ver el otro lado de las cosas, de pensar a contracorriente, de forjar nuevos horizontes, de postular y hacer realidad nuevos protagonismos, nuevos objetivos políticos.
Algún día, cuando volvamos a ser dueños de todas nuestras palabras, cuando volvamos a ser libres de generar nuevos escenarios para plantear nuestras reflexiones y nuestras esperanzas, cuando podamos volver a pensar en conjunto, en amorosa complicidad y en rigurosa lucidez, sin concesiones, sobre todos nuestros pasados, nuestro presente y nuestro futuro, en el repaso de lo que vale y lo que puede ser dejado de lado, lo que debe ser superado, se podrá resaltar la extraordinaria creatividad de la que han dado cuenta estos hombres y mujeres que marcharon este domingo a contracorriente del camino más transitado: sin ánimos de dividir ni contradecir sino a modo de propuesta abierta, ofreciendo, una vez más, otra manera de ver las cosas.
Esta extraordinaria creatividad no se limita a este grupo específico sino que es la de muchos otros actores (me repito y tal vez no importa: remito al lector a esa creación mayor de nuestra historia política que fue la Cueca Sola y que tampoco puede ser aislada de otras maneras de plantarse en un escenario público como “artista de la política”, aunque es probable que nadie, tampoco esas mujeres de la AFDD, se hayan visto a sí mismas/os como tales). Actores e individuos, cada cual en su propio terreno o frente de lucha, caminando día a día a contracorriente. Todos ellos capaces no solamente de rechazar sino de proponer nuevos caminos, nuevas formas de ver y de hacer las cosas.
Sin duda es urgente salir (simbólicamente) del cementerio. No negar el cementerio. No abandonarlo. No dejar a los compañeros que yacen ahí, en otras partes, en tumbas que no fueron localizadas y que a lo mejor no lo serán jamás. No hay porqué renunciar a los rituales de duelo, a los rituales de homenaje. Pero qué importante es poder decir que existe una comunidad compuesta por personas de distintas procedencias, de distintas militancias, de distintas formas de participación, que logra llevarse con ella a esos compañeros ausentes para ocupar hoy el espacio más emblemático de nuestra República, escenario de victorias y derrotas, territorio en disputa, pero emblema también de todo lo que puede llegar a hacer un ciudadano consciente de sus derechos y de sus deberes.
Es un hecho. A menudo se me ocurren ideas raras. Esta se me quedó en el tintero de columnas pasadas y nació de un diálogo con ex presos políticos en huelga de hambre. Qué bueno sería si alguna vez, por obra conjunta de diversos luchadores que se jugaron –previo al golpe– por un país justo y solidario, y de artistas motivados por la posibilidad de trabajar en conjunto, se pudiera montar algo así como una obra de teatro llamada “Anhelos”. Porque ellos, esos luchadores que hoy siguen vivos, fueron también diferentes en ese aspecto, en sus anhelos. Por eso, qué bueno sería pensar un trabajo en la que estos jóvenes de ayer pudieran, junto con artistas, presentarse en un escenario como lo que son: actores fundamentales de nuestra historia para contarles a todas las nuevas juventudes –dejando por un momento en un segundo plano la evocación del horror– cómo fue ese momento previo, ese momento en que se gestó esa aventura política llamada Unidad Popular. Y uno estaría ahí, en primera fila, como el más apasionado de los oyentes para recibir el regalo del cómo y el porqué se luchó durante esos tres años de nuestra historia y cómo fue también la alegría en ese entonces. Tres años que son el gran desaparecido de la mayoría de los relatos oficiales. Tres años a la deriva que nada parece conectar con años anteriores ni posteriores. Algún día habrá que revertir también ese camino para poder ensamblar este presente –y repensarlo y cuestionarlo y dejarlo atrás– con todos nuestros pasados. Entiendo que no son pocos lo que hoy trabajan con ese objetivo.