“Escritores a trasluz”: El regreso de Mario Ferrero

Protagonista de la escena literaria de la primera mitad del pasado siglo XX, esta nueva edición de la obra del escritor Mario Ferrero revive a importantes creadores nacionales para mostrarlos en toda su dimensión. Con ironía, con ternura, con perspicaz inteligencia y hasta con la necesaria indulgencia.

Protagonista de la escena literaria de la primera mitad del pasado siglo XX, esta nueva edición de la obra del escritor Mario Ferrero revive a importantes creadores nacionales para mostrarlos en toda su dimensión. Con ironía, con ternura, con perspicaz inteligencia y hasta con la necesaria indulgencia.

Escritores a trasluz es el nuevo título del renovado catálogo de la editorial de la Universidad Austral de Chile, en el que encontramos semblanzas de escritores chilenos de la primera mitad del siglo XX escritas por Mario Ferrero (Santiago, 1920–1994), autor de más de veinte obras en las que transita por el ensayo, la poesía y la selección de diversas antologías, y quien además fue un tenaz defensor y difusor del trabajo de sus pares literarios con una obra considerable como sus dos tomos sobre Premios Nacionales de Literatura (1962-1965), además de una destacada participación en la crítica literaria con una pluma que se distinguió por la amplitud de sus juicios y un excelente manejo del lenguaje, y en la que utilizó, según Raúl Silva Castro, el seudónimo de Lorenzo Campana. De esta forma, como muchos escritores de su época, Ferrero desarrolló una extensa labor en los diarios La Nación, El Clarín, Última Hora y Fortín Mapocho, entre otros.  Y en las revistas Atenea, Anales, Alerce de Chile, Zona Franca de Venezuela, y Marcha de Uruguay.

Publicado por primera vez en 1971 por editorial Universitaria, esta nueva edición de Escritores a trasluz incluye un breve perfil de Ferrero escrito por su amiga María Lefebre, quien relata su primer encuentro con el escritor, su fama de galán, en una reunión que selló una amistad para toda la vida: “Yo estaba curiosa por saber quién era Mario Ferrero. Había leído su primer libro. Es un buen poeta, pensé, pero en mi imaginación su facha corporal cambiaba siempre de aspecto. Ya era un don Juan casquivano, ya un enamorado casanova y, para que negarlo, en otras surgía como un abarcador Julio César. El motivo de mi curiosidad era plausible. Dos mujeres se habían suicidado por él. Otras tres fueron salvadas al borde de la muerte”.

Escrito en un lenguaje preciso y fluido, Ferrero revive a estos personajes para mostrarlos en toda su dimensión. Con ironía, con ternura, con perspicaz inteligencia y hasta con la necesaria indulgencia. Ahí está Gabriela Mistral, pese a la distancia, como una lectora atenta de la actividad literaria nacional, dispuesta a apoyar una naciente revista de la que Ferrero formaba parte: “Sus sabias misivas venían siempre acompañadas de un pequeño estímulo en dólares, a manera de saludo y colaboración a nuestra impetuosa acción cultural. La primera de esas cartas fue enviada desde Rapallo, en respuesta a remisión del número inicial de nuestra revista ‘Lagarto’. Gabriela nos acusó recibo en un extenso comentario privado, escrito de su puño y letra, en el que trazaba una síntesis crítica de la publicación, por cierto muy atinada, y nos daba consejos tendientes a limar nuestra agresividad respecto a los escritores de su generación”.

Vicente Huidobro cabalgando por la playa de San Sebastián en busca de una hermosa muchacha, y “con un golpe maestro de las riendas, detuvo su cabalgadura, justo debajo del sol; desmontó con elegante parsimonia y comenzó a avanzar hacia el grupo juvenil que cantaba en torno a una fogata”, para luego comenzar con un monologo fascinante, “primero en voz baja, luego con ese aire de seguridad de quien ha conquistado el interés de su auditorio”, anota Ferrero. En la que el autor de Altazor desplegó una disertación llena de “salidas imprevistas y sutiles, iluminado por una ola de mágico encantamiento”.

Nicomedes Guzmán, “el novelista de los pobres”, en una mesa del club social de la población El Polígono, en la comuna de Quinta Normal,  junto a tres “chupilcas” de chicha con harina, junto a su eterno portadocumentos “en que transportaba, más que sus propios originales, los muy dudosos de sus incontables amigos”. La generosidad y lealtad de un escritor entrañable al que Ferrero retrata con emotividad y un importante arsenal de recuerdos: “Más tarde insistió en incluirme en su Autorretrato de Chile, uno de los libros más hermosos que se hayan publicado en el país”, anota Ferrero, y agrega: “para estimular mi timidez, recuerdo que me dijo: «tú eres diablo, te voy a dar un tema difícil»”.

Nicanor Parra, Pedro Sienna, Pablo de Rokha, Andrés Sabella, Teófilo Cid, Neruda y el crítico Ricardo Latcham son algunos de los otros personajes que Ferrero convoca a lo largo de las 105 páginas que destilan episodios y anécdotas de un protagonista de la escena literaria local, y que a la vez contribuye a la reconstrucción del tejido cultural de una época. En este pequeño gran volumen, Mario Ferrero hace suya la premisa que sentencia que se deja de vivir cuando ya nadie te recuerda, ése es el momento exacto de la muerte definitiva, y hacer memoria es prolongar la vida del recordado. En sus retratos a estos escritores chilenos, Ferrero trabaja con los materiales de la evocación de la admiración y el afecto, con la lectura y la escritura, pero también con el oído atento a los diálogos captados al pasar.

De esta forma, Escritores a Trasluz se suma a una larga lista de valiosos libros desaparecidos que en el último tiempo algunas editoriales nacionales han vuelto a publicar, captando el interés de nuevos lectores y dando cuenta de una rica tradición literaria que comienza a encontrar su justo lugar.

Escritores a trasluz

portada_ferrero

Mario Ferrero
Ediciones Universidad Austral de Chile
105 páginas.





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