Ante la desconsiderada intención de olvidar, de imponer una suerte de “amnesia política”, como alguna vez declaró un dirigente socialista[1] los sobrevivientes de la dictadura, los familiares de los detenidos asesinados y desaparecidos, tenemos que mantenernos vigilantes. Así pasen los años, para que se conozca sin restricciones toda la verdad y el daño que la dictadura le hizo al país, lo que no puede ser olvidado en especial por la juventud, porque son ellos los que también ayudarán a decirle a las futuras generaciones los crímenes que ocurrieron durante el régimen de Pinochet y sus colaboradores.
Y no se trata de volver al pasado o de venganzas, muy por el contrario, simplemente se trata de que no habrá libertad, no habrá dignidad humana y no habrá justicia si olvidamos lo que sucedió. La tiranía no cometió “excesos” para consolidar el modelo económico y social que le motivó, sino que contó con cómplices que le permitieron subordinar la libertad, la justicia y la dignidad humana a sus objetivos, de manera cruel y despiadada.
Por eso, simplemente no podemos olvidar, porque si lo hacemos, dejaremos el camino abierto para que esto se repita en otras condiciones y en el futuro, tal como pasó en épocas pasadas con el asesinato masivo de mapuches, la matanza de al Coruña y la matanza de la Escuela Santa María de Iquique o en la llamada revolución de 1891. A diferencia de esos eventos las pruebas de lo sucedido en 17 años de dictadura están allí y por eso nadie puede dudar de su existencia, y de que esta se manifestó en el genocidio impulsado por el odio y llevado a cabo por el régimen dictatorial.
Pinochet no actuó solo, hubo jueces y políticos que dejaron hacer e hicieron la vista gorda para que las Fuerzas Armadas “hicieran su trabajo”, es decir limpiar al país de “comunistas y violentistas” en otras palabras, eliminar todo vestigio político y humano de la Unidad popular y la izquierda chilena. Reconocer los hechos como son, es lo que permite aceptar las responsabilidades y no solo arrojar la culpa sobre Pinochet, éste llegó al poder alimentado por una ideología y por partidos políticos que fomentaron el odio y la perdida de inhibición moral que le acompañaba, todo eso contribuyó en aquel momento a que Pinochet validara su tiranía.
Pero la derecha política y la dirigencia DC comprometida con el golpe y luego la concertación, con la administración del modelo económico dictatorial, han caminado por el camino contrario a permitir que se sepa toda le verdad y que se aplique la justicia por los crímenes de lesa humanidad cometidos. Por 26 años Impusieron una verdad parcial, adornada con la idea timorata de la justicia en la medida de lo posible, utilizando el derecho para crear normas discriminatorias, como lo hizo el gobierno de Ricardo Lagos, para mantener, entre otros, en secreto por 50 años, los testimonios de las víctimas de prisión política y tortura consignados en el Informe Valech.
Con este manto legal de impunidad, iniciado durante el gobierno de Aylwin, el propio Pinochet se fue a la tumba sin ser juzgado y hoy día, asesinos confesos de crímenes alevosos, gozan de beneficios carcelarios y libertades parciales, a pesar de que sus crímenes son de lesa humanidad e imprescriptibles.
Compromisos que se afianzaron en 1996, cuando ese año se juntaron en España, dirigentes socialistas, con altos oficiales del ejercito, y asesores de Pinochet, quien en esos meses estaba preparando el terreno para asumir como senador vitalicio, los militares buscaban mantener sus inmunidades y prerrogativas y los socialistas buscaban el espacio político para afirmar a Lagos como candidato a la presidencia.
El encuentro fue camuflado bajo el esquema se un seminario; “Las Fuerzas Armadas y la transición a la democracia, organizado por el entonces embajador chileno en España, el socialista Alvaro Briones, y el ex agregado militar a la embajada de Madrid, el General Juan Emilio Cheyre. [2] Actualmente procesado en calidad de encubridor de 15 homicidios en el caso Caravana de la Muerte.
Son pactos además que hicieron caso omiso del saqueo que la dictadura hizo del estado, entre 1973 y 1990, cuyo monto según la Comisión Investigadora de la Cámara de Diputados, (2015) alcanzó a una pérdida de 6.000 millones de dólares. Hoy la corrupción iniciada en los años de la dictadura cívico militar, se ha generalizado y se difunde por toda la sociedad, infectando a los partidos políticos, las empresas, las universidades al Estado y a las Fuerzas Armadas.. Un historiador británico, Lord Acton[3] resume lo sucedido y el origen de la corrupción en Chile en una conocida frase, “el poder corrompe y el poder absoluto corrompe absolutamente” estableciendo una relación abierta u oculta entre la corrupción, la política y la justicia.
Entonces, que interés pueden tener estos políticos, empresarios e intelectuales comprometidos con un sistema corrupto, del cual sacaron y aún sacan provecho, para recordar lo sucedido en 1973 o, para honrar la gesta heroica de Allende, quien pago con su vida el compromiso adquirido con su pueblo. Por el contrario, lo que han hecho es imponer la idea de un suicidio del Presidente, porque es lo más conveniente, incluso para su familia, porque de esta manera no están obligados moralmente a honrar el ejemplo de quien fuera su líder político, ni dar explicaciones del porqué lo dejaron solo el 11 de Septiembre.
Así, de esta manera, han pretendido ignorar que durante el proceso de ocupación militar, que se inició en septiembre de 1973, hubo chilenos y chilenas que, siguiendo el ejemplo de su presidente y el mandato de sus conciencias, se resistieron, enfrentando en desigualdad de condiciones a la fuerza militar opresora. Ellos, incluido Allende, son los chilenos y chilenas que hoy no tienen cabida en la historia oficial, obligándoles a sobrevivir eternamente como exiliados en su propia patria.
Tal como lo hizo Allende, quienes se opusieron al golpe de estado, lo hicieron porque eso fue siempre una opción, como lo fue para todos los militares y carabineros sumarse al sector militar y social que lo originó y concretó, para luego convertirse en tiranos de su propio pueblo y en torturadores, fue una opción, que fue posible de tomar de manera consciente, mucho antes del día once de septiembre.
En su ultimo mensaje Allende dijo lo que cumplió con dignidad, “¡Yo no voy a renunciar. Pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”, palabras que en esos momentos difíciles empaparon de mística y honor a muchos, también en las Fuerzas Armadas, a quienes tomamos la opción de no sumarnos al golpe de Estado. Dispuestos como lo hicimos, a defender con nuestras vidas al gobierno popular, manteniéndonos fieles a nuestro juramento y al compromiso que adquirimos con el pueblo cuando ingresamos a las Fuerzas Armadas.
Pero hoy, incluso el gobierno de la hija de nuestro general Bachelet, torturado junto a nosotros en la Academia de Guerra Aérea, elude poner en primer plano este ejemplo inmenso, castigando con el olvido y la indiferencia a quienes con valentía enfrentaron a la tiranía. Prefieren en cambio, defender a militares hipócritas como Cheyre, que ni siquiera es capaz de aceptar su rol consiente, en los momentos que amparados de poder decidían sobre la vida de personas indefensas, convencidos de lo que hacían, liderando la llamada “guerra en contra del comunismo”.
Es tal el nivel de cobardía, de ceguera política o simplemente de oportunismo de la dirigencia concertacionista, que a pesar de lo sucedido, intentan a estas alturas, mantener el discurso de que las Fuerzas Armada Chilenas son constitucionalistas, apolíticas y no deliberantes. Prefieren negar la verdad histórica que arremeter de manera firme, para cambiar la base ideológica golpista, aun existente, que contradice esa aseveración y que facilitó que estas quebrantaran la democracia en 1973.
Las Fuerzas Armadas llevan el anticomunismo en su ADN, tal cual lo relata Felipe Portales (en su libro Historias desconocidas de Chile), tenemos un ejercito ideologizado por el ejército norteamericano, que lo preparó para tomar parte de la cruzada anticomunista y para frenar cualquier intento de cambio social revolucionario en el continente en el siglo XX. Pero también, es un ejercito que en el siglo XIX asumió la influencia alemana, prusiana, “que concebía al mundo amenazado por el socialismo y el anarquismo”, una definición que luego del triunfo de la revolución bolchevique en 1917, tomo el carácter de anticomunismo declarado.
De esta manera el ejército chileno, y hasta el día de hoy, educó y educa a los oficiales en el desprecio de la política, del menosprecio por el movimiento obrero, por la organización social progresista, a los que desde siempre calificó como antipatriotas y de enemigos del ejército y que seguramente lejos de las ceremonias oficiales, lo continúan haciendo, venerando a la casta pinochetista enquistada en sus cuarteles: Acaso el bombardeo a la Moneda, con aviones y armamento de guerra, no demuestra la prepotencia y ese menosprecio por el pueblo, acicateado por políticos y empresarios, oportunistas, corruptos y ambiciosos.
Pero, vivimos momentos en que los oportunistas reciben las medallas de los héroes olvidados, son tiempos en que los gobiernos etiquetan la memoria histórica, eludiendo su responsabilidad con la verdad y la justicia. Los gobernantes para escapar de sus propias conciencias homenajean a grupos dispersos, o distribuyen condecoraciones y metales, en actos que no recogen la valentía de quienes generosamente entregaron sus vidas para derrotar a la tiranía y que murieron soñando en construir un chile justo y que le de dignidad a sus habitantes.
[1] La Época del 3 de agosto de 1997 ”No vindicar el pasado” del embajador socialista en España Álvaro Briones.,
[2] [2] Por los socialistas asistieron al seminario el entonces ministro de Obras Publicas y candidato a la presidencia, Ricardo Lagos, Camilo Escalona, actual presidente del PS, el senador Jaime Gazmuri y Enrique Correa, ex ministro del gobierno de Aylwin y experimentado operativo político socialista. La delegación militar incluyó el entonces director de la academia de guerra, Coronel Jaime García, el ex comandante del Regimiento Maipo, Coronel José Manuel Piuzzi, el Coronel Carlos Molina Jonson y el General Cheyre. También participaron el asesor político Sergio Rillón y el ex ministro de relaciones exteriores de la dictadura militar, Hernán Felipe Errázuriz.