Por estos días, un clamor urgente no ha dejado de sonar: Necesitamos AGUA, para llenar los camiones aljibes que alimentan los aviones y carros en esta batalla contra el fuego, AGUA para humedecer y enfriar el terreno y las construcciones, AGUA para aliviar las heridas de los animales, AGUA para apagar los árboles, AGUA para cocinar, AGUA para beber, AGUA para sobrevivir…como lo hicieron las 40 personas de Los Aromos que lograron correr hasta un río y salvaron sus vidas gracias a que el agua los protegió mientras el fuego pasaba sobre sus cabezas, eso, con el rio seco o un caudal ecológico inferior al 40%, no habría sido posible.
Durante este verano de 2016 nos hemos enfrentado a la mayor tragedia de incendios forestales de nuestra historia y probablemente del mundo. Finalmente el reemplazo de bosque nativo, aquel que obedece a miles de años de evolución y que está especialmente adaptado a los terrenos y los ecosistemas que alberga, por monocultivos industriales, nos pasó la cuenca. Pero tenemos la oportunidad de reconstruir esta historia.
Los verdaderos bosques cumplen una infinidad de funciones que otorgan múltiples beneficios a los seres humanos y no humanos, entre ellos, otorgan hábitat para la biodiversidad, estabilizan los suelos y protegen contra la erosión, aportan a la circulación y conservación del agua en la Tierra o lo que conocemos como el ciclo del agua, otorgan bienes materiales, como madera para construcción, leña, frutos y semillas, fibras, medicinas, miel, etc. Son por excelencia lugares para el desarrollo e inspiración cultural y espiritual, el ecoturismo, la recreación y nos brindan toda su belleza escénica. Nos permiten desarrollar nuestra vida y tener calidad de vida, pero además, por su compleja arquitectura, los bosques influyen sobre la hidrología de los ecosistemas.
De acuerdo al documento CONAF, POR UN CHILE FORESTAL SUSTENTABLE (2013), la superficie total cubierta con bosques en el país es de 16,7 mill. ha, lo que representa el 22% del territorio. Los bosques nativos cubren una superficie de 13,6 mill ha, y las plantaciones cubren una superficie de 2,8 mill. ha, constituidas, principalmente, por Pinus radiata y Eucalyptus globulus. Las regiones del Maule, Biobío y La Araucanía concentraban más del 84% de las plantaciones forestales existentes en el país. Este tipo de árboles, denominados pirófitos o amigos del fuego, son especies exóticas y altamente inflamables y han sido señaladas como los grandes responsables de la facilidad en la propagación de los megaincendios que han desolado ya tres regiones del centro sur de Chile, este enero de 2016, año en que los efectos del Cambio Climático han mantenido altas temperaturas históricas y que se pronostican seguirán subiendo, alcanzando su mayor peak desde 2030 en adelante. Por otro lado, las plantaciones comerciales consumen entre un 64% y 33 % más agua que comunidades de bosque nativo, agua que extraen principalmente de las napas freáticas o subterráneas, influyendo directamente en la disponibilidad de agua para los pozos, los cuales son indispensables para aquellas comunidades que no tienen otra alternativa para obtenerla.
Chile es el único país del mundo que tiene sus aguas privatizadas y consideradas no sólo como un bien nacional de uso público, sino también un bien económico, lo que ha permitido la especulación, acaparamiento y disminución de los caudales de los ríos, a través del Código de Aguas, promulgado en dictadura para beneficio de unos pocos. Mientras esperamos una nueva Constitución y un nuevo Código de Aguas, se encuentra en tramitación hoy en el Senado, la Reforma al Código de Aguas (Boletín 7543), que entre otras cosas, considera el acceso al agua potable y al saneamiento un Derecho Humano, los que deben ser garantizados por el Estado; la priorización de usos de las aguas, destacando los de subsistencia y el establecimiento de reservas de agua para agua potable y sustentabilidad ambiental; la creación de normas para la protección de acuíferos y humedales, el establecimiento de caudales ecológicos en fuentes que se encuentren amenazadas y degradadas; el establecimiento de causales de extinción y caducidad y, esperemos, un caudal ecológico mínimo para los derechos de agua otorgados y por otorgar, entre otros avances indispensables.
Hoy la ciudadanía y organizaciones de diversos sectores demandan también el fin de los subsidios a los empresarios que a través del DL701, promulgado también en dictadura, permitió a los empresarios madereros plantar pobreza, como se explica en el documental del mismo nombre sobre el negocio forestal en Chile[1], una Gestión Integrada de Cuencas y de los recursos hídricos y nuevas institucionalidades adaptadas y proactivas a los nuevos escenarios climáticos y sociales. Un ordenamiento Territorial Sustentable es indispensable.
Diversas iniciativas de ayuda ya están tomando fuerza, como por ejemplo la constitución de la comisión de expertos para la restauración ecológica de patrimonio natural afectado por incendios, donde representantes de ONGs, académicos y servicios públicos coincidieron en abordar la catástrofe socioambiental desde un contexto global con nuevas condiciones estructurales tanto climáticas como socioeconómicas y en sinergia con sectores gremiales y productivos públicos y privados que permitan iniciativas de corto, mediano y largo plazo.
Hoy tenemos también la oportunidad de reconstruir la historia, proyectar lo que queremos como país, y ese cambio implica también cambiar nuestra mentalidad y responsabilidad frente a la excesiva demanda de recursos naturales, si alguien vende, es porque alguien compra. La acción ahora es socorrer, limpiar, restaurar, reconstruir, proyectar y prevenir nuevas catástrofes que podrían derivarse de la actual condición de los terrenos afectados, ya que los incendios que se han registrado durante estas dos semanas se encontraban principalmente en grandes extensiones de territorio llano, cabeceras de cuencas y micro cuencas y también en laderas y quebradas de cerros que colindan con innumerables poblados y centros urbanos y rurales que albergan cantidades variables de población, las cuales quedan expuestas entre otros riesgos a eventos de remoción en masa, deslizamientos de material o aluviones, aguas abajo, durante la temporada de lluvias que se aproxima.
[1] https://www.youtube.com/watch?v=A42dHCxuJ1w
*La autora es magister en Gestión y Planificación Ambiental y Coordinadora Observatorio Parlamentario Ciudadano.